Una Cuba libre no debe pagar deudas 'repugnantes'. Rafaela Cruz desde Cuba: El castrismo es una maquinaria de destrucción y empobrecimiento. Cualquier financiamiento que le ha sido otorgado ha contribuido a dilatar su existencia y azote.
Tomado de https://diariodecuba.com/
Una Cuba libre no debe pagar deudas 'repugnantes'
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El castrismo es una maquinaria de destrucción y empobrecimiento. Cualquier financiamiento que le ha sido otorgado ha contribuido a dilatar su existencia y azote.
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Firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898
Por Rafaela Cruz
La Habana
12 sepriembre 2022
En 2011, China perdonó a Cuba 6.000 millones de dólares en deuda; en 2013, México la eximió de pagar 487 millones; en 2014, Rusia hizo lo mismo con 35.000 millones y, en 2015, el Club de París condonó 8.500 millones de un total de 11.100 millones que adeudaba la Isla.
Aun después de tanta clemencia, en 2017, último reporte oficial de deuda externa, el Gobierno cubano reconocía seguir debiendo a entidades extranjeras 17.800 millones de dólares, monto que, con toda certeza, ha aumentado en los últimos años, en parte por nuevos préstamos, en parte por acumulación de intereses y principales impagados.
Hasta aquí hemos hablado de "deuda de Cuba" porque así se trata habitualmente el tema, quizás con demasiada ligereza pues ¿es Cuba —término abstracto que engloba a su población— quien debe ese dinero o es el Gobierno?
En un país donde, mediante mecanismos más o menos efectivos y aceptados por mayoría cualificada, el pueblo elije a sus representantes, no cabría diferenciar, de cara a compromisos financieros, entre nación y Gobierno, pero ¿qué pasa cuando los "representantes" se autoimponen y actúan sin el consentimiento ciudadano?
Casualmente, en este tópico Cuba hizo su primera y única aportación a la jerga técnico-económica mundial. Allá por 1898, cuando el Gobierno interventor norteamericano se hizo con el control de la Isla heredó, además, la deuda externa creada por las autoridades españolas.
El pueblo cubano, extraoficialmente representado por Horatio Rubens y Gonzalo de Quesada, exigió a los yankees no asumir tales obligaciones financieras, alegando que habían sido contraídas sin consentimiento ciudadano. Popularmente se le llamó a aquel compromiso "deuda repugnante", término que la academia económica internacional aceptó y usó.
Lamentablemente, el sonoro término "repugnante" made in Cuba está en desuso; ahora se admite más el finolis "deuda odiosa" para designar aquellos compromisos teóricamente nacionales que son creados por dictadores y sátrapas con la mucha complicidad y alguna ingenuidad de instituciones y empresarios foráneos.
Pero la cuestión no termina en la adjetivación de la deuda. Con el objetivo de que quien financie dictaduras sepa que no podrá cobrar cuando estas caigan, y así dificultarle el acceso a crédito a tan deleznables gobiernos, el Nobel de Economía Michael Kremer —probablemente el mayor teórico de este campo— propuso la creación de un organismo internacional que dictaminase cuáles gobiernos eran "repugnantes", para que las deudas contraídas se cancelasen automáticamente cuando cambiase el régimen. Tal organismo no se ha concretado, pero es una idea que la oposición cubana debe valorar cuidadosamente.
Es importante también saber que, para que una deuda sea considerada repugnante, no basta con que la contraiga un tirano, pues hasta estos pueden hacer inversiones socialmente fructíferas. Debe, por tanto, demostrarse que fue utilizada contra los intereses ciudadanos.
Entonces, para que la deuda externa nacional, total o parcial, pueda ser declarada repugnante, no bastaría probar ante una corte internacional que el castrismo es tiránico; es necesario, adicionalmente, demostrar que la deuda se usó en perjuicio de los cubanos.
Aunque ya eso conllevaría una fundamentación jurídica que excede la competencia de este artículo, los tiros podrían ir por demostrar que el castrismo es una maquinaria de destrucción y empobrecimiento —algo no tan difícil de probar—. Así, podría alegarse que cualquier financiamiento otorgado al castrismo contribuyó a dilatar su existencia y azote, lo que debe considerarse perjudicial para los ciudadanos.
En todo caso, las deudas repugnantes no siempre desaparecen. Tan atrás como en 1917, el jurista ruso Aleksandr Naumovich estableció que "si un poder despótico incurre en deuda no por las necesidades o los intereses del Estado, sino para otorgar mayor fuerza a su régimen despótico, para reprimir a la población que se le enfrenta, etc., esta deuda es odiosa para la población de todo el Estado. Esta deuda no es una obligación para la nación; es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que la ha tomado".
La deuda, entonces, de mantenerse tras un cambio de régimen en Cuba, podría muy bien recaer sobre quienes representaron y se beneficiaron directamente de la dictadura; con lo que los extranjeros que están enriqueciéndose en la tranquila Isla comunista de barata y dócil mano de obra, mientras comparten yates y juegos de golf con los jeques del Partido Comunista, mañana tendrán que exigirle a esos mismos camaradas, y solo a ellos, si quieren cobrar sus inversiones. ¡Cuba libre no pagará deudas repugnantes!
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En primer lugar diré que soy del criterio que debió existir una representación cubana; pero también, soy del criterio, que debió existir una representación de cada uno del resto de los países cuya suerte se estaba definiendo (Puerto Rico, Filipinas, etc.); aunque reconozco la existencia de motivos que engendrarían objeciones de Estados Unidos y España en aceptar delegaciones de estos últimos países, y la particular situación cubana (en cuanto a los antecedentes de las luchas separatistas) con relación a la llevada por esos países.
Sobre la ausencia de la representación cubana a esas negociaciones diré, que España era la más interesada en que no existiera una delegación cubana en esas conversaciones. La razón fundamental que movía a esa actitud española era económica: que los Estados Unidos le pagaran a España La Deuda de Cuba, la cual ascendía a aproximadamente $500 millones (Leuchsenring, 1960, p. 68). La Deuda de Cuba era, entre otras cosas, el monto de lo que le había costado a España la guerra de Cuba y las de otros países desde décadas atrás. Con una representación cubana en esas negociaciones, era evidente para España que los Estados Unidos no asumirían el pago de esa deuda, y mucho menos, lo haría, la representación cubana. El resentimiento español hacia los cubanos, por éstos combatirlos durante años, también fue otro factor que movió al gobierno español a no admitir una representación cubana. Por otra parte, los Estados Unidos ya habían decidido mediante una resolución congresional: La Resolución Conjunta o Joint Resolution , cual iba ser el destino de Cuba;
¨Que los Estados Uidos por la presente declaran que no tienen deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobr dicha Isla, excepto para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se hay conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la Isla a su pueblo.¨ (Artículo cuarto de la Joint Resolution o Resolución Conjunta o Enmienda Teller, Pichardo, 1976, Tomo I p. 510)
Quiero señalar además, que en caso de que España hubiera aceptado la participación de una representación cubana a esas negociaciones, se hubiera presentado un gran problema: ¿Quiénes conformarían esa representación?
La representación cubana debía representar, valga la redundancia, todos los segmentos del pueblo cubano. El pueblo cubano estaba conformado, sin caer en posiciones sectarias o idílicas, por independentistas, integristas, autonomistas, pacíficos, anexionistas, etc.
Ha sido una característica de la historiografía cubana el asumir implícitamente que la inmensa mayoría de los cubanos eran independentistas.
“El liberalismo autonomista constituía la opción política mayoritaria de las clases medias cubanas; pero era una opción que no podía expresarse por las perversiones del sistema electoral y por el bloqueo político que la tupida red de unionistas, voluntarios del orden, integristas y conservadores, imponían¨. (Prieto. 1998, p. 107-108)
Pero es que aun dentro de las filas de tendencia independentista, existían serias discrepancias que dificultarían en gran medida la composición de una representación cubana formada por elementos de esta tendencia, o la elección de algunos representantes de esta tendencia para la conformación de una comisión mixta, donde las diferentes tendencias estuvieran representadas. Un ejemplo de lo anterior fueron las serias desavenencias que se manifestaron entre el Consejo de Gobierno cubano y el mando militar mambí durante la guerra, y las que después de terminada la guerra protagonizaron La Asamblea del Cerro y el Generalísimo Máximo Gómez y los seguidores de ambos. Debo señalar que la actitud del Generalísimo Máximo Gómez de desconocer la autoridad jurídica de la Asamblea, al entablar conversaciones con el enviado especial de McKinley, Robert P. Porter, sobre el asunto del empréstito para la disolución del Ejército Libertador, fue compatible con la decisión del gobierno de los Estados Unidos de desconocer toda agrupación cubana particular como representación del pueblo cubano, pues E.U. podía ser acusado de apoyar una u otra facción (fundamentalmente por las potencias europeas). Hasta que no se hicieran elecciones generales y libres, los Estados Unidos no reconocerían ninguna agrupación o institución como la legítima representación del pueblo cubano. Debo aclarar que la Asamblea ya había iniciado contactos sobre un empréstito con el señor Cohen, quien en representación de entidades bancarias norteamericanas ofreció un empréstito suficiente para el licenciamiento del Ejército Libertador (Costa, 1950, p. 66-67).
¨en la cual planteaba que la falta de reconocimiento de Washington a ese órgano se debía a su carencia de condiciones como gobierno real, o la dirigida a Estrada Palma, el 27 de junio, en la cual manifestaba que el gobierno de Estados Unidos no podía reconocer al gobierno cubano que resultaba antidemocrático¨.(Rodríguez, 1998,Tomo II p. 613)
¨Sé que el Gobierno americano es un Gobierno eminentemente práctico y observador, a quien no podía escapar de modo alguno que la forma en que había nacido en nuestra Revolución la más alta representación del Estado era viciosa, informe, impropia de un pueblo que derramaba su sangre por conseguir su independencia y las libertades a que tenía derecho. Que con esa institución, lejos de ganarse libertades se establecían principios oligárquicos, que ningún gobierno libre verdaderamente podía ayudar a consagrar, y de aquí que la política del gobierno de Washington haya sido constante en esa dirección, desde que estalló la actual guerra.¨
El 13 de agosto de 1898 el Consejo destituyó de su cargo de Lugarteniente General a Calixto García por haber desconocido las decisiones del gobierno y disponer que el mando militar designara a los funcionarios de las ciudades evacuadas por las autoridades españolas entre otros argumentos (Rodríguez, 1998,Tomo II p. 613)
¨Esa gente del gobierno y Cámara autonomistas han venido rectificándose constantemente y son capaces de decir en un momento dado a los Estados Unidos: aceptamos la independencia, secundamos a los americanos para formar un gobierno ´fuerte y libre´, y los americanos se encontrarían con un Gobierno y una Cámara ´constituida´ , organizada más o menos bien, mientras que nosotros sólo tenemos un gobierno deficientísimo,con todos los poderes comprendidos en una sola mano, la del Consejo de Gobierno, sin tener siquiera el país una administración de Justicia, ya que sólo ésta se ejerce malamente por los los Consejos de Guerra.¨
Sobre la fuerza que había tomado el autonomismo aún dentro del Ejército Mambí, un cercano amigo y colaborador de José Martí, el intelectual, militar y político Enrique Collazo, escribió en su libro Los americanos en Cuba:
¨ En el campo insurrecto, la noticia del establecimiento de la autonomía produjo gran excitación y alarma, que dieron lugar a que por el gobierno de la república se dictaran órdenes severísimas para evitar los efectos de la novedad implantada y que contuvieran a los débiles o a los cansados de la guerra (que no escaseaban) y que al saber que los españoles no mataban, buscaron en la presentación el término de los riesgos y miserias de campaña.
En el extranjero provocó por parte del elemento oficial de la revolución y de los exaltados, serias y continuadas protestas, y a muchos les dio facilidades para dejar de comer el negro pan de la emigración cambiándolo con mucho placer por el turrón autonomista que lograron conseguir al llegar a Cuba.
El gobierno de la revolución pasó circulares recordando a todas las autoridades de la república, tanto civiles como militares, que estaba en todo vigor y fuerza el antiguo decreto Spotorno, y que los correos, prácticos y portadores de proposiciones que no estuvieran basadas en la independencia, serían considerados como traidores, juzgados en consejo de guerra verbal y condenados a muerte, y que en la misma falta incurriría cualquiera que las recibiera y no procediera inmediatamente a dar cumplimiento a lo ordenado.
La aplicación de este decreto fue causa de la muerte de dos emisarios en Oriente y de la del teniente coronel Ruiz del ejército español, en el territorio de La Habana.
La severidad de las medidas tomadas da idea clara del temor que el planteamiento de la autonomía causaba al elemento revolucionario.¨
El gobierno norteamericano fue lo suficiente sabio o sensato de no seleccionar una facción política y dejar que en su momento el pueblo cubano tomara esa decisión, aunque el Presidente William McKinley y Leonardo Wood deseaban, de manera personal, que el pueblo cubano se decidiera por la anexión; ambos respetaron la decisión que tomó años después el pueblo cubano.
Es evidente que todo lo anterior dificultaría el comienzo y la terminación de unas conversaciones cuyo objetivo inmediato era la firma de un tratado que diera un fin oficial y definitivo a la conflagración.
Por cierto, el favorito en los círculos norteamericanos para que fuera Presidente de Cuba era Calixto García, por lo del ¨mensaje a García¨que llevó el Teniente Rowan, y no Don Tomás Estrada Palma por su carácter. Leonardo Wood, que era doctor en medicina y tenía a la esposa de McKinley como paciente, era el favorito de su partido para las elecciones presidenciales en EE.UU. en 1920, pero, si mal no recuerdo haber leido Al estar desempeñando en Puerto Rico un alto cargo, un mal manejo de carácter logístico (¿alimentos en mal estado?) afectó de tal manera a la tropa que se convirtió en un escándalo que lo privó de la candidatura para la Presidencia.
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Roig de Leuchsenring, E. (1960. Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos. La Habana: Ediciones La Tertulia.
Prieto, J. (1998). El Liberalismo cubano en el siglo XIX. Revista Hispano Cubana, No. 1. Madrid: Editorial FHC.
Etiquetas: autonomismo, castrismo, cuba, cubano, deuda, deuda de la guerra, deudas, dictadura, España, externa, financiamiento, guerra, perjuicio, pueblo, repugnante, repugnantes, tiranía, Tratado de París
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