martes, febrero 28, 2006

EL CONTINENTE IRRELEVANTE Y OTRAS TRISTEZAS

Tomado de Cuba Liberal.org


El continente irrelevante y otras tristezas
Carlos Alberto Montaner

El presidente venezolano Hugo Chávez amenaza a George Bush e insulta a Condo-leezza Rice y en Washington nadie le hace caso. Se reúne con su ''hermano'' Evo Morales o con su padre espiritual Fidel Castro para planear la conquista del planeta, o de la galaxia si esa tarde les alcanza el entusiasmo leninista, comenzando por América Latina, y en el New York Times aparece una nota de cuatro líneas en la página 48 junto a la historia de un tipo que jura que fue secuestrado por unos marcianos que lo obligaron a beber güisqui durante un largo fin de semana.
Es cierto: nadie le hace caso a Chávez. ¿Por qué? La respuesta la dio el articulista George Friedman en una reciente columna: porque Chávez, Castro y Morales, pese a la folclórica pirotecnia verbal en que suelen entretenerse, son irrelevantes. Chávez, es verdad, vende el 16 por ciento del petróleo que importa Estados Unidos, pero, al margen de sus ladridos, el coronel venezolano no posee un mejor cliente que el americano para colocar su mercancía, mientras Estados Unidos tiene en la cercana nación bolivariana, no muy lejos del Golfo de México, un país productor de crudos con el que hace negocios, independientemente de la hostilidad y las groserías de quien lo preside y administra. A fin de cuentas, lo que le interesa a Estados Unidos de Venezuela no es la cortesía de sus políticos, sino el combustible que pueda venderle.
Pero George Friedman va más allá de Venezuela en su frío análisis de las relaciones entre Estados Unidos y Sudamérica: desde la perspectiva norteamericana, —afirma— toda la región le parece irrelevante, exceptuado el problema migratorio, y éste es un asunto que concierne principalmente a los vínculos con México. Al sur del Río Grande, objetivamente, sólo hay un grupo de países atrasados que venden materias primas o productos agropecuarios, pero con una participación decreciente en el comercio internacional y una presencia prácticamente nula en el terreno científico, académico, militar y financiero. Sencillamente, cuentan (contamos) muy poco en las grandes cuestiones que se debaten en el mundo.
El texto de Friedman, escrito para los norteamericanos, no es una opinión aislada. Una reciente columna de Marcos Aguinis --uno de los más brillantes escritores latinoamericanos —decía más o menos lo mismo a propósito del exitoso libro Cuentos chinos del periodista argentino-americano Andrés Oppenheimer. Mientras China y la India, —más de un tercio de la población mundial— dos países fuertemente vinculados al mundo desarrollado, pletóricos de ingenieros y científicos, como advierte Oppenheimer, adquirían cada vez mayor importancia como fabricantes de productos complejos con gran valor agregado, América Latina se iba alejando progresivamente de los núcleos centrales de la civilización, fundamentalmente Estados Unidos-Canadá, Europa y Japón.
Aguinis, con gran preocupación, recordaba a otra trágica porción del planeta que a una escala aún más dramática le sucedió algo similar: Africa negra. Africa también es irrelevante y sólo se toma en cuenta cuando alguna catástrofe o alguna masacre extraordinarias alcanzan los titulares de los periódicos. Incluso, se podría agregar otro caso interesante de descivilización: Turquía. De haber sido en los siglos XVI y XVII uno de los grandes imperios internacionales y acaso la primera potencia del Mediterráneo, tras la Primera Guerra Mundial ya no era más que una nación pobre y desorientada sin el menor peso específico en el planeta.
Si estos análisis aciertan, como melancólicamente supongo que ocurre, la conse-cuencia más importante que se extrae de ellos es que para los latinoamericanos más alertas carece de sentido sentarse a esperar a que la comunidad internacional les saque las castañas del fuego cuando se estén quemando. Ningún poder extranjero va a luchar denodadamente por rescatar del fracaso a quienes se empeñan en seguir la senda equivocada. Si la mayoría de los latinoamericanos insisten en alejarse de los patrones de comportamiento del primer mundo, y se dedican a perder el tiempo y a malgastar sus recursos en las costosas tonterías neopopulistas propuestas por Chávez y el resto de los locos sueltos en la región, ninguna nación poderosa va a realizar grandes esfuerzos por corregirles el rumbo. Cuando existía la guerra fría y la batalla era una lucha de suma-cero, donde el país que caía en el bando soviético era una pérdida para Occidente, los americanos concibieron la Alianza para el Progreso o los Cuerpos de Paz para contrarrestar la influencia de Moscú, pero ya ni siquiera existe ese incentivo para estimular la solidaridad internacional. Hoy prevalece en el mundo una absoluta libertad para lanzarse al precipicio.

Febrero 27, 2006