martes, marzo 09, 2021

Francisco Almagro Domínguez: ¿Por qué no ha comprado Cuba la vacuna Sputnik?

 
Tomado de https://diariodecuba.com/

¿Por qué no ha comprado Cuba la vacuna Sputnik?

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Ojalá veamos a los dirigentes comunistas cubanos, sin trucos ni artificios, ser los primeros en aplicarse las vacunas nacionales.

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Por Francisco Almagro Domínguez

Miami

 08 Mar 2021

Una de las leyes de Murphy reza que lo que empieza mal lo más probable es que continúe mal. Desde el inicio de la pandemia el Gobierno cubano negó las altas cifras de contagio en el país, cargó las culpas de la propagación a los turistas —una vez eliminados los chivos expiatorios solo queda el cabruno nativo— y dijo que tenía el control de la enfermedad. En el colmo de la irresponsabilidad se invitaba a los extranjeros a escapar hacia el soleado Caribe, allí donde la cepa china se ahogaría entre mojitos, calores y otros servicios innombrables.

Fueron muchos los artículos "gusanos" que se escribieron no solo para alertar sobre la gravedad de la Covid-19 y la precariedad actual del sistema de salud cubano. También se dijo que una vez más la política y la sobrevivencia del régimen estaban por encima de cualquier cosa. Las experiencias de las epidemias de dengue, cólera, chikunguña y otras enfermedades alertaban sobre un probable manejo político y no completamente transparente, clínico, del coronavirus.

En cambio, la prensa involucionaria se volcó a criticar cómo se hacían las cosas en Estados Unidos, algo que el propio país admitía sin rodeos. Los dirigentes comunistas cubanos proclamaban, como tantas veces en más de medio siglo, que el "neoliberalismo", palabreja mal empleada y poco sensata, estaba en sus peores momentos: el sistema capitalista mostraba debilidad, insolvencia, desidia al descuidar la vida de sus ciudadanos.

Más allá de que la ausencia casi total de ética es un contravalor específico de las sociedades totalitarias debido a que no hay periodismo sino propaganda —"agitación y propaganda" leninista— la percepción inducida en la población de un supuesto control de la epidemia sembró en la mente de los cubanos que lo peor había pasado. El país contaba con todos los recursos, humanos y materiales, para lograr lo que sociedades cientos de veces más ricas y preparadas no habían podido conseguir.

Una vez más, pero ahora con trágicas consecuencias, la necesidad de mantener el poder político se ha impuesto sobre la salud, la economía, la vida del simple ciudadano. Así fue, así es, y así será. Los comunistas no acaban de comprender que la salud, la economía y otras ciencias son solo eso, ciencias. Tienen reglas de obligatorio cumplimiento. Violarlas, como ha hecho el socialismo en cualquier rincón de la tierra, solo ha traído miseria, infelicidad, emigración y muerte. Tal vez no lo entienden porque es como una psicosis. Son mentes irreductibles por los hechos, por la razón, por las evidencias más pedestres. Sienten no tener que pedir disculpas por nada ni por nadie. 

Cuando comenzó la pandemia, los expertos del mundo entero coincidían en que la única solución era la vacuna. Rápidamente los laboratorios más avanzados del mundo desempolvaron algunas técnicas novedosas, y así surgieron las vacunas de Pfizer y Moderna, verdaderos hitos dentro del campo médico. En la Isla apenas se escribió sobre esto, como es costumbre. Para contrarrestar el efecto positivo de la noticia —el amartizaje de la NASA ha tenido solo algunas líneas en la prensa cubana—, comenzaron a propagandizarse las vacunas nacionales, llamadas Soberana I y II, Abdala y Mambisa.

La idea por cultivar en la mente de los compatriotas —tarea fácil pues no hay como contrastar la información— es que los candidatos vacunales cubanos están casi listos para ser usados. En realidad, escasamente comienzan el largo proceso de fase III. Esta etapa es complicada, y debe ser monitoreada de cerca. Los títulos de anticuerpos y otras evidencias de su inmunidad llevarían numerosos recursos materiales y humanos y meses de ensayo.

Nunca debemos dudar de la capacidad intelectual, técnica y del sacrificio de los investigadores cubanos. Ni de esta época ni de ninguna. No dimos un Carlos J. Finlay y un Joaquín Albarrán por casualidad. Los institutos científicos de la Isla, en época de la ayuda soviética y un poco después, podían codearse con los mejores del mundo. Solo hay que mirar la enorme cantidad de profesionales de la salud y las ciencias que se han insertado exitosamente en el competitivo mercado laboral norteamericano. La involución les puso un "bistec" porque convenía económica y políticamente. Ellos no desaprovecharon la "fibra".

La contrariedad con las soberanas, la mambisa y cualquier otra vacuna patriótica no es si son o no buenas, efectivas. Es muy probable que lo sean. El problema es cuando el poder presiona a la ciencia para mercadearlas lo antes posible, hacer de ellas otra propaganda política, la de ser el único país en el área que la produce, y ser medicamento universal, curalotodo. Como cualquier remedio, siempre habrá buenos y malos resultados. Pero nadie se entera de lo malo, solo de lo bueno. Ha pasado con el Interferón alfa 2-b, la Melagenina Plus, el veneno de alacrán (Lifescozul) y la pócima de mango (Vimang).

Tampoco casi nadie en la Isla sabe que en el país del "neoliberalismo fracasado" hay casi 50 millones de personas vacunadas; que las cifras de contagios y muertes han disminuido drásticamente. En América Latina avanzan las inmunizaciones. En la colonia venezolana, sin mucho para comer, se adquirieron vacunas rusas. Y China, con su espíritu neocolonizador, envía lotes de su vacuna Sinovac a México y otros países del área.

¿Por qué en Cuba hay que esperar? ¿Por qué no se ha comprado la vacuna Sputnik? Los rusos suelen ser muy buenos, generosos, serios investigadores. ¿No hay dinero para comprar la vacuna, o la deuda con el "amigo entrañable" está en la entraña que no se puede pagar? La vacuna china, ¿es segura? ¿Por qué no empezar con la inmunización, china y rusa, y después, cuando la insurrección soberana alcance autonomía, proseguir con ella?

Son muchas las preguntas que los periodistas no hacen, no pueden o no quieren hacer. Lo que comenzó mal parece seguir mal: Covid-19 y pesos cubanos, no dólares ni CUC, por todas partes. Confiemos que nadie en el Palacio de la Revolución, a pesar de sus avanzadas edades, se haya vacunado con Pfizer, Moderna o Johnson and Johnson. Tampoco con las variantes china y rusa. Ojalá veamos a los dirigentes comunistas, sin trucos ni artificios, ser los primeros en aplicarse las soberanas y la mambisa. No sería solo un acto de patriotismo. Sería un acto de coherencia y respeto al pueblo que dicen representar.

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