EL 10 DE OCTUBRE VISTO POR JOSÉ MARTÍ.
Por Doctor Alberto Roteta Dorado.-
10 de octubre de 2019
Santa Cruz de Tenerife. España.- Entre 1887 y 1891, en el Masonic Temple y en el Hardman Hall, ambos en Nueva York, José Martí, con su sabia palabra y su visión profética protagonizó las grandes reuniones, devenidas en sagrado culto para la evocación a aquellos que emprendieron el camino liberador.
Un día como hoy pero de 1888, a solo veinte años del simbólico acto altruista de Carlos Manuel de Céspedes, José Martí se dirigió a los cubanos emigrados en Nueva York, desde el Masonic Temple y se refirió al “ardor inevitable del corazón” y a “las pasiones evocadas por el recuerdo y la presencia de nuestros héroes”. Para José Martí, el paradigma de la nación cubana, la gesta independentista de 1868, a pesar de su fracasado fin, tuvo una connotación trascendente, y el gesto inicial de la contienda que protagonizó Céspedes, un significado real y a la vez simbólico. Sus reiteradas intervenciones durante varios años en los Estados Unidos de Norteamérica para recordar el 10 de octubre son una prueba irrefutable de lo que afirmo.
Esas “pasiones evocadas por el recuerdo y la presencia de nuestros héroes” adquirieron un significado real y trascendente cada 10 de octubre en las reuniones, las que no solo eran motivo para la evocación del histórico día, sino para el llamado coloquial que influyera en la reunificación de los cubanos dispersos en el exilio con ansias libertadoras.
¿Cómo es posible entonces que los cubanos actuales estén olvidando al hecho inicial de nuestras luchas y a su gestor? Durante la primera mitad del pasado siglo veinte, Céspedes era motivo de cierta veneración, no comparable al tributo martiano, pero si era considerado en la medida de sus actos y en el lugar que por justicia se ganó. Sin embargo, en nuestros días, el hecho fundacional de la gesta independentista va quedando cada vez más como algo demasiado remoto y carente de significado.
El régimen cubano se ha encargado de modificar la historia de Cuba para ofrecerle un inmerecido protagonismo al dictador Fidel Castro y a las acciones insurreccionales relacionadas con la llamada revolución cubana, esto es, la que protagonizara Castro y que lo llevó al poder en 1959. Otros sucesos de mayor contemporaneidad que se difunden día a día, y se reiteran continuamente por doquier, han ido sustituyendo a los grandes eventos que le dieron a nuestra patria su verdadero sentido de identidad y de nacionalismo.
José Martí en el citado discurso es capaz de convocar a los cubanos de su tiempo al expresar:
“Miente a sabiendas, o yerra por ignorancia o por poco conocimiento en la ciencia de los pueblos, o por flaqueza de la voluntad incapaz de las resoluciones que imponen a los ánimos viriles los casos extremos, el que propale que la revolución es algo más que una de las formas de la evolución, que llega a ser indispensable en las horas de hostilidad esencial, para que en el choque súbito se depuren y acomoden en condiciones definitivas de vida los factores opuestos que se desenvuelven en común”.
Os dejo a la reflexión la idea martiana acerca de la necesidad de una revolución como ley evolucionaria, según él, “indispensable en las horas de hostilidad esencial”. Téngase presente que el cubano inigualable, de profético pensamiento y de visión futura, fue capaz de prever que: “los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso ascenso de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones”.
El autor de Versos Libres, supo como nadie en su tiempo interpretar con verdadero sentido la praxis latinoamericana y los males que aquejaban a su patria, y aún más, alertarnos de las posibles consecuencias futuras ante la instauración de sistemas de carácter totalitarista “con el pretexto de enseñar doctrinas modernas”, como está sucediendo en Latinoamérica en los últimos años, y como ocurrió en Cuba, con el establecimiento de la dictadura comunista en 1959.
En estos convulsos y agitados tiempos la inspiradora palabra del Maestro siempre será edificante, de ahí que proponga el análisis del discurso ofrecido por José Martí en Masonic Temple en 1887, es decir, el que precede al que hemos citado antes, correspondiente a 1888. La sabiduría inigualable del Maestro deberá servirnos como guía para ese reencuentro necesario con la historia, una de las vías que nos conducirá a la necesaria unión de los cubanos de estos tiempos.-
DISCURSO DE JOSÉ MARTÍ EN CONMEMORACIÓN DEL 10 DE OCTUBRE DE 1868, EN MASONIC TEMPLE, NUEVA YORK 10 de octubre de 1887 (*)
Señoras y señores:
Esta fecha, este religioso entusiasmo, la presencia-porque yo siento en este instante sobre todos nosotros la presencia de los que en un día como éste abandonaron el bienestar para obedecer al honor-de los que cayeron sobre la tierra dando luz, como caen siempre los héroes, exige de los labios del hombre palabras tales que cuando no se puede hablar con rayos de sol, con los transportes de la victoria, con el júbilo santo de los ejércitos de la libertad, el único lenguaje digno de ella es el silencio. No sé que haya palabras dignas de este instante (…) Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: "¡Ya sois libres!" ¿No sentía, como estoy yo sintiendo, el frío de aquella sublime madrugada?... ¡Para ellos, para ellos todos esos vítores que os arranca este recuerdo glorioso! ¡Gracias en nombre de ellos, cubanas que no os avergonzáis de ser fieles a los que murieron por vosotras: gracias en nombre de ellos, cubanos que no os cansáis de ser honrados!
¿Por qué estamos aquí? ¿Qué nos alienta, a más de nuestra gratitud, para reunirnos a conmemorar a nuestros padres? ¿Qué pasa en nuestras huestes, que el dolor las aumenta y se robustecen con los años? ¿Será que, equivocando los deseos con la realidad, desconociendo por la fuerza de la ilusión o de nuestra propia virtud las leyes de naturaleza que alejan al hombre de la muerte y el sacrificio, queramos infundir con este acto nuestro, con este ímpetu, con este anuncio, esperanzas que son culpas cuando pueden costar la vida al que las concibe, y el que las pregona no puede realizarlas? ¿Será que sometiendo como vulgares ambiciosos el amor patrio al interés personal o la pasión de partido, estemos tramando con saña enfermiza el modo de echar inoportunamente sobre nuestra tierra una barcada de héroes inútiles, impotentes acaso para acelerar la agregación inevitable de las fuerzas patrias, aun cuando llevasen, con la gloria de su intrepidez, el conocimiento político y la cordial grandeza que han de sustentarla?
Vivimos entre sombras, y la patria que nos martiriza, nos sostiene (…) La patria nos persigue, con las manos suplicantes: su dolor interrumpe el trabajo, enfría la sonrisa, prohíbe el beso de amor, como si no se tuviese derecho a él lejos de la patria: una mortal tristeza y un estado de cólera constante turban las mismas sagradas relaciones de familia: ¡ni los hijos dan todo su aroma! Aturdidos, confusos, impotentes, los que viven lejos de la patria sólo tienen las fuerzas necesarias para servirla.
Pero no estamos aquí para censurar a nuestros hermanos en desdicha, a nuestros hermanos mayores en desdicha, porque el valor que necesitan para soportarla es más que el que para esquivarla demostramos nosotros: no estamos aquí para suponer en ellos, con necia arrogancia, la falta de virtudes que sean nuestro patrimonio exclusivo: ¡yo las he visto brotar bajo aquella opresión con tanto brío, con más brío a veces, que el que cabe ya en nuestras almas fatigadas! (…) ¿Qué es ponerse a murmurar unos de otros, a recelarse, a odiarse, a disputarse un triunfo que sería efímero si no fuera unánime, de todos, para todos, porque unos han vivido acá y los otros allá? ¿Cómo los que han padecido menos osan afectar desdén, que si fuera real sería fratricida e impolítico, hacia los que han padecido más, hacia los que acaso les han permitido, con su silencioso sacrificio, con la prudencia con que usan de su poder moral, intentar los remedios parciales que en vano recomiendan, sin los obstáculos que con amor menos virtuoso a la patria hubiéramos podido en todo instante oponerles, pero que guardamos celosamente para su hora, no por agasajo a nadie, no por temor de nadie, sino por aquel prudente amor al país, por aquel supremo amor al país, ante el que se deponen todas las pasiones?¡Nosotros somos el deseo escondido, la gloria que no se pone, el fin inevitable!
¡Todo, oh patria, porque cuando la muerte haya puesto fin a esta fatiga de amarte con honor, puedas tú decir, aunque no tu oiga nadie: "fuiste mi hijo!" ¡No hay más gloria verdadera que la de servirte sin interés, y morir sin manchas! (…) Como la libertad es la sombra de la tiranía, como las virtudes florecen sobre los cadáveres de los que las poseyeron, como la juventud orea los pueblos cansados, allí donde el sol brilla, donde las palmeras visitadas del rayo ya retoñan, donde cruzan centelleando por el aire las almas de los héroes, donde en el silencio de los caminos hay aún bastante sombra para el honor, ¡se levanta con atrevo poder, con el poder de la indignación contenida, aquel pueblo que han dado por muerto los que, aunque vivan en su seno, lo desconocen u olvidan, los que no cambian todas las glorias y bienes del mundo por el placer inefable de oírlo palpitar!
¡Nosotros sólo sabemos sacarnos de un solo vuelco el corazón del pecho inútil, y ponerlo a que lo guíe, a que lo aflija, a que lo muerda, a que lo desconozca la patria! ¿Con qué palabras, que no sean nuestras propias entrañas, podremos ofrecer otra vez a la patria afligida nuestro amor, y decir adiós, adiós hasta mañana, a las sombras ilustres q a, a las sombras ilustres que pueblan el aire que está ungiendo esta noche nuestras cabezas? ¡Con velar por la patria sin violentar sus destinos con nuestras pasiones: con preparar la libertad de modo que sea digna de ella!
(*) Selección de fragmentos a cargo del autor.
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