Shelyn Rojas
6 de julio de 2006
La Habana – www.PayoLibre.com – Gerardo Younel Ávila Perdomo, 24 años, mediana estatura y bastante delgado, nació en cuna de oro. Su padre, Gerardo Ávila de la Noval, era escolta de la figura en jefe del gobierno, franco tirador, para entrar en detalles. Su rapidez y puntería lo llevó a que entre los suyos fuera llamado, Jaguar.
Gerardo tuvo todo lo que cualquier otro niño hubiese querido tener. No carecía de nada, todo era en demasía.
Recuerda que los cumpleaños de todos los hijos de los “mayimbes” eran fiestas especiales. Se realizaban en la casa ubicada en una “zona congelada” del Vedado. Herencia que dejó Celia Sánchez Manduley para estos menesteres.
La ceremonia se realizaba el día de julio con que el régimen sustituyó por decreto el día de reyes. Los regalos para ellos no eran iguales a los que se vendían en las tiendas para los hijos de los cubanos. No eran tres juguetes racionados bajo la norma de básicos, no básicos y dirigidos.
“Los juguetes para nosotros fueron seleccionados de acuerdo a las edades. Desde muñecos de peluche, soldaditos, muñecas, carriolas, bicicletas…” “Nunca vi los regalos que les entregaban a los muchachos pasados de los 18 años, yo sólo alcancé hasta carriolas”, sonríe.
“En 1990, yo tenía 9 años. Mi padre sufrió una caída en una misión. Esta le provocó fracturas en las vértebras. Fue retirado de su trabajo. Por su gran desempeño y devoción durante tantos años, le asignaron una casa en Alamar”
Al cabo de un año permutaron para Luyanó. “A los dos años ya estábamos olvidados. No recibí más invitaciones para fiestas, ni ropa, ni comida, ni juguetes”.
El Jaguar, fue ubicado en la fábrica de cigarros, como un simple trabajador. Gerardo esperaba la llegada de su padre todos los días a las 5 de la tarde. A esa hora iba a comprar comida en una fonda cerca de su vivienda. La fonda era de 7ma categoría. Hasta ese momento se mantenía tomando vasos de agua con azúcar.
“Conocí la verdad de la vida. Había sido expulsado del círculo de los privilegiados. Comencé la secundaria y en 8vo grado tuve que dejar la escuela. Ya había crecido, seguía usando el mismo uniforme. El matutino era bajo el sol, las suelas agujereadas de mis tenis trasmitían todo el calor del asfalto. Al comienzo del otro curso estudié en una escuela de oficios, obrero calificado en refrigeración”.
“Recuerdo los papeles que cayeron en el Malecón con propagandas para el Cambio, en el año 95. Los tiraron desde avionetas de Hermanos al Rescate. Recogí algunos volantes y los llevé a la casa. Mis ideas eran distintas a las de mi padre, que siempre decía que todo iba a mejorar”.
“Mi forma de pensar provocó que mi padre me expulsara de la casa, esta vez para siempre. Mi madre me dio cobija en el techo de su casa. Sólo había espacio para mí en el palomar. Duermo allí en una colchoneta en el suelo”. Las palomas son sus confidentes nocturnas.
Entonces comenzó a buscar sus respuestas en la oposición. Al principio no fue fácil. Por ser hijo de un personaje como el Jaguar siempre tendían a rechazarlo.
“A principio de este año por una noticia de la página digital CubaNet.org que me proporcionó un opositor, encontré la dirección de la Comisión de Atención a Presos Políticos y Familiares (CAPPF). Fui aceptado y en estos momentos me desempeño como activista en la ayuda a los presos políticos”.
“Una de las cosas que más me atraen del cambio es que todos los niños puedan tener la niñez que yo tuve, sin ser hijo de alguien como el Jaguar”.
Lo dijo mirando a un grupo de niños que pateaban descalzos algo que pretendía ser una pelota de fútbol. Bordeaban los baches de la calle. Todos pretendían ser Ronaldinho.
6 de julio de 2006
La Habana – www.PayoLibre.com – Gerardo Younel Ávila Perdomo, 24 años, mediana estatura y bastante delgado, nació en cuna de oro. Su padre, Gerardo Ávila de la Noval, era escolta de la figura en jefe del gobierno, franco tirador, para entrar en detalles. Su rapidez y puntería lo llevó a que entre los suyos fuera llamado, Jaguar.
Gerardo tuvo todo lo que cualquier otro niño hubiese querido tener. No carecía de nada, todo era en demasía.
Recuerda que los cumpleaños de todos los hijos de los “mayimbes” eran fiestas especiales. Se realizaban en la casa ubicada en una “zona congelada” del Vedado. Herencia que dejó Celia Sánchez Manduley para estos menesteres.
La ceremonia se realizaba el día de julio con que el régimen sustituyó por decreto el día de reyes. Los regalos para ellos no eran iguales a los que se vendían en las tiendas para los hijos de los cubanos. No eran tres juguetes racionados bajo la norma de básicos, no básicos y dirigidos.
“Los juguetes para nosotros fueron seleccionados de acuerdo a las edades. Desde muñecos de peluche, soldaditos, muñecas, carriolas, bicicletas…” “Nunca vi los regalos que les entregaban a los muchachos pasados de los 18 años, yo sólo alcancé hasta carriolas”, sonríe.
“En 1990, yo tenía 9 años. Mi padre sufrió una caída en una misión. Esta le provocó fracturas en las vértebras. Fue retirado de su trabajo. Por su gran desempeño y devoción durante tantos años, le asignaron una casa en Alamar”
Al cabo de un año permutaron para Luyanó. “A los dos años ya estábamos olvidados. No recibí más invitaciones para fiestas, ni ropa, ni comida, ni juguetes”.
El Jaguar, fue ubicado en la fábrica de cigarros, como un simple trabajador. Gerardo esperaba la llegada de su padre todos los días a las 5 de la tarde. A esa hora iba a comprar comida en una fonda cerca de su vivienda. La fonda era de 7ma categoría. Hasta ese momento se mantenía tomando vasos de agua con azúcar.
“Conocí la verdad de la vida. Había sido expulsado del círculo de los privilegiados. Comencé la secundaria y en 8vo grado tuve que dejar la escuela. Ya había crecido, seguía usando el mismo uniforme. El matutino era bajo el sol, las suelas agujereadas de mis tenis trasmitían todo el calor del asfalto. Al comienzo del otro curso estudié en una escuela de oficios, obrero calificado en refrigeración”.
“Recuerdo los papeles que cayeron en el Malecón con propagandas para el Cambio, en el año 95. Los tiraron desde avionetas de Hermanos al Rescate. Recogí algunos volantes y los llevé a la casa. Mis ideas eran distintas a las de mi padre, que siempre decía que todo iba a mejorar”.
“Mi forma de pensar provocó que mi padre me expulsara de la casa, esta vez para siempre. Mi madre me dio cobija en el techo de su casa. Sólo había espacio para mí en el palomar. Duermo allí en una colchoneta en el suelo”. Las palomas son sus confidentes nocturnas.
Entonces comenzó a buscar sus respuestas en la oposición. Al principio no fue fácil. Por ser hijo de un personaje como el Jaguar siempre tendían a rechazarlo.
“A principio de este año por una noticia de la página digital CubaNet.org que me proporcionó un opositor, encontré la dirección de la Comisión de Atención a Presos Políticos y Familiares (CAPPF). Fui aceptado y en estos momentos me desempeño como activista en la ayuda a los presos políticos”.
“Una de las cosas que más me atraen del cambio es que todos los niños puedan tener la niñez que yo tuve, sin ser hijo de alguien como el Jaguar”.
Lo dijo mirando a un grupo de niños que pateaban descalzos algo que pretendía ser una pelota de fútbol. Bordeaban los baches de la calle. Todos pretendían ser Ronaldinho.
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