De Cuba: Las Nochebuenas y Navidades que nos robaron. Fidel Castro, el Grinch cubano
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Analogías
Por Padre Alberto Reyes.
25 de diciembre de 2021
Han pasado siglos desde la primera Navidad, y a través del tiempo, personas y naciones han celebrado el acontecimiento que vino a dar un sentido nuevo a la existencia, un sentido y una esperanza. Porque el Dios-con-nosotros no vino a hacer de esta tierra un paraíso sin penas; vino para enseñarnos a levantar la cabeza, a aplastar a la serpiente y a luchar por lo mejor de nuestra alma.
Hoy, más que nunca, esta Cuba nuestra necesita escuchar el mensaje del ángel a los pastores: “No teman, traigo una buena noticia, una noticia que será causa de alegría, porque llega la salvación”. Y es que tal vez nunca antes la realidad de esta tierra fue tan parecida a la de la primera Navidad.
Como aquel pueblo donde Dios se hizo carne, recibimos la Navidad sumergidos en tiranía y esclavitud, sometidos por un poder arbitrario, sin justicia, sin otras reglas que la imposición de la obediencia a través del miedo y la represión; maniatados, impotentes antes un poder omnipresente y controlador, vigilados por centuriones oficiales y extra oficiales.
Recibimos la Navidad como un pueblo que añora la libertad pero que olvida con facilidad a los que han sido encarcelados por defender el derecho a esa libertad; un pueblo que apoya en silencio al oprimido y reverencia en público al opresor; un pueblo sin pan pero ávido de circo, y que a la primera oportunidad huye hacia donde no escasea el pan y no es necesario el circo.
Un pueblo que, al igual que el antiguo Israel, cuando escucha hablar de libertad piensa en la destrucción de los poderosos de turno y el establecimiento de un reino próspero y terrenal, echo de posibilidades materiales, viajes y supermercados, y que parece no ser capaz de mirar ni entender las profundas esclavitudes de su alma.
Recibimos la Navidad en una isla cerrada sobre sí misma, con gobernantes soberbios e idólatras, que adoran el poder y desprecian a los que afirman servir, y un pueblo que sigue olvidando a su Dios, incapaz de decir, como reza una antigua plegaria hebrea: “Hemos pecado, somos de verdad culpables, hemos sido rebeldes a tu voluntad, hemos cometido abusos de confianza, hemos blasfemado, hemos incitado al mal, hemos condenado al inocente, hemos sido orgullosos, hemos actuado con violencia, hemos afirmado cosas falsas, hemos engañado, hemos despreciado cosas respetables, hemos despreciado tus leyes, hemos sido perversos, hemos cometido injusticias, hemos oprimido al prójimo, hemos endurecido nuestro corazón, nos hemos entregado a la corrupción, hemos cometido acciones vergonzosas, hemos seguido malos caminos, hemos rechazado a nuestro prójimo, hemos abandonado tus mandamientos”.
Sí, hoy más que nunca necesitamos la Navidad, la experiencia del Dios fiel que no ha dejado de acompañarnos y que nos dice “levántate y anda”, “no tengas miedo”, “yo estoy contigo”. Necesitamos acoger al Dios que nos devuelve la vista, que nos limpia de la lepra, que nos levanta de nuestras parálisis; al Dios que perdona y detiene las piedras, que nos abraza cuando volvemos rotos a casa, que deja a las noventa y nueve y nos busca, y nos llama por nuestro nombre.
Y necesitamos también al Dios que multiplica los panes y los peces, pero no para hacer ostentación de estómagos llenos, sino para decirnos que, cuando abrimos la vida al bien, a la justicia, a la verdad…, se reconstruye la armonía del origen, y la salvación se hace capaz de permear, no sólo el espíritu, sino toda la existencia.
* Padre Alberto Reyes Pías nació en Florida, Camagüey. Estudió Psicología Pura en España, antes de entrar al Seminario estudió 3 años de Medicina (en Cuba), lo dejó para entrar en el Seminario. Párroco en Esmeralda, Camagüey.
Las nochebuenas y navidades que nos robaron
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¿Pagarán los hermanos Castro por tanta maldad?
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Por Eugenio Yáñez
Miami
24/12/2015
Hace ya 46 años, un “invicto” farsante que terminaría apoderándose de todo lo que le conviniera, no contento todavía con lo que hasta ese momento había arrebatado a los cubanos, acabó con las fiestas de Nochebuena, Navidades, Año Nuevo y Los Reyes Magos. Le encolerizaba ver alegres a los cubanos, aunque fuera por unas horas solamente.
Acabó con las de los cubanos de a pie, claro. Las de su camarilla, familiares y compinches nunca se tocaron. Y mientras la población tendría que esperar el año nuevo llenando bolsitas de posturas de café para otro de los geniales planes del visionario en jefe, la pandilla en el poder lo que hizo fue celebrar sus saraos más discretamente, por aquello de que “el pueblo” no supiera de otra estafa más de “la revolución”.
El pretexto de Quién Tú Sabes fue el así llamado por él mismo “año del esfuerzo decisivo”, 1969, donde prácticamente se paralizaría todo lo demás en el país en aras de lograr diez millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970, con aquella maniática obstinación “de que van, van”. Aunque esos diez millones nunca fueron ni podrían ir, porque todo era otro delirio más, sin bases ni fundamentos reales ni condiciones materiales para lograrlo.
Cuando en 1970 al Comandante no le quedó más remedio que reconocer abiertamente el fracaso de su desvarío con aquella zafra loca, los ilusos pensaron que las navidades serían restablecidas, pues ya no se podría repetir la colosal movilización que solamente logró desorganizar y destruir aun más la economía y darle nombre a una conocida agrupación de música popular que perdura hasta nuestros días.
Los ilusos olvidaban los profundos rencores y complejos de un hijo bastardo que nunca recibió amor familiar y desde pequeño fue enviado a estudiar lejos del hogar, o los resentimientos transmitidos por un padre derrotado por cubanos y americanos en la Guerra de Independencia, mientras servía en el ejército colonialista español. ¿Alguien recuerda a Fidel Castro disfrutando la presencia de un hijo o un nieto a su lado? ¿Alguien lo recuerda en alguna reunión familiar? ¿Alguien lo ha visto alguna vez cantando o bailando, aunque fuera mal, solamente para divertirse? ¿Alguien le ha escuchado alguna vez contando un chiste? Demasiada frustración y rencor en su mezquina existencia para gestos como esos, comunes en los seres humanos, imposibles para él.
Por eso enfrió las ilusiones de los ingenuos con un “razonamiento” propio de su maldad: las fiestas navideñas eran una tradición impuesta por los conquistadores españoles, de la que había que “liberarse” para ser verdaderamente independientes.
De inmediato aparecieron intelectuales de pacotilla justificando teóricamente el desvarío, y explicando que si esto o aquello. Un mediocre documentalista del régimen, considerado “genial” por la nomenklatura, estrenó un bodrio fílmico con el infamante título de “La tradición se rompe… pero cuesta trabajo”, que no aportaba nada ni a la idea en cuestión ni al séptimo arte, pero que representó para él palmaditas en la espalda y uno que otro viajecito más al extranjero.
Así los cubanos en tiempos del castrismo, como cristianos en catacumbas romanas, celebraban las fiestas a escondidas en la medida de lo posible, cuidándose del “chivatazo” de los delatores del Comité de Defensa de la Revolución, y consiguiendo como pudieran, tras muchas dificultades, un pedazo de carne de puerco, plato típico de la Nochebuena cubana, y cualquier cosa para esperar el año nuevo. Los niños quedaron sin regalos el Día de Reyes, pues según el invicto la fiesta de los niños tendría que ser por el 26 de julio, que fue cuando de verdad nacieron. ¡Pobres niños!
Con el tiempo, las celebraciones por fin de año se fueron imponiendo, pero no como fiesta familiar y de amigos, sino celebración de un aniversario más del “triunfo de la revolución”. Y para colmo de males, a las doce en punto de la noche, cuando todos en el mundo se felicitan mutuamente e intercambian brindis y saludos, aparecía en la televisión el Invicto Continuamente Vencido hablando de los “logros” del año que finalizaba y de lo duro que sería el siguiente año. ¿Alguien le escuchó alguna vez decir que el año que comenzaba no sería tan duro y que las condiciones de vida de los cubanos mejorarían? Si lo hubiera dicho alguna vez estaba mintiendo, y él lo sabía perfectamente.
Fue solamente casi treinta años después de aquella arbitrariedad, con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, que el régimen aceptó la celebración de la Navidad en Cuba. Y no pudo controlar más a los cubanos en ese tema, que comenzaron a celebrar abiertamente Nochebuena, Navidad y Fin de Año, no recordando un aniversario más de la desgracia, sino como se hace en todo el mundo: con familiares, amigos, fiestas, y los mejores deseos de un mejor año y de prosperidad para todos.
Sin embargo, las condiciones son cada vez más difíciles para los cubanos. No es sencillo preparar hoy una modesta cena de Nochebuena cuando la libra de carne de puerco se vende a 40 o 50 pesos, en un país donde el salario medio no sobrepasa 700 pesos mensuales, y muchos cubanos, sobre todo jubilados y pensionados, reciben menos que eso cada mes. Más lo que cuestan el arroz, los frijoles, la yuca y vegetales para preparar una ensalada. Ni es fácil tampoco celebrar a los niños el Día de los Reyes Magos, cuando los pocos juguetes disponibles se venden a precios astronómicos en moneda fuerte en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, controladas por los militares.
Entre los gravísimos daños antropológicos que han provocado los hermanos Castro a la nación cubana, no puede olvidarse el repugnante crimen de haber aniquilado las ilusiones de los niños del país y las alegrías y celebraciones más abiertas, puras y nobles de los cubanos. ¿Pagarán por eso en algún momento?
Se perfectamente que este artículo no gustará a los troles habituales de estas páginas, ni a los que llevan a Castro en su alma como La Bayamesa. Ni me interesa. Preocupante sería si dijeran que escribo artículos concretos, balanceados, objetivos o realistas, como dicen de los de otros personajes que publican por aquí.
A todos los cubanos, incluso a esos miserables troles que luchan su jabita difamando y mintiendo, les deseo una Feliz Navidad y un excelente año 2016.
¡Algo que nunca ninguno de los hermanos Castro ha sido capaz de hacer públicamente!
© cubaencuentro.com
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