sábado, diciembre 16, 2017

Alberto Benegas Lynch: La influencia de Antonio Gramsci: Educacion y Socialismo. La instauración del Comunismo a través no de la lucha de clases si no a través de la Cultura. Su temprana aplicación en la Cuba tiranizada por los Castro


Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Es importante puntualizar que en Cuba antes del triunfo de la revolución de 1959 había educación gratuita  desde la escuela primaria hasta la universitaria.   En los años 50 del pasado siglo más del 20% de la matrícula de la Universidad de La Habana eran matrícula gratis pese a que la carrera más  costosa era la de Medicina  con un costo de 70 pesos cubanos anuales   (incluyendo 5 pesos por el uso del estadiun universitario)  y el pago se podía hacer en tres cuotas. También existía educación privada. El Estado cubano en esa época era uno de los Estados de América Latina que  dedicaba, de su presupuesto anual, el mayor porciento a la Educación de sus habitantes.

FIDEL CASTRO RUZ EN EL DISCURSO PRONUNCIADO EN CONMEMORACION DEL XX ANIVERSARIO DEL ATAQUE AL CUARTEL MONCADA  EL 26 DE JULIO DE 1973 EXPRESÓ: En la educación está el instrumento fundamental de la sociedad para desarrollar los individuos integrales capaces de vivir en el comunismo. 
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La influencia de Antonio Gramsci: Educacion y Socialismo

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Estimo que nada ha influido más sobre el corazón del mundo moderno que los escritos y la consiguiente estrategia gramsciana. Desafortunadamente muchos son los que se quejan de los sucesos del momento pero muy pocos los que contribuyen a revertir la situación estudiando y difundiendo los principios y valores sobre los que descansa una sociedad abierta.

En la colección de sus escritos bajo el título de La ciudad futura Gramsci apunta que “Algunos lloriquean compasivamente, otros maldicen obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: si yo hubiera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, mis ideas ¿hubiera ocurrido lo que pasó? […] Odio a los indiferentes porque me molesta su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas de cada uno de ellos por como ha desempeñado el papel que la vida le ha dado y le da todos los días, por lo que ha hecho y, sobre todo, por lo que no ha hecho”.

(Antonio Gramsci)

Desde la perspectiva liberal (y desde muchas otras) todo ser humano está interesado en que se lo respete, ergo, todos (cada uno) tenemos la responsabilidad ineludible e indelegable de contribuir a explicarnos y a explicar los fundamentos de una sociedad en la que prevalezca el respeto recíproco. Es irrelevante a que nos dediquemos en la vida, esta faena no es tarea solo de filósofos sino también de quienes se dedican a la danza, la pintura, el derecho, la economía, la mecánica o la literatura. Todos necesitamos para sobrevivir el cuidado y la garantía a nuestras autonomías individuales.

Antonio Gramsci era marxista, por ende, no consideraba el resguardo de la propiedad de cada cual como parte del respeto recíproco (Marx y Engels consignaron que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta expresión: abolición de la propiedad privada”), pero el pensamiento citado más arriba ilustra los esfuerzos realizados en pos de un ideal, el ideal del colectivismo que ha desembocado en los atropellos más brutales a los derechos de las personas. Debido a las enseñanzas gramscianas, estas ideas son las que de un tiempo a esta parte han tenido mayor éxito en el llamado mundo libre. El eje central de Gramsci puede resumirse en su frase: “Tomen la educación y la cultura y el resto se dará por añadidura”. Es a esto a lo que se refiere el premio Nobel en economía Friedrich Hayek cuando escribe en Intellectuals and Socialism que los liberales deben tomar como ejemplo las permanentes y persistentes tareas educativas de los socialistas. Ese fue el sentido de la insistente proclama de los Padres Fundadores en Estados Unidos en cuanto a que “el precio de la libertad estriba en su eterna vigilancia”.

Los apurados de siempre pretenden buscar atajos y coartadas que no existen y, para no proceder en consecuencia, se escudan en el lugar común de sostener que “la educación es a largo plazo” sin percatarse que se han dejado vencer infinidad de plazos y que como ha dicho Mao Tsé-Tung “la marcha más larga comienza con el primer paso”. El asunto no es endosar la responsabilidad a otros, se trate de la llamada oposición o de políticos en el Ejecutivo, sino de preguntarse que hace uno todos los días para contribuir con un granito de arena a despejar telarañas mentales.

Gramsci sugiere el establecimiento de una contra-hegemonía cultural que nazca del proletariado (cosa en la que Lenin descreía y que los hechos le dieron una y otra vez la razón) al efecto de arremeter contra la educación burguesa (una intelligentsia “orgánica” para oponerse a la tradicional). En otros términos influir sobre la cultura (“guerra de posición”) para tomar el poder (“guerra de momento”), lo cual no significaba adherir a todo lo dicho por Marx, por ejemplo, en “La Revolución contra Das Kapital”, Gramsci sostenía que la sublevación de octubre demostró que no es necesario esperar la maduración del capitalismo para establecer el socialismo.

En la selección de trabajos de Gramsci publicados bajo el título de Los intelectuales y la organización de la cultura el autor se detiene a considerar en detalle las estrategias de penetración en revistas, periódicos, centros de estudio, bibliotecas populares, escuelas, universidades y academias en el contexto de referencias históricas y del análisis de diferentes tipos de audiencias y lectores para concluir que lo que existe refleja “cementerios de la cultura” y que “el objetivo es obtener una centralización de la cultura y un impulso de la cultura nacional”. Y en los ensayos recopilados en  Antología, Gramsci -la mayor parte escritos desde la cárcel fascista y muchas veces entre vómitos de sangre debido a su precaria salud- alienta a los revolucionarios de todos las épocas al manifestar que “Es en verdad admirable la lucha que lleva la humanidad desde tiempos inmemoriales, lucha incesante con la que se esfuerza por arrancar y desgarrar todas las ataduras”.

La mayor parte de mis amigos que han abandonado el socialismo para abrazar el liberalismo confiesan que uno de sus autores favoritos era precisamente Antonio Gramsci puesto que sin bombas ni metralletas aconsejaba el recorrido cultural y educativo como el arma más potente para implementar el socialismo. Paradójicamente, las recetas de quien sufriera las persecuciones y encierros de Mussolini se han convertido de facto en políticas fascistas por doquier. Esto es, en lugar de seguir el camino más directo de expropiar la propiedad de modo completo se opta por permitir el registro a nombre de particulares pero el aparato estatal usa y dispone del flujo de fondos.

La misma paradoja se presenta en el ahora célebre panfleto de Stéphane Hessel que sirve de base a los “indignados” del mundo: el autor fue apresado por los criminales de la Gestapo y escapó milagrosamente de Buchenwald y, sin embargo, aconseja el programa económico de sus captores nacional-socialistas, léase el férreo control y administración de las empresas más relevantes por parte de los gobiernos. Es a raíz de influencias de este tipo que los “indignados” piden más de lo mismo a pesar de que un Leviatán elefantiásico les succiona el fruto de sus trabajos, el cual  se endeuda de modo astronómico, establece presiones tributarias crecientes, impone regulaciones asfixiantes, revela déficit alarmantes, alienta sistemas bancarios insolventes, promueve legislación que expulsa del mercado a los que más necesitan trabajar y, como si esto fuera poco, financia a manos llenas con recursos de otros a empresarios irresponsables, ineptos o las dos cosas al mismo tiempo.

Ya escribí antes en estas mismas columnas un extenso artículo donde mostraba el íntimo parentesco entre “derechas” e “izquierdas” y su común odio al liberalismo (y no digo “neoliberalismo” puesto que se trata de una etiqueta que ningún intelectual serio de esta época asume). Tal vez el meollo de la cuestión resida en la incomprensión respecto a las causas de las condiciones de vida de la gente. Se trata de contar con marcos institucionales civilizados, es decir respetuosos del derecho de todos, lo cual significa descartar los discursos de pretendidos brujos que compiten desde los más variados flancos para manejar a su antojo las vidas y las haciendas de los demás. Por esto es que Juan Bautista Alberdi al referirse a nuestra Constitución fundadora subrayaba que “no bastaba reconocer la propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada en su principio y desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso: en el uso y disponibilidad de sus ventajas […] El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado en nombre de la utilidad pública”.

Esos marcos institucionales permiten atraer inversiones que hacen de apoyo logístico al trabajador para elevar su productividad. No es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor y no es lo mismo pescar a cascotazos que hacerlo con una red para tal fin. Los salarios no son más altos en Canadá que en Angola debido a la generosidad de los empleadores canadienses sino que están obligados a pagar sumas mayores como consecuencia de las mayores tasas de capitalización.

Por último, y sin pretender que con esta nota periodística se agoten los innumerables temas respecto al debate socialismo-liberalismo, es de interés destacar que, en un mercado abierto, la tendencia al igualitarismo crematístico atenta contra el nivel de vida de los más necesitados puesto que los factores de producción se asignan allí donde se atiende mejor la demanda. En esta línea argumental, el que da en la tecla obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos. Este cuadro de situación queda por completo distorsionado cuando los amigos del poder hacen negocios en los despachos oficiales, en cuyo caso los patrimonios resultantes son fruto de una gravísima explotación a los consumidores.

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, EN LA CONCENTRACIÓN PARA CELEBRAR EL   IV ANIVERSARIO DE LA INTEGRACIÓN DEL MOVIMIENTO JUVENIL CUBANO, EN LA CIUDAD ESCOLAR “ABEL SANTAMARÍA”, SANTA CLARA, EL 21 DE OCTUBRE DE 1964.

Pero no es solo un problema de educación política, no es solo un problema de educación económica, es también un problema de educación moral.  Todos los hombres no se comportan siempre igual.  En un grupo de diez hombres, en cualquier grupo de diez hombres, siempre se encontrarán un hombre que es el primero y siempre se encontrarán un hombre que es el último; en todo grupo de diez hombres siempre se encontrarán uno que es el más generoso de todos, uno que es el mejor compañero de todos, uno que es el más sacrificado de todos, y siempre se encontrarán otro que es el menos generoso de todos, que es el menos sacrificado de todos, que es el más egoísta de todos.  Y eso es lógico, la naturaleza humana no produce a todos los hombres exactamente iguales.  Hay solo una cosa que puede hacer a todos los hombres más o menos iguales, hay solo un medio de hacer que todos los hombres se semejen, y ese medio es la educación.

La educación es el único medio capaz de ir creando en el hombre, desde que empieza a tener uso de razón, una conducta social, una conducta moral; la educación es lo único capaz de hacer que los hombres sean mejores, es lo único capaz de hacer que los hombres puedan variar una inclinación del mal hacia el bien
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En Cuba la educación no es gratuita
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No es gratuita la educación en Cuba. Por la sencilla razón de que nada que se entregue a condición es gratuito, afirma el autor de este artículo
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Por Félix Luis Viera
Miami
31/08/2017
La ensayista cubana Graziella Pogolotti (GP), residente en la Isla, ha dado a conocer en el diario Granma —como toda la prensa autorizada en Cuba, en la nómina salarial del Gobierno— del pasado 27 de agosto un artículo titulado “Colores de otoño”, cuyo tema fundamental es destacar la gratuidad de la instrucción escolar en Cuba (que “educación” podría ser otro asunto).
De un total de 998 palabras, GP dedica las primeras 135 a expresar la diferencia existente entre “los habitantes del trópico” y aquellos de los “países templados”; en lo que se refiere a la carencia del otoño para los primeros y cómo “el otoño alienta una atmósfera de melancolía” en los segundos.
“Y, sin embargo, para los cubanos, septiembre tiene colorido especial”, afirma GP, pues en este mes “los uniformes escolares vuelven a invadir las calles”.
Hasta aquí el texto es bonito, idealista quizás, romántico en parte, égloga o madrigal tal vez.
Más adelante, la autora se lanza a lo que iba: “El acceso universal y gratuito a la educación es uno de los logros de la Revolución Cubana reconocidos universalmente”.
No es así como ella afirma. No es gratuita la educación en Cuba. Por la sencilla razón de que nada que se entregue a condición, es gratuito.
En Cuba el acceso a la instrucción escolar está condicionado por una ideología. De manera que podríamos afirmar que, más que gratuita, es obligatoria.
Obligatoria por cuanto el estudiante, desde niño, no tiene más alternativa que asistir a las escuelas de Estado. De un Estado totalitario que impone a los alumnos la política que le es afín.
De tal modo que, desde niño, desde el preescolar, el estudiante debe portar una pañoleta que lo destaca como alguien definido a favor de la Revolución, el castrismo, el comunismo —que todo esto viene siendo lo mismo.
Desde esa edad, además, el estudiante, cada mañana antes del inicio de las clases debe jurar con la mano en alto: “¡Seremos como el Che!”. Es decir, jurar en favor del comunismo. O lo que es lo mismo, que será guerrillero, antiimperialista, invasor de otras geografías, etcétera.
Lo antes dicho es un cobro, y bastante caro, de la educación que reciben aquellos niños. Puesto que aún tienen que mentir en caso de que sientan ser como sus padres, o como Víctor Hugo o como Rocky Marciano.
Y más caro aún. El niño, que ya forma parte de la Organización de Pioneros de Cuba, de donde se supone que algún día tomará el camino de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, de donde se supone que algún día tomará el camino del glorioso Partido Comunista de Cuba… el niño, decía, está en el deber de asistir a las “actividades políticas” que se realizan en su escuelita. De lo contrario, su expediente podría quedar manchado desde tan temprana edad. Y con un expediente “flojo” en lo que se refiere al “aporte a la patria” (la patria es el Gobierno), el niño, ya grandecito, y ya joven, puede verse en problemas. Podría encontrarse en situación desventajosa a la hora de clasificar para determinada carrera estudiantil o para otra consecución a la que aspire.
Por lo antes dicho, es habitual que las maestras y maestros de primaria anuncien al niño que, si no viene a la “actividad” del sábado, le pondrán la falta en el expediente. El niño se lo comunica a los padres y estos le dicen al niño que asista, resista y no replique de ninguna manera.
Lo anterior no obsta para que el niño, cuando ya sea un joven, arme una balsa y emprenda la travesía por el Estrecho de la Florida. Tantos… cientos y cientos de miles lo han llevado a cabo…
De modo que la instrucción escolar no es gratuita… tiene el estudiante que asimilar por lo menos una buena porción del cartapacio político que le vayan inoculando durante el viaje (o al menos fingir que la asimila).
Pero hoy en día la educación es un poco más barata que hace unos años, cuando aún existían la Escuela al Campo y la Escuela en el Campo.
En el primer caso los alumnos de secundaria básica tenían que asistir desde 15 días a un mes, en cada curso escolar (son 3), a labores en el campo. Internados.
En el segundo, los estudiantes —y las estudiantes— de preuniversitario, de modo obligatorio, debían realizar sus estudios internados en escuelas ubicadas en zonas rurales, donde en la mañana recibían clases y en la tarde trabajaban la tierra. Les concedían pase de salida cada 15 días.
Para narrar las consecuencias negativas que ambas modalidades trajeron para la sociedad en el orden moral, ético o cívico se necesitarían cientos y cientos de cuartillas.
En el caso de los estudiantes universitarios, debían destinar 15 días de sus vacaciones (en el verano antillano) al trabajo en zonas agrícolas.
Los programas de estudios, sobre todo en las asignaturas de Historia y Humanidades en general, se hallan acomodados de tal forma que aúpen la ideología comunista y el devenir de la Revolución. Así tenemos que en estas materias se encuentran censurados autores notables mientras se sobrevaloran los que se avienen con el orden establecido. De igual manera, los hechos de la historia nacional están manipulados para exaltar las “virtudes” del comunismo en Cuba, lo cual, lógicamente, requiere la mutilación de sucesos trascendentes que no sean del gusto del Gobierno.
Aún en la actualidad ocurren expulsiones de las universidades: las de aquellos alumnos que se manifiesten, si bien de manera pacífica, en desacuerdo con los “preceptos de la Revolución”. Y digo “aún hoy” porque desde varias décadas atrás, esgrimiendo la consigna “La universidad es para los revolucionarios”, nadie podría calcular cuántos miles de estudiantes fueron “purgados” e igualmente cuántos miles no pudieron realizar estudios universitarios y cuántos debieron aceptar una carrera que no se relacionaba con su vocación.
De cualquier manera, los cubanos, en los últimos 58 años, tanto en los grados primarios como en la educación media y superior, como decíamos antes han tenido que aceptar la “educación gratuita” aplicada por un Estado totalitario que impone sus reglas, su política, su ideología.
O sea, no han tenido más opción.
De nuevo, la pregunta: ¿realmente es gratuito algo que se entrega a cambio de lo que fuere? ¿Prodigamos algo en verdad desinteresadamente si exigimos que se cumplan nuestras normas?
Eso de que “El acceso universal y gratuito a la educación es uno de los logros de la Revolución Cubana” es algo fuera de tiempo. Pasado de moda. Muy viejo. En el último medio siglo el tema de la instrucción escolar, de la educación ha sido prioridad de innumerables países. El desarrollo en este aspecto ha resultado considerable y, de ningún modo, se ha obligado a los estudiantes a profesar determinada ideología o no se la ofrecido más opción que las escuelas o universidades estatales.
En los inicios de la década de 1960 se afirmó que Cuba, en unos pocos años, alcanzaría el mismo nivel de vida que Suecia o Estados Unidos. Hoy, quisiéramos los cubanos contar en nuestro país con las condiciones materiales y de otro tipo existentes en las escuelas y universidades públicas del país del Norte; si bien, claro, en montos proporcionales.
En “Colores del otoño”, GP, en otro orden de cosas, expresa: “Opera [el poder económico del capitalismo, el neoliberalismo] también mediante la universalización del dogma (…) de formulación de expectativas de vida, de siembra de valores y de construcción de mentalidades”.
“Dogma”, “construcción de mentalidades”, “formulación de expectativas de vida”… ¿De qué lugar estamos hablando? ¿Acaso no es de Cuba?
Bueno y ya con esta me despido… Así van las cosas…
Referencia:
    http://www.granma.cu/opinion/2017-08-27/colores-de-otono-27-08-2017-20-08-06 .
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