Para los oyentes de un programa sobre Historia de Cuba que se trasmite en una poderosa emisora radial del Sur de La Florida en Estados Unidos
Por Pedro Pablo Arencibia
24 de diciembre, 2023
Yo soy una persona que para casi todas mis investigaciones científicas he tomado como método investigativo el paradigma neopositivista de investigación; de ahí que, y en particular, abordo las investigaciones sobre la Historia de Cuba intentando dejar, lo más posible, a un lado mis simpatías y antipatías políticas e ideológicas, así como hechos de mi vida personal o de mis familiares vivos o muertos. A lo anterior se añade, por mi inclinación y formación matemática, la necesidad de mostrar fehacientemente el sustento o las bases que me permiten afirmar algo; también dejar bien claro (es decir: sin ambigüedad alguna) cuando lo que digo sólo es una conjetura, una opinión o una posibilidad. También intento estar al tanto de las investigaciones históricas más recientes para no quedarme anclado en la Historia de Cuba que se escribió en los primeros 60 años de la República de Cuba.
A continuación abordaré varios temas de la Historia de Cuba; uno de ellos es sobre el falso memorandun del inexistente Subsecretario de Guerra norteamericano J.C. Breckenridge, fechado el 24 de diciembre de 1897 (por eso lo vuelvo a publicar en estas fechas navideñas) el cual fue tomado y analizado en mi ensayo Ecos de Una Extraña Petición, Mención del Concurso Vitral 2000, concurso de la revista del mismo nombre de la Diócesis de Pinar del Río, Cuba; el premio en ese género quedó desierto... por las bases del concurso de haber sido premiado el ensayo, se tenía que publicar en Cuba, algo que a la tiranía no le hubiera gustado nada. Yo entonces vivía en Cuba.
El memorandun del inexistente Subsecretario de Guerra J.C. Breckenridge muy probablemente fue escrito por la Inteligencia española para dividir a las fuerzas cubanas que luchaban por la independencia de Cuba y las fuerzas de EEUU. Enrique Collazo, patriota cubano, amigo de José Martí, que vivió en el siglo XIX y hasta los primeros años del siglo XX en su libro La Guerra en Cuba ya duda de que el tal memorandum sea auténtico. Aclaro que la relevante historiadora Hortensia Pichardo ficha el anterior libro de Enrique Collazo como: La Guerra de Cuba, La Habana, 1926.
Un estudio con muy fuertes argumentos en contra de la autenticidad de ese documento es Reflexiones en torno a un documento controvertido, de Gustavo Placer Cervera, publicado en 1994 en el Boletín de Historia Militar del Departamento de Historia Militar del Instituto de Historia de Cuba. El autor de ese artículo, del cual extraigo un largo fragmento, es descendiente del Almirante Pascual Cervera, el jefe de la flota española que fue destruida en 1898 por la flota norteamericana en la batalla naval de Santiago de Cuba.
Todo esto y mucho más se encuentra en mi libro La Historia de Cuba que te ocultaron y otros temas, el cual puede ser comprado en Amazon. Para llegar al sitio de Amazon donde se encuentra a la venta, sólo haga click encima de la siguiente imagen:
CALUMNIAS, MENTIRAS AJENAS Y AFECTO
(Breve fragmento de mi ensayo Ecos de Una Extraña Petición, Mención del Concurso Vitral 2000, concurso de la revista del mismo nombre de la Diócesis de Pinar del Río, Cuba; el premio quedó desierto ...por las bases del concurso de haber sido premiado el ensayo, se tenía que publicar en Cuba, algo que a la tiranía no le hubiera gustado nada)
El tal Cervera, del cual extraigo un largo fragmento de su investigación, es descendiente del Almirante Pascual Cervera cuya flota fue destruida totalmente en 1898 por la flota norteamericana. Fue recibido y tratado con deferencia por el tirano Raúl Castro Rua. La perversidad de los adláteres de la tiranía Castrista es que usen ese memoradum sabiendo que es falso, para usarlo en su propaganda antinorteamericana.
El memorandun de J.C. Breckenridge, es un documento espurio que la tiranía Castrista y algunos anticastristas antinorteamericanos desean seguir usando en su manipulación.
Por Pedro P. Arencibia Cardoso
En Cuba son muy divulgadas las calumnias y opiniones negativas de Grant hacia los cubanos y el contenido de una presunta carta del Subsecretario de Guerra J. C. Breckenridge del 24 de diciembre de 1897. En ellas se resaltan la opinión anticubana y de falta de respeto de Grant hacia nuestros mambises y las presuntas ideas genocidas, racistas y fascistas del mencionado Subsecretario. Sin embargo quedarse en esas posiciones y no mostrar otras diferentes, es permanecer en la parte negativa del abanico de las diferentes opiniones y posiciones que tuvieron ciertos miembros de los gobiernos norteamericanos hacia los cubanos.
Veamos un fragmento de la supuesta carta del inexistente Subsecretario de Guerra J.C. Breckenridge.
.. destruir cuanto alcancen nuestros cañones [ .... ] habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuerzas, a ellos se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas.121
Con respecto a la carta de Breckenridge debo decir que ya en el libro La Guerra en Cuba, de Enrique Collazo, que es de donde Hortensia Pichardo extrajo ese documento, se duda con respecto a su carácter original, o sea, auténtico. Un estudio con muy fuertes argumentos en contra de la autenticidad de ese documento es Reflexiones en torno a un documento controvertido, de Gustavo Placer Cervera, publicado en 1994 en el Boletín de Historia Militar del Departamento de Historia Militar del Instituto de Historia de Cuba. La razón de la existencia de ese documento se cree que haya sido una maniobra de desinformación y diversionismo con el objetivo de confundir y destruir la unidad de las fuerzas antiespañolas. En la obra publicada en Cuba La intervención militar norteamericana en la contienda independentista cubana, de Oscar L. Abdala Pupo, se encuentran muchos de los argumentos planteados por Placer Cervera en contra de la autenticidad del mencionado documento, entre los cuales se encuentran algunos ya expuestos desde 1934 por el historiador norteamericano M. Spaulding. Veamos un largo fragmento de la obra citada de Abdala Pupo, el cual se encuentra en las páginas de la 37 a la 39.
(Nelson A. Miles)
¨ Sin embargo, en un interesante trabajo publicado en 1994, lamentablemente poco conocido, el investigador Gustavo Placer Cervera recurre al artículo que sobre el documento en cuestión hiciera en 1934 el historiador Thomas M. Spaulding, el cual, tomando como referencia una versión que del mismo apareciera en el libro de Horatio S. Rubens, Liberty, The Story of Cuba, 1932, ponía en duda su autenticidad con las reflexiones siguientes: 1. Que el Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, nunca había conocido la existencia del documento, hasta 1908 cuando el secretario de Estado transmitió al citado Departamento un recorte de un periódico dominicano con el texto completo del mismo. 2. Que el autor del memorándum era una persona no familiarizada con el Departamento de Guerra, ya que: En cada una de las copias disponibles las instrucciones están dirigidas ‘ al Teniente General J.S. Miles del U.S.A. ‘ Nelson A. Miles era Mayor General en la fecha en cuestión; ‘ el Mayor General jefe del ejército ‘ , no recibió el grado de Teniente General hasta junio 6 de 1900. 3. Que el documento aparece firmado indistintamente como ‘J.M. Breakreason’, ‘J.M. Breakreazon’ y ‘ J.M. Br-acle-ca-on’, ninguno de cuyos nombres tiene semejanza alguna con ‘ el del Secretario Adjunto, George D. Meiklejohn, quien habitualmente firmaba escribiendo tan claramente su nombre que ninguna letra de ‘Meiklejohn’ podía ser mal leída de manera que no se trata de dificultades para transcribir una firma ilegible’. 4. Que en relación con el nombre utilizado por Rubens, ‘ J.C. Breckenridge’, había existido realmente un alto funcionario del Departamento de la Guerra con ese nombre, pero que en este caso se hacía más improbable la autenticidad del documento, ya que el General Breckenridge era inspector del ejército y por tanto –se preguntaba Spaulding-, ‘ ¿cómo es concebible que el inspector general pueda firmar instrucciones dirigidas al General en Jefe o en lugar del Secretario Adjunto?[ para concluir: ] Esto pudiera parecer insignificante para un lego, pero una mente burocrática se estremecería de horror con sólo pensarlo’. A todo lo anterior Placer añadía, de su propio análisis, el hecho de que un historiador de la talla y la posición ideológica de Foner – marxista y antimperialista, considerara como espurio el susodicho memorándum, lo cual era más que suficiente para, por lo menos, poner en duda su autenticidad. Pero, además, para descartar cualquier posible opinión en contra, Placer afirma que, por el contario de lo que pudiera deducirse del citado documento no había, a fines de 1897, planes conjuntos entre la Secretaría de la Guerra y el ejército norteamericano, por un lado, y la Marina de guerra de los Estados Unidos, por el otro, para intervenir en Cuba y otros lugares tan pronto diera inicio el conflicto. Está comprobado según este autor, que el ejército norteamericano, a diferencia de la Marina, que venía confeccionando sus planes de acciones desde 1894, no tenía elaborados los suyos en vísperas del conflicto, lo que lo obligó a improvisarlos sobre la marcha, una vez comenzado el mismo.
(... ). Finalmente, el hecho de que la Marina diera prioridad en sus planes al occidente de la Isla, lugar por donde comenzara sus actividades bélicas – lo cual estaba reñido con las supuestas orientaciones del memorándum – , y que convirtiera el sur del litoral santiaguero en el escenario principal de las mismas sólo después de conocer la existencia en la bahia santiaguera de la escuadra de Cervera, es, por último, el otro elemento utilizado por Placer para descartar la legitimidad del supuesto documento, que planteaba que ´la base de las operaciones más conveniente será la de Santiago de Cuba y el departamento oriental ...´ ”
No obstante, en caso de que ese documento fuera original y auténtico en su contenido fundamental y teniendo en cuenta que nunca se llevaron a cabo las barbaridades que ese inexistente Subsecretario le orientaba ejecutar al general Nelson A. Miles, General en Jefe del Ejército Norteamericano para las operaciones militares en Cuba, se encuentra una demostración clara y contundente que existían otras ideas diferentes a ese mismo nivel o en los niveles superiores de cómo se debía llevar a cabo la guerra en Cuba, pues ni en la Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana, ni en los dos períodos de ocupación norteamericana que tuvo Cuba, se conoce un solo cubano muerto por las fuerzas armadas norteamericanas.
Por otra parte, la carta del Presidente Teodoro Roosevelt ( quien fuera años antes, uno de los jefes militares norteamericanos en la guerra Hispano-Cubana-Americana) a Gonzalo de Quesada, fechada el 14 de septiembre de 1906 en Oyster Bay, es casi siempre ignorada. En esa carta se leen criterios muy diferentes a los de Grant con relación a los cubanos; criterios de admiración, afecto y respeto emitidos por la máxima personalidad política de uno de esos gobiernos norteamericanos. En el segundo tomo de la obra citada de Hortensia Pichardo sobre documentos para el estudio de la Historia de Cuba se encuentra dicha carta. Esa carta es una muestra, junto con las ya aludidas, de la pluralidad de ideas y posiciones que han existido con relación a los cubanos en esos gobiernos. Veamos algunos fragmentos:
Usted sabe muy bien cuán sinceros son mis sentimientos de afecto, admiración y respeto hacia Cuba. Ud. sabe que jamás he hecho ni haré nada, tampoco, con respecto a Cuba que no sea inspirado en un sincero miramiento en favor de su bienestar. Ud. se da cuenta, asimismo del orgullo que he sentido por haberme cabido la satisfacción, como Presidente de esta República, de retirar las tropas americanas que ocupaban la Isla y proclamar oficialmente su independencia, a la vez que le deseaba todo género de venturas en la carrera que le tocaba emprender como República libre.
Y más adelante plantea:
Nuestra intervención en los asuntos cubanos se realizará únicamente si demuestra Cuba que ha caído en el hábito insurreccional y que carece del necesario dominio sobre ella misma para realizar pacíficamente el gobierno propio, así como que sus facciones rivales la han sumido en la anarquía. Solemnemente conjuro a todos los patriotas cubanos a unirse estrechamente para que olviden todas sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden que el único medio de conservar la independencia de su República es evitar, a todo trance, que surja la necesidad de una intervención exterior para salvarla de la anarquía y de la guerra civil. Espero ardientemente que estas palabras de apelación pronunciadas en nombre del pueblo americano, por el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que puede existir en el mundo, serán interpretadas rectamente, meditadas seriamente y que se procederá de acuerdo con ellas, en la seguridad de que, si así se hiciere, la independencia permanente de Cuba y su éxito como República se asegurarán.
Ante la firme decisión del presidente Tomás Estrada Palma de dejar acéfala la República, mediante su renuncia y otras acciones, Roosevelt le envió un telegrama a Estrada Palma, del cual extraemos este fragmento:
Bajo su gobierno y durante cuatro años, ha sido Cuba República independiente. Yo le conjuro, en bien de su propia fama de justo, a que no se conduzca de tal suerte que la responsabilidad por la muerte de la República, si tal cosa sucediere, pueda ser arrojada sobre su nombre. Le suplico proceda de manera tal, que aparezca que Ud. por lo menos, se ha sacrificado por su país y que lo deja aún libre cuando abandone su cargo.
El anterior telegrama puede leerse íntegramente en el segundo tomo, página 283, de la obra de Hortensia Pichardo Documentos para la Historia de Cuba; obra en la que la autora hace el siguiente comentario sobre Roosevelt y la intervención norteamericana:... El Presidente Roosevelt agotó todos los medios que estuvieron a su alcance para evitar ese paso.
Volviendo a la supuesta carta del inexistente Subsecretario de Estado J.C. Breckenridge diré, que pese a que varias ciudades cubanas fueron bombardeadas por las fuerzas norteamericanas ( Cienfuegos, Matanzas, Santiago de Cuba, Baracoa, Manzanillo, etc. ) no se conocen bajas civiles por las medidas tomadas por las autoridades españolas y norteamericanas para la evacuación de ese personal. Es más, la única alusión que he encontrado con relación a la muerte de un cubano (en un incidente donde intervienen tropas norteamericanas) es un hecho producido en la ciudad de Cienfuegos durante el período de ocupación y que el escritor y etnólogo Miguel Barnet cita en su conocida obra Biografía de un cimarrón, pero en el texto citado, no se asegura que las balas que mataron accidentalmente al padre de familia que estaba paseando con sus tres hijos cuando se produjo la balacera, hayan sido disparadas por las tropas norteamericanas. El fragmento citado por Barnet es de la obra Memorias Descriptiva, Histórica y Biográfica de Cienfuegos, de Pablo L. Rousseau y Diaz de Villegas, publicada en Cienfuegos.
Material Adjuntado por el bloguista a su artículo
Carta de J.C. Breckenridge al Teniente General N. A. Miles
DEPARTAMENTO DE GUERRA
OFICINA DEL SECRETARIO
WASHINGTON D.C.
24 de Diciembre, 1897
Teniente General N. A. Miles
Querido señor:
Esta Secretaría, de acuerdo con la de Negocios Extranjeros y de la Marina, se cree obligada a completar las instrucciones que sobre la parte de la organización militar de la próxima campaña en las Antillas le tiene dadas, con algunas observaciones relativas a la misión política que, como General en Jefe de nuestras fuerzas, recaerá en ustedes.
Las anexiones de territorios a nuestra República han sido hasta ahora de vastísimas regiones con escasa densidad de población y siempre precedidas por la invasión pacífica de emigrados nuestros; de modo que la absorción y amalgama de la población existente ha sido fácil y rápida.
El problema se presenta, con relación a las islas Hawai, más complejo y peligroso, pues la diversidad de fuerzas y el hallarse casi nivelados nuestros intereses con los de los japoneses, así lo determinan: pero teniendo en cuenta lo exiguo de su población, la corriente de emigración nuestra hará esos peligros ilusorios.
El problema antillano se presenta bajo dos aspectos: el uno relativo a la isla de Cuba y el otro a Puerto Rico, así como también son distintas nuestras aspiraciones y la política que respecto a ellas habrá de observarse.
Puerto Rico constituye una isla fieracísima, estátegicamente situada en la extremidad oriental de las Antillas, y a mano para la nación poseedora que sea dueña de la vía de comunicación más importante del Golfo de México, el día (que no tardará en lucir, gracias a nosotros) en que sea un hecho la apertura del istmo de Darién. Esta adquisición, que debemos hacer y conservar, nos será fácil, porque al cambiar de soberanía, considera, tiene más de ganar que de perder, por ser los intereses existentes allí más cosmopolitas que peninsulares.
Para la conquista habrá que emplear medios relativamente suaves, extremando en nuestra ocupación del territorio con exquisito celo el cumplimiento de todos los preceptos de las leyes de guerra, entre naciones civilizadas y cristianas, llegando, sólo en caso muy extremo, el bombardeo de algunas de sus plazas fuertes.
Para evitar conflictos, las fuerzas de desembarque lo harán aprovechando los puntos deshabitados de la costa sur.
Los habitantes pacíficos serán rigurosamente respetados, como sus propiedades.
Recomiendo a usted muy especialmente procure ganarse, por todos los medios posibles, el afecto de la raza de color, con el doble objeto, primero, para procurarnos su apoyo para el plebiscito de anexión, y segundo, teniendo presente que el móvil principal y el objeto de la expansión de los Estados Unidos en las Antillas, es resolver de una manera eficaz y rápida nuestro conflicto de razas, conflicto que cada día aumenta, merced al crecimiento de los negros; éstos, conocidas las ventajosas circunstancias para ellos en las Indias Occidentales, una vez que estén en nuestro poder, no tardarán en ser inundadas por un desbordamiento de esta inmigración.
La isla de Cuba, con mayor territorio, tiene mayor densidad de población que Puerto Rico, y está desigualmente repartida; a pesar de ello, constituye el núcleo de población más importante de las Antillas. Su población la constituyen las razas blanca, negra, asiática y sus derivadas. Sus habitantes son por regla general, indolentes y apáticos. En ilustración se hallan colocados desde la más refinada hasta la ignorancia más grosera y abyecta. Su pueblo es indiferente en materia de religión, y por lo tanto, su mayoría es inmoral, como es a la vez de pasiones vivas, muy sensual; y como no posee sino nociones vagas de lo justo y de lo injusto, es propenso a procurarse los goces no por medio del trabajo, sino por medio de la violencia; y como resultado eficiente de esta falta de moralidad, es despreciador de la vida.
Claro está que la anexión inmediata a nuestra federación de elementos tan perturbadores y en tan gran número, sería una locura, y antes de plantearla debemos sanear ese país, aunque sea aplicando el medio que la Divina Providencia aplicó a Sodoma y a Gomorra.
Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones, con el hierro y con el fuego; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera, diezmen su población pacífica, y mermen su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos, y a ellas se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas.
La base de operaciones más conveniente será Santiago de Cuba, desde donde se podrá verificar la invasión lenta por Camagüey, ocupando con la rapidez posible los puertos necesarios para refugio de nuestras escuadras en la estación de los ciclones.
Coetáneamente, o mejor dicho, cuando estos planes empiecen a tener cumplido desarrollo, se enviará un ejército numeroso a la provincia de Pinar del Río, con el objeto de completar el bloqueo marítimo de La Habana con la circunvalación por tierra; pero su verdadera misión será la de impedir que los enemigos sigan ocupando el interior, disgregando columnas de operaciones contra el ejército invasor de Oriente, pues dadas las condiciones de inexpugnabilidad de La Habana, es ocioso exponernos ante ella a pérdidas dolorosas.
El Ejército Occidental empleará los mismos procedimientos que el Oriental. Dominadas y retiradas todas las fuerzas regulares de los españoles, sobrevendrá una época, de tiempo indeterminado, de pacificación parcial durante la cual seguiremos ocupando militarmente todo el país, ayudando con nuestras bayonetas al gobierno independiente que se constituya, aunque sea informalmente, mientras resulte en minoría con el país. El terror por un lado y la propia conveniencia por otro, han de determinar que esa minoría se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, constituyendo en minoría al elemento autonomista y a los peninsulares que se queden en el país.
Llegado este momento, son de aprovecharse, para crear conflictos al gobierno independiente, las dificultades que éste tiene que acarrear la insuficiencia de medios para atender a nuestras exigencias y los compromisos con nosotros contraídos los gastos de la guerra y la organización de un nuevo país. Estas dificultades habrán de coincidir con las reivindicaciones que los atropellos y violencias han de suscitar entre los dos elementos citados, y a los cuales debemos prestar nuestro apoyo.
Resumiendo: nuestra política se concreta a apoyar siempre al más débil contra el más fuerte, hasta la completa exterminación de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas.
Con respecto a las posesiones asiáticas de España, en principio se ha resuelto un movimiento de división, cuya extensión y detalles oportunamente se acordarán, teniendo en cuenta que los celos de las potencias coloniales asiáticas, forzosamente nos obligan a limitar a estrecho círculo nuestra accción y, teniendo a la vez en cuenta, no excitar las susceptibilidades de Japón, ya demasiado vivas por la cuestión del Hawai.
La época probable de nuestra campaña será el próximo octubre; pero será conveniente ultimar el menor detalle para estar listos ante la eventualidad de que nos viésemos precisados a precipitar los acontecimientos para anular el desarrollo del elemento autonomista, que pudiera aniquilar el movimiento separatista.
Aunque la mayor parte de estas instrucciones están basadas en las distintas conferencias que hemos celebrado, estimaríamos nos someta usted cualquier observación que puedan la práctica y la conveniencia aconsejar como corrección, pero ateniéndose siempre, mientras tanto, a lo acordado.
Soy de usted sinceramente,
J.C. Breckenridge
Secretario de Guerra
Jose Gonzalez ha dejado un nuevo comentario en su entrada "El memorandun de J.C. Breckenridge, un documento e...":
Recuerdo algo sobre este documento y el personaje que segun el regimen castrista pronuncio todas esas sandeces, lo que no sabia era toda esta info real detras de la mentira castrista.
Pablo, eres una "biblioteca con patas".
saludos
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J.C. Breckenridge, U.S. Undersecretary of War in 1897, sent the following memo to the Commander of the U.S. Army, Lieutenant General Nelson A. Miles. The memo explains what is to be U.S. policy towards the Hawaiian islands, Puerto Rico and Cuba.
Department of War
Office of the Undersecretary
Washington D.C.
December 24, 1897
This department, in accordance with the departments of foreign trade and the Navy, feels obligated to complete the instructions on the military organization of the upcoming campaign in the Antilles with certain observations on the political mission that will fall to you as general in charge of our troops. Until now the annexation of territories to our Republic has been that of vast, sparsely populated regions, and such annexation has always been preceded by our immigrants’ peaceful settlement, so the absorption of the existing population has been simple and swift.
In relation to the Hawaiian Islands, the problem is more complex and dangerous, given the diversity of races and the fact that the Japanese interests there are on the same footing as ours. But taking into account their meager population, our flow of immigrants will render those problems illusory.
The Antillean problem has two aspects: one related to the island of Cuba and the other to Puerto Rico; as well, our aspirations and policies differ in each case.
Puerto Rico is a very fertile island, strategically located to the extreme east of the Antilles, and within reach for the nation that possesses it to rule over the most important communications route in the Gulf of Mexico, the day (which will not tarry, thanks to us) the opening is made in the Isthmus of Darien. This acquisition which we must make and preserve will be easy for us, because in my mind they have more to gain than to lose by changing their sovereignty since the interest there are more cosmopolitan than peninsular.
Conquest will only require relatively mild measures. Our occupation of the territory must be carried out with extreme care and respect for all the laws between civilized and Christian nations, only resorting in extreme cases to bombing certain of their strongholds.
In order to avoid conflict, the landing troops will take advantage of uninhabited points on the southern coast. Peace loving inhabitants will be rigorously respected, as will their properties.
I particularly recommend that you try to gain the sympathy of the colored race with the double objective of first obtaining its support for the annexation plebiscite, and second, furthering the main motive and goal of the U.S. expansion in the Antilles, which is to efficiently and rapidly solve our internal race conflict, a conflict which is escalating daily due to the growth of the black population. Given the well-known advantages that exist for them in the western islands, there is no doubt that once these fall into our hands they will be flooded by an overflow of black immigrants.
The island of Cuba, a larger territory, has a greater population density than Puerto Rico, although it is unevenly distributed. This population is made up of whites, blacks, Asians and people who are a mixture of these races. The inhabitants are generally indolent and apathetic. As for their learning, they range from the most refined to the most vulgar and abject. Its people are indifferent to religion, and the majority are therefore immoral and simultaneously they have strong passions and are very sensual. Since they only possess a vague notion of what is right and wrong, the people tend to seek pleasure not through work, but through violence. As a logical consequence of this lack of morality, there is a great disregard for life.
It is obvious that the immediate annexation of these disturbing elements into our own federation in such large numbers would be sheer madness, so before we do that we must clean up the country, even if this means using the methods Divine Providence used on the cities of Sodom and Gomorrah.
We must destroy everything within our cannons’ range of fire. We must impose a harsh blockade so that hunger and its constant companion, disease, undermine the peaceful population and decimate the Cuban army. The allied army must be constantly engaged in reconnaissance and vanguard actions so that the Cuban army is irreparably caught between two fronts and is forced to undertake dangerous and desperate measures.
The most convenient base of operations will be Santiago de Cuba and Oriente province, from which it will be possible to verify the slow invasion from Camagüey, occupying as quickly as possible the ports necessary for the refuge of our squadrons in cyclone season. Simultaneously, or rather once these plans are fully in effect, a large army will be sent to Pinar del Río province with the aim of completing the naval blockade of Havana by surrounding it on land; but its real mission will be to prevent the enemy from consolidating its occupation of the interior, dispersing operative columns against the invading army from the east. Given the impregnable character of Havana, its is pointless to expose ourselves to painful losses in attacking it.
The troops in the west will use the same methods as those in the east.
Once the Spanish regular troops are dominated and have withdrawn, there will be a phase of indeterminate duration, of partial pacification in which we will continue to occupy the country militarily, using our bayonets to assist the independent government that it constitutes, albeit informally, while it remains a minority in the country. Fear, on the other hand, and its own interests on the other, will oblige the minority to become stronger and balance their forces, making a minority of autonomists and Spaniards who remain in the country.
When this moment arrives, we must create conflicts for the independent government. That government will be faced with these difficulties, in addition to the lack of means to meet our demands and the commitments made to us, war expenses and the need to organize a new country. These difficulties must coincide with the unrest and violence among the aforementioned elements, to whom we must give our backing.
To sum up, our policy must always be to support the weaker against the stronger, until we have obtained the extermination of them both, in order to annex the Pearl of the Antilles.
The probable date of our campaign will be next October (1898), but we should tie up the slightest detail in order to be ready, in case we find ourselves in the need to precipitate events in order to cancel the development of the autonomist movement that could annihilate the separatist movement. Although the greater part of these instructions are based on the different meetings we have held, we would welcome from you any observations that experience and appropriate action might advise as a correction, always, in the meantime, following the agreed upon lines.
Sincerely yours,
J.C. Breckenridge
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