RECORDANDO A CABRERA INFANTE
ENRIQUE CORDOBA
En este 22 de febrero, día en que se cumple el primer aniversario del viaje a la eternidad de Guillermo Cabrera Infante, me viene a la mente aquella mañana cuando lo llamé (a Londres, la ciudad que el mismo escogió para sufrir el dolor de exilio y padecer su lejanía de La Habana) con ocasión de su septuagésimo cumpleaños y resultamos conversando de cine y de Cuba, los temas insistentes de su parábola vital.
Cabrera Infante veía, escribía y comentaba de cine dormido y despierto.
--¿Qué películas te llevarías a la isla desierta? --le pregunté en esa ocasión.
--Yo me llevaría el Ciudadano Kane, de Orson Welles, porque es una película que mientras más la veo más cosas descubro dentro de ella --dijo.
``Es un poco como El Quijote --añadió--, donde hay secretos que uno no ve en la primera visión, como yo la tuve cuando la vi en un cine de los barrios extremos de París, en los años sesenta, porque antes no había podido verla, había desaparecido de la circulación.''
Hablaba de las películas como si acabara de verlas.
--Cuando la vi --dijo--, para mí todo lo que había dicho acerca de ella todo el mundo se quedaba verdaderamente muy por debajo del extraordinario impacto de esta película.
Escucho en mi cabina de Radio Caracol de Miami el sonido de su encendedor, prendiendo un puro. Luego agregó:
--Ha habido otras, como por ejemplo En un lugar solitario, que descubrí gracias a la televisión, en que Humprey Bogart y Laurent Bacall, que es una de mis actrices favoritas, tenían una relación tormentosa de odio-amor que era muy conmovedora realmente, y el final es desolador. Está también El beso mortal que es para mí la mejor película de la serie negra de todos los tiempos, que descubrí en la La Habana y que después he visto muchas veces, al extremo de que tengo dos copias en mi filmoteca, una copia termina bien y la otra termina mal.
Se limpió la garganta y dijo:
--Voy a explicar cómo termina bien y cómo termina mal esa película. Están encerrados en una casa, junto a la playa, en que hay un loco vesánico que está persiguiendo una maleta que contiene uranio radioactivo y uno de los cómplices, una mujer, lo mata para robarle la ma- leta, y entonces llega el héroe que está buscando a su secretaria, a la que han secuestrado, y la encuentra en uno de los cuartos. Salen porque la bomba atómica ha comenzado a explotar y ellos caminan hacia la playa y se meten en el mar. Ese es el final feliz. El final trágico es que la bomba estalla y los coge dentro de la casa. A mí me produjo una gran satisfacción saber que tenía una película que terminaba de dos formas diferentes.
--¿Qué recuerdas de Vértigo?
--Vértigo es para mí la más maravillosa historia de amor jamás contada. También Intriga internacional', que se llamó en España, copiando el título francés Con la muerte en los talones. Es una película de Hitchcock, es una película del año 58, una maravillosa película de aventuras y de intrigas, como dice el título en español.
--¿Estás satisfecho de premios y más premios? --le pregunté.
--Yo hubiera cambiado eso por treinta y cinco años.
--¿Qué sientes al cumplir setenta en Londres?
--Bueno podría ser peor. Podría cumplir setenta años en Cuba, que eso sí sería un desastre. En Londres estoy muy bien. Vivo en el centro y recibo a quien me da la gana, no tengo compulsión de ningún tipo, nadie me obliga a escribir nada en elogio de nadie y eso hay que agradecerlo siempre.
--¿Guardas la esperanza de volver a vivir en Cuba?
--(Carcajadas.) Es una muy aguda pregunta. No puedo responderla, yo volvería después de que se fuera Fidel Castro, pero no en el primer avión. Desearía que me invitaran a regresar, no plantarme de pronto en el aeropuerto de Rancho Boyeros, como prácticamente un recién venido.
--¿Cómo reaccionarás el día que desaparezca Fidel?
--Yo tendría que asegurarme que es verdad, porque tantas veces se ha corrido esa noticia de que Castro ha muerto, se ha ido, no aparece... Yo la cogería con un grano de sal primero, antes que decidir absolutamente nada. Yo espero que ese suceso ocurra de veras.
--¿Cuál es el balance de tus setenta años?
--Bueno, yo me convertí en escritor por decisión propia en los años cuarenta. Mi primer cuento se publicó en el 48, que es una larga, larga fecha. Después seguí publicando porque me pagaban para escribir, porque hay un sabio inglés que se llamó el Dr. Johnson que decía ''solamente un tonto escribe sin que le paguen''. Por supuesto yo la he hecho mía, como una divisa, esa frase memorable.
``Seguí escribiendo y me seguían pagando hasta que esto se fue convirtiendo en un hábito, como quien habla de droga, porque eso es lo que ha sido para mí la literatura: ha sido una droga mágica, un ungüento maravilloso, como decía Don Quijote.
Recuerdos imborrables de Cabrera Infante.
ecordoba@caracolusa.com
Director de `Cita con Caracol'.
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