jueves, julio 29, 2021

Miguel Sales Figueroa con dos artículo: El Presidente López Obrador y la solución del problema cubano Liturgia y semántica de “la revolución” por Miguel Sales

 El Presidente de México AMLO sobre de Cuba en reunión de cancilleres de la CELAC


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López Obrador y la solución del problema cubano 

Por Miguel Sales Figueroa

Málaga, España

29 de julio 2021               

En un discurso pronunciado con motivo del 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar, ante cancilleres y altos funcionarios de 33 países latinoamericanos y caribeños, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, elogió a Cuba porque “ha sido el único país del continente que se ha enfrentado a la hegemonía de Estados Unidos”.

Tras hilvanar algunos disparates históricos acerca de “la unidad del continente latinoamericano forjada por Bolívar” y las relaciones de Washington con los países del sur, volvió a encomiar la política cubana de los últimos 62 años y calificó a la Isla de “nueva Numancia por su ejemplo de resistencia”, añadiendo que, ”por esa misma razón, Cuba debería ser declarada patrimonio de la humanidad”.

Creo que esta vez la fértil imaginación de AMLO se ha quedado corta. Habría que dar un paso más allá y proponer que la UNESCO proclame a Cuba Parque Mundial. Así como los países tienen sus parques regionales o nacionales, las Naciones Unidas podrían declarar que todo el territorio de la Isla y el conjunto de sus habitantes quedaran bajo la jurisdicción de la comunidad internacional. Como el magno organismo no suele ser parco en sus denominaciones, el nombre definitivo podría ser algo así como “Parque Jurásico del Socialismo Real en el Planeta Mundial Globalizado” o PJSRPMG, para abreviar. (Confieso que esta última precisión de planeta-mundial-globalizado no es de mi cosecha; la aprendí de una diplomática guatemalteca muy ducha en gramática (más bien parda) que ejercía sus talentos en los cenáculos parisinos de finales de siglo). 

De aprobarse, esta medida podría ser la solución de todos los problemas que afligen a los 11 millones de cubanos que malviven allí. Para empezar, se prescindiría del gobierno y de sus innumerables parásitos: burócratas del PCC, policías, militares, administradores, dirigentes de los CDR, etc. El nuevo PJSRPMG estaría administrado por un reducido equipo de interventores suecos y jardineros surcoreanos, acompañados de un pequeño número de guardas forestales finlandeses. 

La entidad recibiría subsidios del Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO y además cobraría una tasa adicional de entrada a los turistas extranjeros que quisieran recorrer esa maravilla universal y aprender la historia revolucionaria y antiimperialista del país, que condensaría la historia del mundo. Habría secciones inspiradas en Disney World o en el Parc Astérix de las afueras de París, con atracciones como una aldea de guanajatabeyes en trance de ser arrasada por los conquistadores españoles, con hogueras y todo; una representación del alzamiento de los vegueros contra el estanco de tabaco decretado por la Corona en 1717; un barracón de esclavos subsaharianos (aquí podrían darle un pequeño papel a Díaz-Canel, en plan de mayoral con látigo, por ejemplo); un barco cargado de chinos de Cantón, engañados por la codicia de los hacendados habaneros, que cruza el océano rumbo a las plantaciones de la Isla; una escenificación de “qué-república-era-aquella”, con senadores gordos vestidos de dril cien que encienden sus puros con billetes de 20 dólares, mientras la gente muere de hambre en torno a sus cadillacs y, en fin, la representación de la magna odisea libertadora, que empieza con el humanitario asalto al Cuartel Moncada, -Raúl disfrazado de enfermera de la Cruz Roja, curando a los militares de la tiranía heridos en combate-, Fidel montado en Ubre Blanca tremolando una banderola que ponga “Socialismo o Muerte, leches”; las masas coreando “Paredón p’a los gusanos” ante el Palacio Presidencial, y escenas de las múltiples victorias, de Playa Girón a Mariel y de las colas ante las oficinas de Inmigración (para inmigrar, claro) hasta el pueblo enfurecido machacando a los anexionistas el 11-J.

Una iniciativa tan noble no debería caer en saco roto y la persona más indicada para dirigir este proyecto auspiciado por las Naciones Unidas sería, por supuesto, López Obrador. El primer magistrado azteca podría desempeñar el cargo una vez que deje la presidencia de México en 2024, ahora que la fuerza hegemónica de los malvados yanquis ha desmantelado el estupendo sistema del dedazo presidencial con el que el PRI les garantizaba una holgada sinecura vitalicia a sus ex mandatarios. En su nuevo destino podría repetir los triunfos logrados durante su presidencia en la lucha contra los narcotraficantes, la pandemia de COVID-19 y los feminicidios en México. Pobre país, -parafraseando a Porfirio Díaz-, tan lejos de Washington y tan cerca de La Habana.

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  Liturgia y semántica de “la revolución” 

Por Miguel Sales Figueroa

24 de julio 2021               

El 11 de julio de 2021, un número considerable de cubanos se echó a la calle para protestar contra el gobierno que los oprime y les obliga a vivir en la pobreza. Por primera vez en 60 años, los opositores al régimen comprobaron que son muchos y que no están solos. Intuyen que por cada manifestante que bajó al asfalto, hubo 20 compatriotas que no se atrevieron, pero que los apoyaban in pectore.

Ese día, el miedo cambió de bando y los jerarcas comunistas contemplaron por primera vez la posibilidad real de que en la Isla pueda repetirse lo que hace tres décadas ocurrió en Europa del Este. Poco importan los “actos de repudio” y las concentraciones de masas que la dictadura saque a escena. Cuando el vendaval de la libertad sopla entre las grietas de un sistema arcaico, no hay gesticulación ni conjuros suficientes para evitar el derrumbe.

La prensa occidental reseñó los sucesos desde diferentes puntos de vista. Pero los titulares fueron curiosamente análogos: “Disturbios vs Revolución”. Ya fuera The New York Times, The Economist, Le Monde o El País, todos coincidieron con el oficialista Granma en que “La Revolución” (es decir, el régimen anquilosado del PCC que apenas ha cambiado en seis decenios bajo la férula de sus nonagenarios fundadores) se enfrentaba a una horda de vulgares perturbadores que coreaban, entre otras consignas freudianas, “libertad”, pero que en realidad querían remesas, visados, ventiladores y cajitas con croquetas.

Afirmar que la revolución cubana de 1959 es un suceso que todavía sigue ocurriendo en la Isla 62 años después, equivale a decir que el régimen de Leonid Brezhnev era la Revolución de Octubre en 1980. A nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido calificar de “revolución” al gobierno soviético de ese año y, sin embargo, los más prestigiosos periódicos de hoy no tienen empacho en llamar “revolución” a la tiranía valetudinaria que administra Díaz-Canel. Estas muestras de pereza intelectual y estupidez colegiada son muy frecuentes cuando la prensa occidental trata de asuntos relativos a América Latina. “Revolución” e “imperialismo” son dos comodines que ahorran el análisis de situaciones complejas y reconfortan a buena parte de los lectores “progresistas”.

El despliegue de los escuadrones policiales disfrazados de pueblo enardecido constituye el otro aspecto esencial de la liturgia totalitaria en situaciones como esta. No es cuestión de preservar los privilegios de una casta militar corrupta ni de proteger a los funcionarios que administran el cortijo, sino de defender “las conquistas de la revolución” (léase educación, sanidad y deportes, sectores todos menguantes y de execrable calidad) ante decenas de miles de anexionistas y agentes de la CIA que quieren convertir a Cuba en un suburbio de Miami, sin escuelas ni hospitales.

La aceptación del lenguaje gubernamental y de los clichés de la izquierda marxista dificulta la comprensión de lo que sucede hoy en Cuba y solo beneficia al Estado represor. Para entender lo que ocurre allí es preciso desprenderse de la semántica “revolucionaria” y examinar la realidad sin anteojos. La dictadura del PCC es un anacronismo, incapaz de solucionar los problemas fundamentales del país, y únicamente podrá mantenerse en el poder mediante la violencia y la intimidación. Pero la población ha empezado a perder el miedo y comienza a reclamar los derechos más elementales, que el sistema comunista ha pisoteado durante 60 años. El desenlace demorará más o menos tiempo, pero no hay duda alguna de que la libertad terminará por imponerse. 

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