viernes, junio 24, 2022

Video: Carlos Otero habla como nunca y se confiesa con Otaola, sobre su vida en Cuba, Salvador Blanco, Haniset y Carlucho

 Cubanos por el Mundo

Carlos Otero se confiesa con Otaola y cuenta todo sobre su vida en Cuba, su ruptura con Haniset, su salida de América Tevé y sus problemas con Carlucho

Carlos Otero habla como nunca y se confiesa con Otaola, sobre su vida en Cuba, Haniset y Carlucho


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ADN Cuba

Yossie Galindo entrevista a Salvador Blanco, cubano, multifacético profesional, actor, humorista, presentador, quien actualmente es reportero en la TV de Miami. Nacido en Cuba, trabajó allí en la TV, llegó a ser muy popular. Creyó en la revolución, pero cuando comenzó a hacer críticas fue preso, luego se exilió a Francia y después llego a Miami. Comenta sobre su vida en Cuba, y su vida actual en Miami.

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Tomado de Cuba Encuentro.com del 3 de didiembre del 2004

Para Bailar con Salvador

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Salvador Blanco, el popular animador que hizo época en la televisión cubana, cuenta su historia de estrella, preso y exiliado.
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Por Ivette Leyva Martínez, Miami
3 de diciembre de 2004

Venerado como un ídolo de multitudes en Cuba veinte años atrás, Salvador Blanco vive hoy discretamente en Miami como camarógrafo y productor televisivo. Entre 1978 y 1982 animó el programa Para Bailar, que puso a la juventud a danzar al compás de la música en inglés más moderna y de los ritmos tradicionales cubanos, por entonces arrinconados en el olvido.

( Salvador Blanco, año 2004 )

Carismático, chistoso, incisivo hasta los límites, Salvador se convirtió en el líder de un grupo de animadores talentosos que contaba con Lily Rentería, Caridad Ravelo, Albertico Pujols y Carlos Otero, entre otras promesas que terminaron escalando la consagración profesional.

Con apenas 20 años, el locutor, mimo y comediante recorrió el país con diversos espectáculos, convirtiéndose en uno de los animadores más populares de su época. Su estrellato quedó abruptamente truncado cuando las autoridades cubanas descubrieron un intento de "deserción", y Salvador desapareció para siempre de la pantalla chica y del ámbito cultural en la Isla. Lo que pocos cubanos saben es que cumplió tres años de prisión inclemente y que mucho tiempo después, en el exilio, la sombra de Para Bailar continúa persiguiéndole hasta la seducción.

La televisión fue siempre un trampolín para las jóvenes figuras y un espacio de limitado acceso para varios artistas en Cuba. ¿Cómo fue su entrada en el medio televisivo?

Cuando salgo del Ejército, un amigo que pasó conmigo el servicio militar y que se desempeñaba allí como jefe de personal y recursos humanos, me quitó todo lo malo que yo tenía en mi expediente, y por "palanca" entré en el grupo de pantomima de la televisión, en 1974 ó 1975. Se empezó a rumorar que había un muchacho que hacía pantomima pero que era cómico haciendo cuentos, y es así como un día vino a buscarme uno de los más grandes maestros que he tenido en el humor: Enrique Arredondo. Me dice: 'Salvador, va a empezar a trabajar con nosotros en una gira por todo el país y yo le voy a pagar a usted'.

Eso fue tremenda escuela porque se trabajaba con un tremendo grado de improvisación. Arredondo decía: 'Tú eres la esposa mía, pero como yo soy viejo tú me estás pegando los tarros con éste —que soy yo— y esta es la mujer de este que se entera y te 'ripia' a ti, y en 10 minutos salimos'. Con esos datos, 45 minutos de humor. Lo principal que aprendí con él es que cada uno tiene su momento. Cada actor tenía un momento estelar con Arredondo.

¿Cuál es su verdadera historia con Para Bailar?

Un día llegó el productor Eduardo Cáceres Manso y me dijo que andaba buscando un presentador para un programa bailable. Y ahí empezamos a trabajar juntos, y dimos el 'paletazo'. Empezó en 1978 y duró cuatro años, todos los domingos, hasta que yo caí preso. Yo era el mayor del grupo, con 25 años. Lo que más disfrutaba del programa era la competencia sana que había en todo ese grupo —que tenía gente excelente, muy talentosa— por destacarse. Hicimos una reconquista de la música cubana a través de la música americana. La juventud empezó a bailar danzón, guaguancó, cha cha chá…

¿Qué es lo que recuerda con más agrado de esa época?

Hice mucho bien a través de Para Bailar, porque el poder de la popularidad era muy grande en Cuba. A la gente que podía le conseguía trabajo. Visitaba hospitales, escuelas, centros de trabajo. Me decían: 'Chico, la empresa tal quisiera hacer un Para Bailar allí', y yo les decía: 'Sí, de acuerdo', y como la fábrica era de muebles, pues revolvía una silla para un amigo que la necesitaba. En esa época pude hacer maravillas.

Actualmente mucha gente me recuerda por esos gestos. Aquí me encontré con una persona que me recordó que lo había sacado de la cárcel, cuando lo cogieron preso en unos carnavales.

Trabajaba para los niños con síndrome de Down, y eso casi me salvó la vida una vez. En el Combinado del Este, en La Habana, donde cumplí tres años de prisión, me cambiaron de piso. No sabía que cuando yo estaba en plena popularidad había cargado y besado a la hija del jefe de piso. La niña padecía del síndrome de Down. Aquel tipo me recordó ese momento y me enseñó la foto, y se viró para los otros presos y dijo: 'Al que me toque a este, lo…'.

¿Realmente cuál fue el motivo de su desaparición de la vida pública? ¿Cómo empezó a caer en desgracia?

Yo era novio de la sobrina de Fidel, la hija de Emma Castro, que vive en México desde los años cincuenta. Me empato con esta muchacha mexicana, que era un encanto, y la Seguridad del Estado no tardó en hacerme saber quién era ella. Un día Emma me manda a buscar. Estábamos nosotros tres, el pianista Jorge Luis Prats y la escolta de Fidel. Allí estaba Fidel. Me solté, y le dije: 'Comandante, aquí cuando hay un juego de pelota importante y usted está en el estadio, a mí no me dejan entrar'. Él me preguntó por qué, y le dije: 'Bueno, porque parece que yo soy tan famoso como usted'.

Tú, estando al lado de Fidel Castro, no puedes ni imaginar que seas superior o más famoso que él. Desde ese día me quitaron los momentos importantes en Para Bailary se los empezaron a dar todos a Carlos Otero. A partir de ahí comencé a planear la salida ilegal, que ya tenía en mente desde 1980.

( Carlos Otero en Miami )

¿Por qué quería irse si estaba en la cima de la popularidad?

Pensaba que la revolución era justa, pero cuando comienzo a relacionarme con los hijos de los dirigentes, empecé a pensar, 'coño, esto no fue lo que a mí me pintaron, esto no fue lo que me hablaron. ¿Por qué este tiene un carro, y los hermanos tienen otros carros y yo no? Yo que estoy en televisión no tengo ni cómo moverme por La Habana'.

En 1979 tuve que ir a La Cabaña —la antigua fortaleza colonial convertida en prisión— para hacer la filmación de Leyenda, de Rogelio París, una película que está por debajo de la categoría de las películas horribles. Durante los rodajes, me encuentro que un tremendo montón de amigos del barrio, de la escuela, estaban presos allí y me mandaban mensajes para sus familiares.

Ese día me fui lleno de papeles para llamar a sus casas y dar recados. Y me digo, 'coño, pero cuánta gente presa'. Ahí comprendí de una vez que no jugaba la lista con el billete: la realidad no tenía nada que ver con lo que decía el discurso oficial. Me empiezo a virar, empiezo a recibir información de Miami. No me quedé en Alemania cuando fui en 1979, porque pensé que lo que le iba a caer a mi mamá encima iba a ser tremendo.

¿Cómo es que cae preso?

Me iba en un viaje turístico y al mismo tiempo iba a hacer algunas presentaciones en la televisión de Checoslovaquia. Pensaba quedarme al regreso, en la escala de Canadá.

Pero sucede un imprevisto. Mi padrastro, que era psiquiatra de los servicios de contrainteligencia en aquel momento, recibe la visita de un antiguo amigo, profesor emérito de la Universidad de Santiago de Cuba, quien había mantenido oculta su fe católica. El profesor le cuenta que lo cogieron en una iglesia y lo sacaron de la universidad. Mi padrastro se solidariza con él y le dice: 'doctor, ¿por qué no hace lo que vamos a hacer nosotros?'.

El profesor pensó que mi padrastro le estaba haciendo un trabajo para la Seguridad del Estado y cuando llegó a Santiago de Cuba lo primero que hizo fue denunciar nuestro plan de desertar. Por entonces, yo seguía en Para Bailar pero ya casi sin participación, hasta que un día me dijeron que en la grabación siguiente no podía participar y, poco después, me llevaron preso para Villa Marista. No vi más el sol hasta nueve meses después de mi arresto.

Eso fue en 1982. Nos metieron presos a mi mamá, mi padrastro, a mí y a un amigo. Mi padrastro estuvo preso igual que yo, tres años, y mi mamá estuvo presa un año y algo más. Me hicieron el juicio como al año y pico de estar preso. Como a tanta gente, primero me acusaron de espía "XR60H22" de la CIA, después de intento de salida ilegal del país y de algo parecido al desacato al comandante en jefe.

Usaron los pasajes de avión, hubo testigos en contra, gente que ni sabía que nos queríamos ir pero que los pusieron ahí y declararon, gente que nos visitaba, que aparentemente era amiga. Me 'echaron' tres años por salida ilegal, el máximo establecido por la ley. Los pasé todos en el Combinado del Este con los presos comunes.

¿Tuvo problemas allí?

Tuve una bronca que creo fue algo premeditado, con un preso común, y para colmo el tipo era más fuerte que yo y a quien aguantan los guardias es a mí. Tengo aquí una herida en la cara, de 21 puntos [apunta al lado derecho, debajo del pómulo]. Fue con un piñazo. Me llevaron para el hospital, tenía el pómulo salido.

Pero no se le nota…

Porque gracias a Dios había un buen cirujano ahí. La celda de castigo donde me mandaron estaba al lado de las galeras de los homosexuales. Había un médico que estaba castigado ahí, lo llamaban "La Doctora", y lo dejaban trabajar como enfermero. Me traía las cremas para que la herida no se me infectara. Así y todo me llevaron a una de las galeras más sucias e infernales que te puedas imaginar, donde el día anterior se había ahorcado un individuo.

Aparte de tapiada, el inodoro lo habían ido rompiendo, porque una astilla de cerámica es una arma tremenda. Y si resbalabas en ese moho, si caías en esa putrefacción con los puntos, la infección era segura. Por períodos largos tomé agua donde mismo había defecado y orinado, en el Combinado y en Villa Marista.

Pensé que allí eran un poco mejores las condiciones…

No, Villa Marista es del carajo. La celda es como una plancha como la que se usa para asar los puercos, con una tira de colchón. Ahí la pila del agua tiene un pie de separación del hueco donde haces las necesidades.

Perdí la noción del tiempo pero estuve ahí castigado, después de la bronca, entre 21 y 45 días. Leí un libro de como 800 páginas de la vida en la Corea comunista. Al lado izquierdo tenía un tipo diabólico, de Namibia, que violó y asesinó a una niña de dos años, y a mi derecha, uno de los criminales más grandes de Matanzas, que le decían Matancita.

Tenía 33 años cuando cumplí la condena. Me mandaron a uno de los peores barrios de Cuba, La Corea, a trabajar en la construcción porque si no me aplicaban la ley de peligrosidad, y para dentro otra vez. Fui resolviendo otros trabajos porque la gente me seguía queriendo. De las guaguas me gritaban: 'Salvador, estamos contigo'. Salí de la cárcel en abril y me fui de Cuba en noviembre para Francia, por gestiones del presidente François Miterrand, del actor Yves Montand y del activista de derechos humanos Ricardo Bofill.

Estuve cinco años en Francia, donde hice radio y estudié realización de televisión. Trabajé en Radio Montparnasse, una emisora bilingüe, en La Voz del CID (Cuba Independiente y Democrática), y en un programa que se oyó mucho en Cuba, París Bailar, desde la Torre Eiffel, que llegaba a través de Radio Martí. Desde 1987 trabajé para Radio y Televisión Martí, desde Francia.

¿Por qué decidió venir a Estados Unidos?

Por comemierda. Cuando llegué a Miami estaba contratado por el gobierno de Estados Unidos, La Voz de las Américas y Radio Martí, y cada comemierda que me encontraba era presidente de una compañía. Lo que yo no sabía era que una compañía era un librito con un cuño y una cuenta de banco de la que había que preocuparse para no caer en números rojos.

Me radiqué en Miami en 1990 ó 1991. Acá tuve los programas A media mañana, Noticias de qué, noticiero humorístico para un canal local, y Desde la acera de enfrente,programa de humor político con personajes como Melesio, Bernabé y yo, y chistes de todo tipo. Como La Voz de las Américas tiene una serie de estatutos, había que darle vuelta a algunos chistes, y de ahí viene 'estaba Quien-tú-sabes', 'tipango'… El humor, a partir del momento en que sale, ya no tiene dueño, se pierde la fuente.

Entonces, ¿le ha ido bien o no?

Pero hubo un momento en que me quedé en el aire de todo, porque tuve un problema burocrático en Radio Martí. Me compré una cámara para venderle imágenes a los noticieros y luego compré un equipo de edición y lo monté en el garaje de mi casa. Era tan nuevo y tan bárbaro en la época, que nadie sabía usarlo. La lógica me ayudó, y como tenía una deuda de miles de dólares, logré dominar el equipo, pero perdí el pelo.

Me he roto las espaldas como camarógrafo en este país, y escogí el camino de la edición, la cámara, el reportaje y la noticia para no caer en la vulgaridad; considero que hay una vulgaridad enorme en los medios de comunicación. Como único la justifico es en un día flojo, por eso de que no tuviste tiempo, no hubo una preparación; un día un 'coño' o un 'carajo' te puede salvar, pero creo que en general la vulgaridad no tiene justificación alguna.

¿Extraña la popularidad que tenía en Cuba?

Uno quiere ser popular, pero luego quieres ponerte gorra, espejuelos, barba, para que nadie te vea y nadie te reconozca, para poner tener vida. Aun así, 25 ó 26 años después de Para Bailar, todavía voy a las playas de aquí y antes de entrar al agua tengo que hablar con mil gentes.

¿Ha pensado alguna vez hacer Para Bailar en la televisión de Miami?

La crisis de programación actual puede ser el momento ideal para sacar Para Bailar. Cary Ravelo está dispuesta a hacerlo conmigo, y tengo el respaldo de anunciantes que están dispuestos a meterse conmigo en esa aventura. Ya veremos.

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