Batista fue un dictador demócrata
Por Tania Díaz Castro
4 de agosto, 2016
LA HABANA, Cuba.- Un breve vistazo a la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), nos obliga a decir, si este concepto se pudiera utilizar en política, que estamos ante un dictador demócrata.
En agosto de 1955 pudo crearse en Cuba, sin discreción alguna, la Sociedad Amigos de la República (SAR), cuyo propósito fue unir a toda la oposición política del momento.
Don Cosme de la Torriente (Cuba 1872-1956), una de las figuras históricas más prestigiosas del país, convertido en el alma de dicho movimiento, en octubre solicitó una entrevista con Batista. Quería reclamarle unas elecciones libres, como lo requería la Constitución de la República.
Al negarse Batista, aludiendo la falta de condiciones legales de Don Cosme para exigir tales peticiones, éste decidió el 19 de noviembre organizar un gran mitin o reunión pública a lo largo de la Alameda de Paula, en el barrio portuario de La Habana, en el que participaron decenas de líderes opositores y cientos de simpatizantes del SAR.
Menos los comunistas, todos los opositores a la dictadura de Batista estuvieron presentes: José A. Echevarría, presidente de la FEU, Raúl Chibás, de los ortodoxos, Carlos Prío, Ramón Grau San Martín, Miró Cardona, Rogelio Pina, del SAR, Amalio Fiallo, del Partido Radical, José Andreu, de los demócratas, el destacado periodista José Pardo Llada y otros.
Por supuesto, el Movimiento 26 de Julio estuvo ausente. Incluso Fidel Castro exhortó desde su exilio mexicano a los ortodoxos para que no asistieran.
Sobre este hecho, que demuestra a las claras que Batista no fue tan tirano como Castro, nada dicen los medios masivos de divulgación, todos pertenecientes al régimen castrista. Tampoco dicen que Fidel no admite siquiera que un grupo de mujeres vestidas de blanco, familiares de presos políticos se manifiesten pacíficamente en las calles.
Fue precisamente 1955 el mejor año de la economía cubana. El turismo fue mayor que en ocasiones anteriores, la producción nacional fue un 7 % superior al año anterior y los habaneros veían complacidos un gran auge constructivo: rascacielos, hoteles de primera, nuevos barrios, así como bellos edificios para ministerios y viviendas, al sur y al este de la ciudad.
¨El mitin contra Batista –así lo califica el célebre historiador inglés Hugh Thomas- representó un hito en la historia de la oposición demócrata¨. Batista, después de declarar que ¨es bueno para el país que ocurran esos mítines¨, aceptó entrevistarse con Don Cosme en dos ocasiones: el 29 de diciembre y el 10 de enero de 1956. En su última entrevista le propuso al líder octogenario que se ocupara de organizar un diálogo cívico entre todas las fuerzas opositoras, algo que no se logró.
Mientras tanto, la policía utilizaba los métodos más tradicionales para eliminar a los terroristas y Fidel Castro se mantenía firme en mantener la violencia, pensando en una invasión y una guerra de guerrillas que nunca logró su objetivo: derrocar al gobierno, algo que sí ocurrió, para sorpresa de todos, cuando el dictador se marchó del país con amigos y colaboradores, pensando en un futuro de paz.
Pero la paz claro que no llegó. El hombre que ocupó la vacía silla del más alto poder era un joven belicoso, demasiado inclinado a la guerra, utilizando el dinero del pueblo para llevarla a países amigos por espacio de varias décadas.
Era de esperar su reacción cuando el diálogo de la oposición democrática fracasó en los primeros meses de 1956. Supo provechar la situación y en términos irrespetuosos soltó una andanada de insultos, tildándolos de ¨políticos de mala fe¨, ¨envidiosos mediocres¨, y argumentando ¨intrigas de incapaces¨, ¨propio de la cobardía de los intereses creados¨.
Cualquier analista político hubiera declarado que el futuro guerrillero siempre se inclinaría por romper las ataduras de la política democrática normal. No quería ser un simple presidente por cuatro años, olvidado entre un montón. Quería un imperio que le ofreciera combates. Quería gobernar hasta el sepulcro.
Fue y es así. Fidel tenía sus propios planes imperiales con Batista: convertirse, en pleno siglo XX en otro de los personajes históricos de Plutarco, preferiblemente Alejandro Magno, o Julio César, o cualquier otro de los antiguos dictadores del famoso libro Vidas Paralelas, que Fidel se estudió en la cárcel. Como se vio reflejado en aquellos varones, los súbditos de su prensa le endilgan un grandioso pasado, sin Libreta de Abastecimiento, ni Periodo Especial durante más de medio siglo.
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