domingo, julio 09, 2006

EL BARON DE LOS VERDUGOS. Por Ra'ul Rivero

Tomado de El Nuevo Herald.com

El barón de los verdugos

Por RAUL RIVERO

Madrid -- Cada gesto que hace ahora la dictadura cubana contra la oposición pacífica y contra las estructuras de la sociedad civil, tiene una contracción primaria en Caracas, en la chequera negra que Hugo Chávez le cartereó a su pueblo.

En la foto de familia de los represores, junto al dictador real, la nomenclatura y sus sirvientes, muy por encima de quienes aparecen de rodillas con un esparadrapo en la boca, al lado de la izquierda de Paco Rabanne y Coco Chanel, se puede ver la sombra de un hombre feo que vocifera y convoca unos incendios y llama al odio y a la violencia.

Es él. El elegido por su megalomanía y por sus ávidos compinches y los nuevos compadres adquiridos con el dinero impropio. El, que apoya a su viejo maestro de patrañas, a su catedrático de eternidades para que siga en el Mercedes Benz hasta el final del viaje, sobre las libertades de un país en ruina.

Chávez, el dictador auxiliar de los cubanos, tiene su provenir comprometido como banquero de los represores. Su respaldo financiero ayuda a mantener en Cuba a más de 300 prisioneros políticos y se le aprecia como un resuelto promotor de los que imponen a la oposición pacífica un sistema de acoso y persecución que se propone contener la rebeldía popular y anular a sus líderes.

Tiene que ver con los días de suplicio que viven los presos en las cárceles, sus privaciones, sus patologías y las humillaciones a que son sometidos ellos y sus familiares. Tiene que ver con el arbitrario proceso contra el abogado René Gómez Manzano, sepultado en la espantosa cárcel de Nieves Morejón sin juicio y sin esperanzas.

El hombre de las camisas rojas entra, hora por hora y minuto por minuto, en el manejo y control económico de un régimen derruido sobre sus fracasos económicos. Sobre sus abusos de poder y sus violaciones de todos lo derechos. Un modelo vencido que para lo único que sirve en ese continente es para que los políticos aprendan la lección de cómo no se puede conducir un país.

Ha venido, este fanático del Kalahsnikov, a tratar de mantener en pie el fantasma de un sistema que empobreció a Cuba, dividió la familia y le ha costado a la nación miles de años de cárcel y miles de muertos. Ha venido a recatar una derrota para transterrarla y esclavizar su patria con él, figura cumbre del desastre, como una patética caricatura del enterrador primario.

Ya pueden verse huellas de las transferencia. Ahí está el periodismo libre encañonado día y noche y la sociedad civil a la defensiva y los demócratas perseguidos y los asesores cubanos --con toda su experiencia y su nocturnidad-- indicando aquí y allá dónde cerrar una puerta y dónde inaugurar un calabozo.

Allá van los poetas y escritores amaestrados a enseñarles a los venezolanos desprevenidos cómo se le canta a quien oprime, cómo se disimulan sus maldades y cómo se edulcoran las biografías.

Ya he visto, he tenido en mis manos, he leído, aquí en Madrid, documentos oficiales venezolanos autorizando salidas y entradas del país con una prosa que todos conocemos muy bien y que no tiene el timbre del cono sur sino la crispación del represor caribeño y su definida estirpe estalinista.

Creo, de todas formas, que esta especie de curandero marxista (de la tendencia de Groucho Marx) está llegando tarde con sus millones a un país que no requiere milagros ni mecenas. Lo que hace falta allí es un cambio radical, unos pasos largos y bien pensados hacia la libertad y la democracia. Una cura de caballo donde no caben caudillos de catástrofes.