De castrista a castrense
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Un análisis sobre el nombramiento de Manuel Marrero como primer ministro en Cuba
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Raúl Castro (centro), primer secretario del Partido Comunista, y Manuel Marrero (izq.), nombrado primer ministro de Cuba, durante la sesión de la Asamblea Nacional el 21 de diciembre de 2019, en La Habana.
Por Pedro Campos
La Habana
14/01/2020
El nombramiento de Manuel Marrero como primer ministro sorprendió a muchos cubanólogos del patio y de otras las latitudes. Sobre todo, a quienes valoran el castrismo como un fenómeno político clásico “socialista”, donde el Partido Comunista “dirige” la sociedad y lleva la hegemonía; enfoque que, en realidad, desnaturaliza la esencia dictatorial y castrense del castrismo.
En Cuba el segundo PCC, fundado en1965 por el dictador Fidel Castro —el 1ro fue el de Mella y Baliño en 1925—, es tan simbólico como la ideología marxista leninista que ya ni mencionan los castristas. El caudillo determinó quiénes serían los miembros del Buró Político y del Comité Central y quiénes los dirigentes provinciales y municipales.
El jefe de las guerrillas serranas del Movimiento 26 de Julio, primer ministro del gobierno dictatorial de 1959 y después Presidente de los Consejos de Estado y de Ministro y Primer Secretario del CC y del BP del PCC, determinaba todo, los planes económicos y sociales, la política exterior, hasta el color de los uniformes escolares. El poder total.
El centro del pensamiento político de ese partido castrista ha sido el utilitarismo, en función del mantenimiento del poder, a toda costa, en manos del líder.
Para lograrlo fueron usados interpretaciones del marxismo, creencias religiosas, conceptos democráticos, etc.
Oportunista, totalitario y ecléctico. Así nació, creció y está feneciendo el castrismo.
Enfermo el caudillo empezó el traspaso del poder al hermano en todos sus cargos. Se pretendió trasladar la influencia del dictador a su hermano, tan o más taimado que aquel, pero sin su carisma, elocuencia ni influencia. En realidad, hoy el principal poder real es el del anciano Raúl Castro, con el único cargo de 1er Secretario del PCC, pero ya acompañado de su séquito de militares que controlan y deciden en el Ejército, la Seguridad la economía y todo demás paulatinamente.
Fidel tomaba las decisiones sin contar con nadie. Raúl consulta a sus allegados y los deja tomar decisiones en su ámbito.
Ni José Ramón Machado Ventura, ni Ramiro Valdés, ni el actual presidente elegido “deocráticamente” ni ninguna de las figuras civiles del partido o el gobierno, individual ni colectivamente, juegan algún papel importante: todas las decisiones de envergadura las toma la dictadura militar encabezada por Raúl Castro, desde que dio el golpe de Estado a Fidel Castro en 1989, cuando lo desarmó, lo desempoderó, humilló y sobornó porque su CIM tenía toda la información que involucraban al caudillo y a su mano derecha Abrantes en el control de las operaciones y los beneficios del narcotráfico.
Entonces, amparado en la lucha contra ese mal, tomó militarmente, literal, el MININT y se apropió paulatinamente de las principales palancas del poder económico que no controlaba en el turismo y la parte del mercado de divisas, que manejaba el Consejo de Estado de Fidel Castro a través de las entonces corporaciones gigantes CUBALSE, CIMEX, COPEXTEL, CUBANACAN, CUBATABACO y otras.
Hasta aquel golpe de Estado había una sorda y sórdida batalla entre Fidel con sus leales y Raúl con los suyos, por el control de las principales fuentes de los ingresos económicos y especialmente de divisas.
Como es sabido, poco después, el núcleo duro de jóvenes fidelistas preparados por el dictador para dar continuidad a su legado, fue desprestigiado públicamente y sustituido sin penas ni gloria.
Abrantes fue condenado a 20 años de cárcel y muerto en prisión y Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y Carlos Valenciaga pasaron a servir en la última escala de la burocracia.
Como parte estratégica básica, del golpe de Estado, entre 1989 y 1993, miles de cuadros de las FAR, el MININT, el MINREX y el PCC fueron jubilados, cesanteados o pasados a otras tareas y sustituidos por Oficiales y Agentes de la CIM, en el marco de la Operación Alejandro, dirigida por ese órgano, para limpiar el gobierno de perestroikos y leales al caudillo.
No es casual, por tanto, que los militares se hayan lanzado ya al total control del aparato de gobierno y se alisten para hacer lo mismo con el PCC y, por tanto, no es extraño que un excoronel de las FAR, proveniente del sistema turístico de GAESA, subdirector de Gaviota y 17 años ministro de Turismo, hombre de confianza del grupo militar de Raúl sea nombrado ahora primer ministro.
Todo el aparato político y gubernamental no militar de hoy es la pantalla de Raúl Castro y sus militares para dar una imagen de civilidad y de poder repartido que, en verdad no existe en la práctica.
Baste mencionar que la Contraloría General de la República quedó excluida de escrutar la contabilidad de las FAR, siendo esta la dueña de las principales fuentes de ingresos en divisas del país como el turismo, las TRD, las CADECA, ABAGUANEX, la aviación civil, ETECSA, Migración, Aduanas y otros.
Lo que ha ocurrido con Marrero no es más que el paso directo de los militares hacia un control completo y más efectivo sobre el gobierno civil, donde el agente de la CIM, Díaz-Canel (después de aquel golpe de Estado, todos los que quedaron en posiciones importantes de poder como él, respondían a esa lógica) queda como figurón sin mando real pero necesario para proyectar una imagen fresca, joven y civil al frente de lo que es, en verdad, una dictadura militar.
Los que esperaban el nombramiento del hijo de Raúl, el coronel Alejandro Castro Espín en esa posición, quizás no recuerden que cuando Raúl trató de hacerlo general, miembro del CC y del Consejo de Estado, el grupo de generales que estaba siendo consultado, desechó la idea. Ni los hijos de Raúl, ni los de Fidel tienen ya controles efectivos. Al jefe de GAESA, López Callejas, nunca le simpatizó su cuñado, más fidelista que raulista.
El grupito de militares ahora tiene todo el poder, pero precisan del entramado del viejo aparato político-gubernamental del castrismo como imagen pública y para consumo externo.
Las relaciones entre civiles y militares no deben ser fuertemente contradictorias, pues la mayoría de los civiles provienen de las FAR o son agentes de la CIM que siempre trabajó contra las propias instituciones de Inteligencia y Contra Inteligencia del MININT, según se desprende de todo el proceso de las Causas No. 1 y No. 2 de 1989.
¿Qué esperar de este nombramiento? Las relaciones de estos militares con el capital internacional y sus conocimientos sobre el papel del mercado y la ley de oferta y demanda deben tener una mayor incidencia en las políticas económicas venideras.
El idealismo castrista debe ir cediendo ante el pragmatismo de los militares menos comprometidos con Fidel y los viejos comandantes cada vez más fuera de las decisiones importantes. Seguirán usando la figura del Comandante en Jefe eterno, para tratar de mantener aglutinadas las fuerzas económicas, políticas y sociales que integran el castrato.
De este grupo de militares, ya en control completo del poder, pudieran esperarse transformaciones más específicas hacia una economía de mercado controlado; pero nada que tenga que ver con cambios democráticos.
El sistema castrista se convertirá cada vez más en castrense.
© cubaencuentro.com
Etiquetas: pedro campos
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