miércoles, diciembre 14, 2022

¿Qué 'se cayó' en Cuba en 2022?. Juan Antonio Blanco: Este año colapsó ("se cayó") el régimen de gobernanza en Cuba (el sistema de leyes, normas e instituciones vigentes en el país). El Gobierno solo se sostiene a golpe de bayonetas.

 
Tomado de https://diariodecuba.com/

¿Qué 'se cayó' en Cuba en 2022?

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El Ministerio del Interior es ahora, de hecho, un ejército privado para proteger el poder y los intereses de la nueva clase.'

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Por Juan Antonio Blanco

Miami

13 Dic 2022 

No es posible saber adónde vamos ahora si primero no entendemos dónde estamos. Este año colapsó ("se cayó") el régimen de gobernanza en Cuba (el sistema de leyes, normas e instituciones vigentes en el país). El Gobierno solo se sostiene a golpe de bayonetas.

En 2022 se desplomó en Cuba el modelo mafioso-totalitario de Estado que estaba vigente desde hace dos décadas. El colapso energético fue el empujón letal a un sistema totalitario que habiéndose desentendido de sus anteriores mecanismos de cooptación social, acumuló una ingobernabilidad creciente. Fue el modelo totalitario de Estado mafioso el que colapsó, no el país. Tampoco colapsaron el Gobierno totalitario y el poder de la nueva oligarquía mafiosa, que todavía es renuente a iniciar reformas reales e intenta sostener el estatus quo por la fuerza.

El balance de 2022 refleja la crisis terminal de un régimen de gobernanza fallido con un Estado frágil, administrado por un Gobierno mediocre, que a su vez está dirigido por una oligarquía voraz y delincuencial.

Lo que ha colapsado es un modelo totalitario de régimen mafioso donde el poder real descansa en una oscura y minúscula elite de poder, integrada mayoritariamente por militares y exmilitares, que se han apropiado del 70% de las riquezas nacionales por medio de GAESA (un oligopolio con empresas no auditables, la mayoría registradas en Panamá), han roto todo compromiso social con la población y han entrado a formar parte, junto a Venezuela, de una empresa criminal transnacional para actividades ilícitas.

Del mismo modo que en la nueva economía política del Estado mafioso cubano el poder real de un individuo no se corresponde con su cargo burocrático o partidista, tampoco el poder de decisión sobre el rumbo nacional descansa formal o informalmente en las instituciones del antiguo Estado burocrático. El Buró Político, el Comité Central, el Consejo de Estado o la Asamblea Nacional son escenografías donde se legitiman las decisiones de los oligarcas, así como la forma de ocultar su existencia y poder.

Mientras tanto, el nivel de vida de la población se ha depauperado y más de la mitad vive hoy bajo índices de pobreza.

La nueva clase oligárquica no pretende ganarse a la población con servicios y mejoras en la vida cotidiana, sino someterla. El ejercicio del poder ha dejado a un lado la cooptación de la población al estilo de los viejos estados comunistas para descansar ahora exclusivamente en su sometimiento.

Perdido el control sobre la información, y con ello el control ideológico sobre los ciudadanos, sin interés por ocuparse de sus necesidades básicas, los oligarcas confían su supervivencia en la fuerza del aparato represivo del Ministerio del Interior (MININT), los grupos paramilitares y, en especial, de la Contrainteligencia Militar que supervisa la lealtad al interior de las fuerzas armadas con la misma minuciosidad que la Santa Inquisición.

La misión de los cuerpos militares ha evolucionado hacia una nueva doctrina de seguridad nacional interna más cercana a las que ejercían las dictaduras militares argentina y chilena. El MININT es ahora, de hecho, un ejército privado para proteger el poder y los intereses de la nueva clase. La vieja doctrina de "guerra de todo el pueblo" contra un invasor extranjero, ha sido transformada en una "guerra contra todo el pueblo" que hoy protesta su creciente pobreza y abandono. El entrenamiento militar prioritario no es para derrotar una invasión de marines ni detectar teams de infiltración de la CIA, sino para aplastar rebeliones de simples ciudadanos, estén o no organizadas, que expresen sus descontento. La inversión en equipamiento prioriza a los cuerpos antimotines del MININT sobre las brigadas de la Defensa Antiaérea de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (DAAFAR). Es lógico: para enfrentar a ciudadanos desarmados no hace falta adquirir SU-57 ni tanques T-90, sino carros jaulas.

La crisis abarca todas las esferas de la vida nacional

El colapso ha sido el resultado de una crisis generalizada, estructural y sistémica. A diferencia de lo ocurrido en los años 90, no se trata solo de una crisis de capital (financiero), sino también de capital político y simbólico.

Los de "arriba" ya no pueden gobernar como antes y los de "abajo" no soportan más esos métodos de dominación.  Las casi 5.000 protestas contabilizadas en 2022 por el Observatorio Cubano de Conflictos así lo demuestran.

A fines de 2022 la inflación, según datos oficiales, era del 23% en el mercado regular (otros economistas la estiman en un 70%) y de más de 500% en el mercado negro. Un experto internacional considera, sin embargo, que es la séptima en todo el mundo.  La comida escasea y cuesta más adquirirla, se agudiza la crisis hospitalaria y la escasez de medicinas, la salubridad brilla por su ausencia, plagas de mosquitos propagan una nueva pandemia de dengue hemorrágico. El Estado mafioso ha externalizado a la diáspora el costo de la salud y manutención de sus familiares y amigos. Sin remesas, en Cuba se pasa a ser un ciudadano de segunda clase al que afectan, muchos más que a quienes las reciben, la desnutrición y las enfermedades.  

El nuevo Estado mafioso se distanció del pretendido pacto social del comunismo según el cual el Estado suprimía derechos políticos y civiles a cambio de aportar empleos, servicios y un mínimo de bienestar material. La modalidad totalitaria de Estado mafioso implantada en Cuba no se responsabiliza con el bienestar colectivo, ni libera la iniciativa privada para procurarlo en forma individual. Es un Estado mafioso totalitario que en dos décadas se demostró insostenible.

La crisis fue pésimamente gestionada por el Gobierno y agravada por la egoísta explotación de GAESA, cuya lógica corporativa de inversiones no está en función de las necesidades de desarrollo nacional, sino de expandir las utilidades de sus desconocidos accionistas.

Nunca fue eso más palpable que cuando GAESA invertía miles de millones de dólares en construir hoteles que permanecerán vacíos, mientras que Salud Pública apenas contaba con 56 millones para hacer frente a una pandemia desconocida y letal. GAESA agregó nuevas habitaciones ociosas al inventario de propiedades de la oligarquía —junto a las ganancias obtenidas del correspondiente lavado de dinero por sobrefacturación— mientras decenas de miles de cubanos morían por falta de balones de oxígeno, medicinas y ambulancias.

La crisis que se venía incubando afectó la legitimidad del Estado, la credibilidad de las instituciones y de sus funcionarios, la capacidad de la economía de satisfacer la reproducción y mejora de la vida cotidiana, el uso de la ideología como mecanismo de dominación y el funcionamiento general de la sociedad cuyas instituciones se tornan disfuncionales.

En 2022 el sistema en su conjunto finalmente ha caído en una profunda anomia. El apagón total de la Isla alumbró el problema: la vida como se había conocido hasta entonces, había terminado. En el siglo XXI la sociedad no puede funcionar con "alumbrones" esporádicos.

Después de 40 años de explotación, los equipos energéticos, diseñados para ser explotados por solo tres décadas y que recibieron muy deficientes mantenimientos, también colapsaron. Se requieren inversiones por más de 10.000 millones de dólares y no menos de cuatro años para ser reemplazados. Las plantas flotantes turcas son una distracción para apaciguar a quienes ignoran sus límites.

El año 2023 arranca con un país en plena bancarrota energética, financiera, política, económica y social, administrada por una burocracia mediocre, dirigida por una oligarquía egoísta y delincuencial cuyo poder reside en la fuerza no en el consentimiento, y con una sociedad de crecientes índices de ingobernabilidad.

En ese contexto, los agentes de influencia, los amigos externos de la oligarquía cubana y los tontos útiles no podrán hacer mucho. En medio de una crisis estructural y sistémica generalizada, volcar recursos de ayuda internacional e inversiones en un sistema colapsado equivale a recoger agua del pozo con una canasta de mimbre. El sistema está en bancarrota, como ha demostrado Havana Consulting Group. Cualquiera que sea la magnitud de las concesiones que obtengan no van resolver el problema sin que, como mínimo, ocurra una transición radical a otro modelo económico. Los recursos serán objetos de despilfarro y robos sin que tengan un resultado estabilizador.

Sin libertad no hay progreso

Cuba en 2022 ha sido el país del que escapó más de un cuarto de millón de ciudadanos. Cifra que sobrepasa el 2% de éxodo de su población total en un año, lo cual según el Banco Mundial es uno de los indicadores de un Estado frágil (antes denominados fallidos). ¿De qué escapan? Del impacto en su vida cotidiana de un sistema inoperante, de un régimen de gobernanza fallido, de un Gobierno irresponsable y mediocre, una oligarquía voraz y carente de talento. Escapan de las promesas de utopía que se transformaron en pesadilla. Escapan de la certidumbre del infierno a la siempre preferible incertidumbre de la libertad.

Sin conocer su obra, los  cubanos han comprendido a Amartya Sen cuando afirmó que sin libertad no hay desarrollo. No es de los apagones de lo que huyen o de lo que protestan. Cuando el pueblo estalló en las calles de todo el país el 11 de julio de 2021 (11J) no había apagones. Exigen libertad. Sin libertad, sin reemplazar el actual sistema fallido, el Gobierno que lo administra y la oligarquía que los reprime, no hay futuro.

Al cubano de a pie no le alcanza el salario que gana en pesos cuando el costo de la vida se ha disparado; los alimentos subsidiados por la libreta de alimentos le duran diez días; el resto, al igual que las medicinas de padecimientos crónicos, tiene que adquirirlos en dólares, sea en tiendas estatales o el mercado negro; no sabe cuántas horas de electricidad podrá tener cada mes; carece de vivienda digna y servicios de salud adecuados. La cubana es una población a la que ronda el espectro de la hambruna por la incapacidad de garantizar seguridad alimentaria con un sistema fracasado de producción estatizada, sin capacidad de importación suficiente para cubrir el déficit.

Esa población no puede expresarse, protestar o demandar derechos para sí, so pena de correr el riesgo de ser apaleado y encarcelado por mucho tiempo. Cuba es un país en bancarrota que exige nuevas concesiones sin pagar nunca sus deudas; donde sus gobernantes no asumen responsabilidad por ese desastre y culpan a otros países por la situación; donde una casta pasea en BMW y Mercedes Benz y cubre sus inflados vientres con ropa de importación, mientras el pueblo va en harapos cada día a un centro laboral, sin transportación segura y sin siquiera  saber si los apagones permitirán que se labore. El tercer país en desarrollo regional, La Joya de la Corona, La Perla del Caribe, La Azucarera del Mundo, ha sido destruido. Ahora se compara con la miseria endémica de Haití.

Los futuros posibles

En la década de los 90, muchos incurrieron en el error de creer junto a Francis Fukuyama que al terminarse la Guerra Fría con la caída de la URSS y su imperio en Europa oriental, la democracia liberal y el mercado se impondrían en todas partes. Si se trataba de Cuba —que dependía completamente de la URSS— el aserto de Fukuyama sonaba a verdad de Perogrullo. Pero no lo fue. Sería lamentable que las fuerzas democráticas cubanas apostasen de nuevo a la inevitabilidad histórica de su triunfo ahora que ha colapsado el Estado mafioso-totalitario. El desplome obliga a su reemplazo en el corto plazo (12-24 meses). Pero, ¿qué vendrá?

El futuro que aguarda al país no es un destino predeterminado sino será el resultado de la puja entre las fuerzas que promueven proyectos opuestos.

Del viejo Estado comunista, burocrático y totalitario, aún se mantiene la escenografía, y el control estatal totalitario por medio de la represión. Pero sin políticas de cooptación social y económica eso es insuficiente.

Esta situación abre al corto plazo una crisis al interior del poder oligárquico que puede acelerarse por la cada vez más cercana muerte de Raúl Castro, que como toda crisis, también encierra más de un desenlace y futuro posibles.

Uno de esos futuros es una reforma oligárquica del fracasado régimen de gobernabilidad que dejase a un lado el control totalitario de la economía para implantar un Estado mafioso con mercado (aunque sea corrupto) parecido al impuesto por Putin en Rusia.

Otro futuro posible que se anida en la actual crisis es el que se desencadene a partir de una rebelión popular con apoyo de una parte de los militares, y de inicio a una transformación hacia una sociedad abierta, democrática, de libre mercado y Estado de derecho.

Cuando se aproxima el 64 aniversario del secuestro de la República, la principal noticia extraviada entre otros titulares, es el colapso del Estado mafioso-totalitario cubano. Ahora hay, al menos, dos futuros posibles o más esperando por la nación. ¿Hacia cuál marcharemos?

Este artículo adelanta algunas ideas de una investigación más amplia que desarrollan de forma conjunta el presidente del Havana Consulting Group, Emilio Morales, y el autor.


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