Por Tania Díaz Castro
11 de julio, 2019
LA HABANA, Cuba. – Nunca es tarde para volver al tema de Fidel Castro, el “encantador de serpientes”, como lo llamó el escritor cubano Roberto Fernández Retamar. ¿Por qué lo llamó así? Nadie lo recuerda. Es posible que ni él mismo lo sepa. Pero el asunto es que “el encantador de serpientes” es uno de los políticos que más fracasos ha sufrido como gobernante.
No vamos a referirnos a todos los consabidos fracasos, como la industria ganadera y su amada Ubre Blanca, los ochenta millones de huevos que tendríamos en 1965, la obtención del estándar de vida del cubano por encima de EE.UU. y Rusia, la siembra de arroz en la Ciénaga de Zapata, el café del Cordón de La Habana, la zafra de los diez millones y aquella promesa que hizo de no afeitarse la barba hasta tener un gobierno exitoso. Murió con su barba y hasta sin las botas puestas.
Comenzaremos pues con el más grande de sus fracasos: que los cubanos, en vez de odiar a Estados
Unidos, escaparan a ese país por millones, hasta en embarcaciones rudimentarias. Los que abandonaron fueron calificados por él gusanos, escorias y vende patrias, pero transformados más tarde en mariposas enviando millones de dólares a los familiares de la Isla, mientras Cuba se convertía en “una sociedad de ladrones”, como dijo el General Arnaldo Ochoa, Héroe de la Patria antes de ser fusilado en 1989.
Unos años antes de morir, el propio Fidel Castro confesó claramente que “el modelo cubano no servía ni para nosotros”.
¿Qué hizo con los 5 mil millones de dólares anuales que enviaba la URSS? Prácticamente hay que demoler La Habana, con sus 75 mil edificios apuntalados y una red de alcantarillas que no ha podido dar agua a los habaneros, en una urbe que, según publicó Granma el 16 de febrero de 2006, “desde hace años la higiene comunal no goza de buena salud y, aunque duela, es considerada la ciudad más sucia del país”.
¿Acaso se arrepintió antes de morir de haber invertido tanto dinero para la izquierda latinoamericana, lo que provocó también un Período Especial con graves carencias alimentarias a la población?
¿Cómo pudo, nos preguntamos, sacar de su conciencia más de cinco mil hombres fusilados bajo su régimen, sin arrepentirse de esto antes de morir?
En 1990, ante el desmerengamiento del socialismo soviético, declaró: “Ahora sí vamos a construir el socialismo”. ¿Qué se construyó entonces? ¿Qué se construyó después con Raúl y ahora con Miguel Díaz-Canel? Hoy, con 600 mil trabajadores por cuenta propia, Cuba invierte 2 mil millones de dólares en adquirir alimentos del exterior porque no produce y tiene que importar el 80 por ciento de los víveres que consume. Según Díaz-Canel “la gente sufre de inercia, de indolencia, de chapucería, de trabas, de falta de sensibilidad e inquietudes revolucionaria”.
Esto mismo ya lo había dicho Granma el 3 de octubre de 2011: “En la provincia de Camagüey, de fuerte tradición ganadera, reina el descontrol, el mal trabajo, la chapucería. O sea, las mismas insuficiencias de siempre”. Todo porque el poder estaba concentrado en las manos de Fidel, como hoy está en las manos de Raúl y del advenedizo de Díaz-Canel.
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