viernes, junio 19, 2020

Desmintiendo las manipulaciones sobre Fulgencio Batista: Ataque al Palacio Presidencial, 13 de marzo de 1957



Vuelvo a colgar en este post, otros dos posts donde publiqué cartas sumamente explicativas de mi querido amigo Roberto Torricella, una de las personas que mayor información me dio sobre Fulgencio Batista y Zaldívar:


Desmintiendo las manipulaciones: Ataque al Palacio Presidencial, 13 de marzo de 1957  

Por Roberto Torricella


Zoé Valdés: Siguen las mentiras, plagios y tonterías infundadas acerca de Fulgencio Batista; por suerte hoy tenemos en este blog el testimonio de Roberto Torricella, amigo muy cercano del ex presidente de Cuba, a quien he entrevistado y con quien me une una excelente amistad:

“En diciembre de 1956 se reunieron el Dr. Tony Varona, en sustitución del Dr. Prio, que volvió al exilio, el Dr. Blanco Santana por la Organización Auténtica, que estaba bajo el mando del Dr. Aureliano Sánchez Arango que era el brazo armado del Dr. Prío y los doctores Menelao Mora, Norberto Martínez y Ricardo Madam, con el propósito de concertar un plan para matar al Presidente Batista. El plan consistía en rodear el Palacio Presidencial e impedir que nadie saliera.

La intención de los miembros de la Organización Auténtica el 13 de marzo de 1957, encabezando el grupo asaltante Menelao Mora con la ayuda estratégica de José Antonio Echeverría del Directorio Estudiantil Universitario desde Radio Reloj, fue no solamente asesinar al Presidente de la República, General Fulgencio Batista, sino también asesinar y liquidar a toda su familia. Esto quedó confirmado por el plano de Palacio Presidencial usado por los asaltantes que se encontró, proveniente de las oficinas de prensa del Palacio, y las anotaciones que contenía, verificando la macabra intención de asesinar a toda la familia presidencial ya que al revisarse dicho plano marcaba las habitaciones de los hijos de Batista con esta nota: “para que no quede ni la semilla”. ¿No les recuerda esto la ejecución comunista de la familia del Zar de Rusia?

En la planta baja del Palacio Presidencial se encontraban las Oficinas de Prensa. Los periodistas acreditados por sus respectivos rotativos, entraban y salían libremente para cumplir su trabajo, sin ningún escrutinio.

El Presidente Batista hace público en su discurso del 10 de Marzo de 1957: “Castro y su revolución obedecen consignas comunistas”, y ya en la Sierra Maestra estaban practicando tácticas y métodos comunistas donde fusilaban a algunos de sus propios hombres. También el Presidente recibe información confidencial de un planeado ataque al Palacio Presidencial encabezado por Menelao Mora. El Presidente pide al Coronel Orlando Piedra que le lleve esa información al amigo congresista Cándido Mora para evitar dicho ataque y su consecuente derramamiento de sangre, pero debido a la fuerte enemistad existente entre ambos hermanos, Menelao y Cándido, éste último hizo varios intentos para comunicarse pero no lo pudo lograr.

El Comandante Armando Acosta, Jefe del Departamento de Represión del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), ordenó se patrullara Palacio 24 horas al día por dos carros del SIM dando vueltas, el primero en un círculo más cerrado (pegado al Palacio) y el otro en un círculo un poco más amplio, relevándose continuamente. El día del asalto eran los carros 72 y 69. El carro 72, al mando del Cabo Eustacio Morales Cruz, se había estacionado cerca de la esquina sureste del Palacio. A uno de sus hombres, quien fue entre los primeros en repeler el ataque, le partieron la garganta de su arma de un balazo. El carro 69, al mando del Sgto. Fidencio Delgado, llegó y se estacionó en la esquina suroeste del Palacio cerca de los cigarros Partagás, cerrando así el envolvimiento. Ambas unidades repelieron la agresión.

El General Roberto Fernández Miranda, sin conocimiento y aprobación del Presidente, instaló de forma escondida dos ametralladoras calibre 30 debajo de las escalinatas del Palacio y principalmente, la ubicada a la derecha, cubría también la entrada trasera del Palacio por donde entraron los atacantes. Las municiones para éstas fueron adquiridas con una amplia donación hecha por un conocido amigo ingeniero cubano al constarse que las municiones dadas por órdenes del Jefe del Estado Mayor Conjunto, no servían y eran viejas.

En la oficina central del SIM había un oficial encargado de monitorear las transmisiones radiales y en cumplimiento de sus funciones, escuchó cuando José Antonio Echeverría tomó los estudios de Radio Reloj en Radiocentro y vomitó su asquerosa y mentirosa arenga anunciando que en ese momento se estaba atacando el Palacio Presidencial y que acababa de ser ajusticiado el tirano Fulgencio Batista. Batista no había sido asesinado. El gran error de José Antonio Echeverría que permitió contrarrestar el ataque y evitar su siniestro propósito, fue que él se adelantó e hizo su alocución-anuncio radial como unos 20 minutos antes que el ataque efectivamente comenzara.

El oficial del SIM, al oír la alocución de Echeverría, inmediatamente se comunica por la radio móvil con los carros del grupo de Represión incluyendo a los que estaban patrullando Palacio y pregunta si hay alguna novedad. El carro 72 que estaba en una de las esquinas norte contesta que todo estaba tranquilo y el carro 69, que se encontraba haciendo la circunvalación más amplia, contesta “informaré cuanto antes”. Al acercarse a la esquina opuesta es cuando ve que empiezan a atacar el Palacio y apresuradamente así lo reporta y comienzan a repeler la agresión. Este reporte es oído por muchos otros carros del SIM que comienzan a responder.

Viajaba por la Calzada de Columbia hacia La Habana el Comandante Armando Acosta en su vehículo del SIM que escucha el informe del ataque e inmediatamente da órdenes al SIM para que manden inmediatamente todos los carros del Depto. de Represión (eran como unos 20) al Palacio. El Jefe del SIM en esos momentos considera la orden “muy amplia” y solo manda 4 o 5 carros. El carro de Acosta inmediatamente viaja veloz hacia Palacio con las luces encendidas, sirena y un control remoto para cambiar las luces de los semáforos.

Como a siete minutos de empezado el ataque, el radiotelefonista del SIM trata de comunicarse nuevamente con el Comdte. Acosta pero ya éste no contesta pues había llegado a Palacio. Acosta llama al telefonista de Palacio Presidencial y pregunta por donde es el ataque a lo que éste responde que por la Calle Colón (la que pasa por detrás del Palacio y frente al Parque Zayas) y también informa que el Presidente y su familia estaban bien. Acosta, acompañado de un soldado y de su chofer, el soldado Toral, bloquean la entrada norte de Palacio parqueando el auto frente a la puerta principal, calle Refugio (entrada de Embajadores), por donde el vigilante de dicha puerta les da acceso y comienzan a repeler el ataque.

Los atacantes se precipitaron por la salida de atrás del camión, muy bien armados con carabinas americanas M2 semi-automáticas, con dobles magazines de 25 tiros “enteipados” en pares lo que les ahorraba tiempo cambiando los magazines. Asesinaron sorpresivamente a los tres soldados que custodiaban la puerta de la Calle Colón, Mario Verdesia Romero, y los cabos Carlos Hernández Cobo y José Rodríguez Lago, pero tuvieron la sorpresa que los dos carros del SIM le dieron la bienvenida. Muchos, al tirarse del camión, ya habían fallecido. En el piso del camión se encontraron como 8 o 10 pomitos de vidrio transparente, como de media pulgada de diámetro por dos pulgadas de largo, embadurnados por dentro de un polvo blanco, al parecer cocaína, suposición al saber que Eloy, hermano de Carlos Gutiérrez Menoyo, era dueño del bar “Eloy” en la calle Calzada en el Vedado, donde se vendía cocaína y por el enloquecido comportamiento de los atacantes. La naturaleza del referido polvo fue comprobada más tarde en el laboratorio.

Otro de los grupos de los atacantes fue neutralizado por el Sgto. Armando Alemán Gómez, de la guarnición de Palacio, que los contuvo cuando trataban de subir la escalera que conduce del segundo piso al tercero.

El Comdte. Rams desde el tercer piso con la familia presidencial pudo repeler la agresión eficazmente y evitar que tomaran las instalaciones del teléfono y así mismo ordenó al ascensorista que detuviera el elevador en el tercer piso de manera de cerrar el acceso a dicho piso. El elevador solo bajó al segundo piso cuando el General Fernández Miranda pudo llegar a dicho lugar, comunicarse directamente con el Presidente quien, después de confirmar ciertos datos de seguridad, autorizó al ascensorista a que bajara a recogerlo.

De los 42 asaltantes, de los cuales 34 eran del Partido Auténtico y 8 estudiantes, veinte y seis pudieron escapar y los 16 restantes perecieron en combate. Las bajas de los oficiales fueron 5 muertos y 28 heridos. No hubo necesidad de operación de limpieza ya que los que quedaron vivos fuera de Palacio huyeron, algunos de ellos heridos.

Lo que salva la situación es que el Presidente, complaciendo la solicitud de su esposa, permaneció con ella acompañando a su hijo menor, Fulgencito, que estaba enfermo con fiebre alta, y se encontraba desde la mañana en el tercer piso (área residencial del Palacio) ya que nunca bajó ese día a su oficina presidencial del segundo piso. Con el Presidente durante el ataque estaban, además de los mencionados familiares, el Comdte. Alfredo Rams Puente, Ayudante Presidencial, y el soldado Martín Pimentel.

El Presidente Batista, visiblemente compungido, bajó y salió de Palacio a la calle donde se preparaban para recibir otra posible ofensiva. El Presidente llegó frente al Comdte. Acosta y dijo: “Teniente, es triste que pasen estas cosas, especialmente cuando estamos haciendo esfuerzos tan grandes para ir a unas elecciones”.

Roberto Torricella.

En este video Roberto Torricella es uno de los que carga el ataúd en el entierro de Batista:


Este video me lo dio Rubén Batista para mi documental sobre su padre.




“Leí un artículo que me han mandado esta mañana (ayer) sobre este tema del Asalto a Palacio. El ataque no fue preparado por el Directorio Estudiantil. Fue preparado por la Organización Auténtica, quien usó a algunos miembros del Directorio, entre ellos a José Antonio Echeverría, que gracias a que se adelantó 20 minutos anunciando el ataque por Radio Reloj, dio tiempo al Comandante Armando Acosta para dar instrucciones a los dos carros patrulleros que custodiaban Palacio y tomar la acción ya que todas las transmisiones eran monitoreadas en el SIM. Aunque no te lo puedo asegurar, entiendo que Aureliano Sánchez Arango no aceptó involucrarse en este ataque y pienso que pueda haber algo de cierto en esto ya que tengo en mi poder la nota de puño y letra del General Batista fechada Septiembre 6, 1961, donde donaba $1,000 a Aureliano, ya en el exilio, para ayudarlo en su organización contra Fidel y el comunismo. La nota del General Batista dice: “Manifiéstale que me satisface su cambio de actitud, pues son muchos los amigos nuestros que se inspiraron en sus primeras declaraciones”.

Alfredo Sadulé es hijo del chofer de siempre que tuvo el General Batista. Creo que su padre se llamaba Armando y siempre me malcriaba pues conocía mis sentimientos hacia Batista principalmente por ser el padre de Rubén (mi hermano de toda una vida prácticamente). Alfredo, entiendo yo que solamente sirvió como ayudante del Presidente los últimos meses del año 1958, seis u ocho meses solamente, puesto que su trabajo principal de siempre era ser ayudante de Marta, la primera dama. También entiendo que Alfredo no estuvo en Palacio durante el ataque ni participó en el mismo. La persona clave que estaba en el tercer piso con la familia fue Alfredo Rams que aparece en la foto publicada de los ayudantes, conjuntamente con Armando Acosta. Fue Alfredo Rams quien bajando en el elevador, subió a Roberto Fernandez Miranda al tercer piso en el medio del tiroteo una vez que Batista confirmó que Roberto estaba solo y no “obligado” ya que los atacantes no podían subir, puesto que el elevador fue detenido en el tercer piso.

Hay un comentario que no recuerdo si me lo dijo Batista o me lo dijo el Coronel Orlando Piedra. Llegó información al Presidente del plan de atacar Palacio y se le dijo que el ataque lo dirigía Menelao Mora. Como el hermano de Menelao, Cándido, era amigo y miembro de la Cámara, Batista le mandó un mensaje con Piedra para que hablara con su hermano y no hicieran el ataque y se evitara el derramamiento de sangre. Piedra fue a ver a Cándido Mora, inmediatamente, y éste le dijo que no se trataba con su hermano, pero que intentaría hacerle llegar el mensaje (es por esta razón que yo pienso que Menelao adelantó la fecha de ataque a la originalmente programada). Batista estuvo opuesto a aumentar la seguridad de Palacio a pesar de la noticia, pero a escondidas de él y sin su aprobación, Roberto Fernández Miranda escondió dos ametralladoras calibre 30 debajo de las escaleras de la entrada principal (entrada de Embajadores) y una de ellas tenía tiro directo a la puerta trasera por donde entraron los asaltantes. Las balas que se pidieron al Gral. Tabernilla para estas dos ametralladoras estaban viejas y se dudó de su efectividad. Entonces un amigo de todos, contratista, donó $20,000 y con eso se compraron las balas para ambas ametralladoras. La del lado derecho fue la más efectiva en detener la entrada de los maleantes al Palacio.

No sé si se transgredía el pacto de Fidel y José Antonio hecho en México pero sí entiendo que Fidel no estuvo de acuerdo con el ataque porque entonces perdería él el liderazgo ÚNICO que en realidad es lo que lo convirtió en dueño de Cuba. Al salir José Antonio de Radio Reloj y tomar un carro (mal parqueado en dirección opuesta en la Calle 23), dobló rumbo a la Universidad y en el camino se toparon con un carro de la policía haciendo la patrulla normal en el área. José Antonio le abrió fuego -la policía nunca lo inició pues desconocía quienes iban en el auto- pero cuando recibieron los tiros del auto donde viajaba Echeverría, respondieron y murió en combate, no asesinado como insinúa el artículo.

Batista nunca bajó a su despacho pues Marta le pidió que se quedara acompañándola ya que Fulgencito estaba enfermo con fiebre alta. El General se quedó en su despacho del tercer piso todo el tiempo. De hace muchos años entiendo que había una escalera que comunicaban el segundo y tercer piso con una reja con llave, pero el General siempre usaba el elevador que le quedaba casi al lado de su oficina. No recuerdo en mis visitas a Kuquine y a la casa del General en el Campamento de Columbia que se hablara a nivel familiar de una “puerta secreta”, pero reconozco que no tenían por qué decírmelo a mí.

El plano de la parte interior del Palacio fue pintado por uno de los periodistas asignados a Palacio. Armando Acosta lo tuvo en sus manos al confiscarlo y marcaba las habitaciones de los hijos del General y Martí diciendo lo que digo en el artículo adjunto.

El 10 de marzo de 1952, Batista nunca ordenó una “embestida” contra el Palacio ya que cuando los militares llegaron, desde Palacio fueron recibidos a tiros y uno o dos de ellos murieron. Como ya sabes, y te lo adjunto de nuevo, el golpe de estado nunca fue organizado por Batista. Fueron los tres profesores ortodoxos de la Escuela Superior de Guerra quienes con la aprobación de Eduardo Chibás lo organizaron con la ayuda dentro de Columbia del Capt. García Tuñon. Chibás lo encabezaría como líder populista que los militares necesitaban para evitar el derramamiento de sangre pero cuando ve que su popularidad aumenta a nivel electoral, decide no apoyar el golpe y dice a los tres profesores que lo detengan. Ellos lo hicieron pero García Tuñón no pudo detenerlo con los oficiales dentro de Columbia y exigieron se buscara otro líder populista. Escogieron todos ellos a Batista que rechazó encabezarlo a pesar que Carlos Prío le mandó un mensaje con el Dr. Juan J. Remos que él estaba listo para entregar su mandato a los militares por haber perdido autoridad y por la infiltración comunista dentro del Partido Ortodoxo. En la última visita que García Tuñón hace a Batista en Kuquine en Febrero de 1952 (después del asesinato del Dr. Alejo Cossío del Pino), éste le dijo que con él o sin él los militares darían el golpe. Es ahí donde Batista acepta ponerse al frente. Es el 7 de marzo de 1952 cuando Rubén y yo estamos comiendo en casa de su hermana Mirta con Batista, cuando llegan tres personas, el General habla con ellos 5 minutos, y después nos enteramos que ese día fue que se decidió el golpe el día 10. Nos enteramos después que los tres visitantes fueron Colacho Pérez, Rodríguez Calderón y García Tuñón.

Batista no fumaba tabaco en su oficina. En la papelería personal del Presidente -que Roberto Batista conmigo, ayudamos en distintas ocasiones a Rubén a organizarla para donarla a la Universidad de Miami- nunca vi nada sobre la “puerta secreta” y repito, el General tenía por costumbre subir y bajar en el elevador. Si los asaltantes hubieran encontrado las escaleras, también hubieran tenido dificultad en subir puesto que las rejas estaban bajo llave y candados, según entiendo por las explicaciones que he recibido de personas muy confiables en el tema. Repito: Batista usaba el elevador, no necesariamente las escaleras.

Le mando copia a Roberto Batista para que me corrija cualquier error que considere o que conozca mejor que yo.

Un beso.

Roberto Torricella.

(Correo enviado ayer por Roberto Torricella. La primera parte de esta serie se puede leer en este mismo blog).
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Del capítulo “El ataque a Palacio”, del libro “Mis relaciones con el General Batista” por Roberto Fernández Miranda-Ediciones Universal-Miami-1999

 Palacio resistió con éxito la embestida de los elementos hostiles. Los muchachos de la Marina de Guerra acudieron casi inmediatamente, porque en La Punta existía un retén siempre listo para esa misión específica. Infortunadamente los marinos no se dirigieron a los edificios circundantes para desalojar a los asaltantes que allí hubiera sino que vinieron directamente a Palacio, entraron en él, y mezclados con los defensores, formaron en la planta baja una algarabía de mil diablos. Todo esto se produjo en la prolongación de un estado de alarma que habría sido dominado en menos de 30 minutos.

El plan del enemigo consistió en que, un vehículo comercial, con unos 40 hombres armados en su interior, se detendría frente a la puerta que da a la calle de Colón, y que era por donde generalmente se entraba y salía de palacio. Esta puerta era en realidad una verja de hierro que se mantenía cerrada con cadena y candado. Aunque justo es decir, que debido al constante trasiego del público, el candado rara vez se cerraba.

Teniendo en cuenta esa circunstancia, y fingiendo una rotura, el camión se situaría directamente frente e a esa entrada, bajándose primero dos o tres hombres, como quien va a arreglar el vehículo, pero abalanzándose enseguida sobre la verja para impedir que se pasara el candado. Por ella se precipitarían los asaltantes que subirían al primer piso (que nosotros llamábamos el segundo). Estos hombres se correrían a lo larga de la gran galería que por tres lado circunda el patio central, hasta llegar al ángulo opuesto donde estaba el despacho del Presidente, y allí lo matarían.

…Pero esta sorpresa quedó anulada cuando un automóvil que venía delante del camión disparó, matándolo, al soldado de posta que se mantenía por fuera de la puerta, y que tenía su recorrido a lo largo de toda la acera. Este pobre soldado, casi un niño, de apellido Verdecia, se desplomó acribillado a balazos; pero en incidente avisó al guardián de la verja soldado Hernández (ascendido póstumamente a cabo) quien se apresuró a cerrarla y a pasar la cadena.

Fue entonces que el camión se detuvo, pero los hombres encargados de apearse los primeros como quien van a reparar la avería, se vieron obligados a arrojarse del vehículo y correr directamente hacia la cancela para impedir que fuera cerrada. El soldado Hernández, por su parte no tuvo tiempo de pasar el candado, pro se aferró con ambas manos a la cadena. Los asaltantes le descerrajaron varios tiros a boca de jarro pero, dato curioso, las crispaciones de la agonía mantuvieron a Hernández asido a la cadena y solo pudo desprendérsele después de muchos golpes y empellones.


Otros asaltantes también hicieron fuego a través de la reja, matando alo sargento Ríos y al vigilante Lugo…..Y entonces jugó el factor principal que fue la entrada en acción de la ametralladora oculta bajo la Escalera de los Embajadores. Dos minutos bastó a su dotación para hallarse en posición de fuego. Al abrirse la puerta de hierro se precipitaron dentro cuatro o cinco de los principales cabecillas…Estos hombres quedaron en el Cuerpo de Guardia mientras dirigían a otros más hacia la escalera de la izquierda que da al segundo piso. Después del combate hallamos los cuerpos de estos últimos a lo largo de los corredores….Al abrir fuego la ametralladora, todos cuantos después trataron de entrar fueron abatidos. Hallamos amontonados, junto a ella, catorce cadáveres, casi seccionados por los proyectiles.

Los demás de ese grupo corrieron por la galería hasta su final, doblando entonces hacia el Salón de Audiencias, que daba por la derecha, al Salón del Consejo de Ministros, por un lado y al despacho del Presidente por el otro…Se les dio el alto y ellos contestaron: “somos gente de Pizzis de Porras”, pero al mismo tiempo lanzaron una granada que por fortuna no estalló ….el teniente Ramos les disparó matando a los tres.

A partir de este instante puede decirse que el enemigo perdió toda cohesión y los que quedaban se l imitaron a correr por los pasillos sin objetivo aparente. Así fueron cayendo uno tras otro, casi todos por el fuego del Sargento Pimentel, que les disparaba desde el tercer piso.
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COMENTARIO DE ROBERTO A. TORRICELLA

 COMENTARIO DE ROBERTO A. TORRICELLA
(dejado en Cubanet  tiempo atras)

Tan culpables como los antedichos, algunos auspiciadores del triunfo comunista en Cuba entrevieron el peligro inminente pero las bajas pasiones (envidia, odio, hipocresía, resentimiento, cobardía moral y esa malsana inclinación de “pescar en río revuelto”) anularon la sensatez y al amor por Cuba. Miles de veces repetían la frase “cualquiera, con tal que se vaya Batista". Era intolerable para esa legión de necios que un hombre sin pergamino universitario, un simple sargento, dirigiera los asuntos del país. Y era tan profundo el odio clasista de tales “señoras y señores” que su animadversión era menor respecto a Castro. Cada vez que algún castrista arrepentido alude a la “traición” de Fidel, cita la promesa de éste de celebrar elecciones y de gobernar con la Constitución de 1940, como si esas circunstancias no hubieran ocurrido o estado vigente anteriormente.

DICTADURA O TIRANÍA

¿Qué es dictadura? ¿Qué es tiranía? ¿Qué es despotismo? ¿Hubo en Cuba durante la década de los 50s una situación que teórica o factualmente merezca cualquiera de esos nombres? Obviamente no. Veamos:

Dictadura es la concentración, en bien o en mal, de todos los poderes. ¿Tal era el caso en Cuba? Honestamente, no.

El Congreso ejercía sus funciones con independencia del Poder Ejecutivo y de la judicatura, con una representación oposicionista pequeña debido al retraimiento grausista en las elecciones, pero cumplió sus deberes con inteligencia y valor. En oportunidades diversas, leyes-decretos, aprobados por el Consejo de Ministros durante etapas de suspensión de garantías constitucionales y en receso el Poder Legislativo, fueron derogadas por éste al reanudar sus actividades.

El Poder Judicial (cuya independencia es suficiente para asegurar el carácter democrático de cualquier régimen), hubo de desenvolverse sin interferencia alguna, no obstante que su lenidad para con los terroristas constituía un estímulo a la sedición. ¿No se dictaron autos de procesamiento contra algunos miembros de la policía y del ejército por supuestos delitos cometidos al calor de la guerra civil? En ningún momento la estructura gubernamental, la “dictadura”, infringió la independencia del Poder Judicial.

No sólo los tres poderes del Estado eran interdependientes, sino que se desglosaron funciones del Poder Ejecutivo y se los adscribió a numerosos organismos autónomos y paraestatales cuya dirección y funcionamiento estaban a cargo de personas no vinculadas al gobierno.

Tiranía y despotismo poseen como elemento tipificador –adicional al de la dictadura- el ejercicio injusto, abusivo, anonadante de esos poderes. Contestemos con algunas interrogantes: ¿Por qué sobrevivieron Fidel y Raúl del asalto al Cuartel Moncada? ¿Por qué fueron excarcelados mucho antes de cumplir la sanción que le impusieron tribunales ordinarios? ¿Por qué la revista “Bohemia”, órgano del fidelismo, y otros, disfrutaron de las ventajas ofrecidas por bancos paraestatales creados por la “tiranía”? ¿Por qué la generalidad de los dirigentes terroristas y conspiradores claves que estuvieron en poder de la policía sobrevivieron a la “brutalidad” de ésta? ¿Por qué algunas entidades y empresas no fueron objeto de ataques o desaparecieron en aquella época a pesar de la ayuda notoria que prestaban al castrismo? ¿Por qué líderes oposicionistas recibían en el exilio las caudalosas rentas de sus propiedades? ¿Por qué periódicos, revistas, estaciones de radio y de televisión que alentaban la guerra civil no fueron allanados y destruidos sus maquinarias y mobiliario? Cualquiera que sea la respuesta, tendrá que aparecer en ella un elemento: la falta absoluta de crueldad, de prepotencia y de abuso por el gobierno existente.

¿Dónde está, pues, el dictador o el tirano?

BRUTALIDAD DE LA POLICÍA

La acusación de crueldad atribuida a la fuerza pública es la que más daño hizo ante la opinión pública internacional. Es, sin embargo, la más infame e infundada. La represión de los cuerpos policíacos fue una respuesta y rara vez se practicó descaminadamente. Aun así, como un exponente de que ni el ardor de la lucha ni la conciencia de que estaba en juego la vida, deshumanizaron la actuación del gobierno, ya que muchos pudieran confeccionar una extensa lista con los individuos a quienes protegió, escondiéndolos y atendiéndolos en sus casas, consiguiendo su excarcelación, facilitando su salida del territorio nacional, mientras que se mantenían a sus familiares en las posiciones públicas.

No puede aceptarse que la policía castigara con la muerte a quien produce la muerte indiscriminada con un aparato explosivo, pero no puede aceptarse tampoco que mientras se condene la acción policiaca, se cohoneste y aplauda la del terrorista. No puede aceptarse moralmente que el mayor número de víctimas producidas por un “revolucionario” merezca un alto grado en la jerarquía rebelde y que igual acción realizada por un miembro la fuerza pública merezca el pelotón de fusilamiento.

EL PELIIGRO DE CUBA

El peligro de Cuba no fue Fidel Castro ni su movimiento 26 de Julio. Lo fue la mayoría de la ciudadanía elite, clase media, y de profesionales, con cultura y patrimonio, que ciegamente y por odio apoyaron a un gánster de reconocida procedencia asesina. Será mucho más fácil rectificar el daño y la destrucción causada por la tiranía castrista que alimentar el sentido común y el juicio racional a una ciudadanía no pensante, fanatizada por tener a este tipo de criminal como su indiscutible líder cuando, en realidad, en Cuba no se requería ni había la necesidad de una sangrienta revolución terrorista. El problema es mucho más profundo y mucho más serio que Castro ya que él es una simple herramienta y síntoma del comunismo internacional que nos conquistó y destruyó a Cuba. Colocar la culpa solamente en el castro-comunismo no debe servir para cegarnos de la vasta cofradía de ignorantes que lo hicieron su príncipe. La república
sobrevivirá a Fidel Castro y sus secuaces pero es menos probable que sobreviva a la multitud de necios irresponsables como los que lo convirtieron en su Robin Hood.
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¿Qué es dictadura? ¿Qué es tiranía? ¿Qué es despotismo? ¿Hubo en Cuba durante la década de los 50s una situación que teórica o factualmente merezca cualquiera de esos nombres? Obviamente no. Veamos:

Dictadura es la concentración, en bien o en mal, de todos los poderes. ¿Tal era el caso en Cuba? Honestamente, no.

El Congreso ejercía sus funciones con independencia del Poder Ejecutivo y de la judicatura, con una representación oposicionista pequeña debido al retraimiento grausista en las elecciones, pero cumplió sus deberes con inteligencia y valor. En oportunidades diversas, leyes-decretos, aprobados por el Consejo de Ministros durante etapas de suspensión de garantías constitucionales y en receso el Poder Legislativo, fueron derogadas por éste al reanudar sus actividades.

El Poder Judicial (cuya independencia es suficiente para asegurar el carácter democrático de cualquier régimen), hubo de desenvolverse sin interferencia alguna, no obstante que su lenidad para con los terroristas constituía un estímulo a la sedición. ¿No se dictaron autos de procesamiento contra algunos miembros de la policía y del ejército por supuestos delitos cometidos al calor de la guerra civil? En ningún momento la estructura gubernamental, la “dictadura”, infringió la independencia del Poder Judicial.

No sólo los tres poderes del Estado eran interdependientes, sino que se desglosaron funciones del Poder Ejecutivo y se los adscribió a numerosos organismos autónomos y paraestatales cuya dirección y funcionamiento estaban a cargo de personas no vinculadas al gobierno.

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