¿CELEBRACIÓN? CASTRO CUMPLE 80 AÑOS
Un regalo para el Comandante
Por Alcibiades Hidalgo
El Mundo
España
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José F. Sánchez
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Agosto 14, 200
Fidel Castro
Aniversario
Como cada año al acercarse el 13 de agosto, Raúl Castro se preguntaba qué regalar esta vez por su cumpleaños a su hermano mayor en nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.Los 60 años del Comandante en Jefe -un impresionante aniversario redondo según el lenguaje revolucionario preciso en efemérides- complicaban más aún el ya difícil asunto.
Para los principales jefes militares del país no era cuestión menor la casi tradicional procesión, encabezada por su ministro, hasta el despacho de Fidel Castro, en el cuarto piso del Palacio de la Revolución, para congratularlo por un nuevo año de vida.Ya no bastaba el ofrecimiento de una de las réplicas a escala, muy al uso, del yate Granma -a bordo del cual llegó la vanguardia revolucionaria desde México en 1956-, estimada en los estamentos militares como la mayor de las distinciones posibles. Para el máximo líder, merecedor de símbolos más originales, y ajeno a ambiciones terrenales, todas satisfechas, debía hallarse en cada ocasión un presente único, que llenara de gozo un instante de su preciada existencia.
El regalo de sus compañeros de armas cuando Fidel alcanzó la tercera edad, en 1986, vino desde Sierra Maestra por un camino inesperado. Meses antes, un coronel nacido en Birán -patria chica de los Castro-, emparentado de alguna manera con ellos y amante de las bellas artes, había requerido mi ayuda para que, desde el despacho de Raúl en el Partido Comunista, propiciara el viaje a las serranías de Oriente de un joven y extraordinario paisajista, ansioso por conocer la más exuberante región del país.
El resultado del primer trayecto por avión sobre la Sierra Maestra de Tomás Sánchez, el más cotizado de los pintores cubanos actuales, fue el inicio de una serie de visiones aéreas del paisaje cubano, la promesa incumplida de uno de aquellos cuadros prodigiosos para el autor de estas líneas y una obra inesperada.
Conducido especialmente hasta La Plata, un inaccesible paraje donde radicó la jefatura rebelde durante la guerra contra Fulgencio Batista, el pintor grabó en su memoria el trozo de vegetación que Fidel Castro contempló durante meses desde la única ventana del bohío, construido sobre horcones en las faldas de una loma, que compartió con la mujer más importante de su vida, Celia Sánchez, y lo reprodujo en un óleo oscuro y bello que los generales cubanos le entregaron como regalo colectivo el día que cumplió 60 años.
Además de los recibidos en sus muchos cumpleaños, no han faltado regalos extraordinarios en la vida del Comandante. Cuando Leonidas Brezhnev visitó Cuba en 1974 le entregó en discreta ceremonia, que observé como testigo excepcional en mis inicios de periodista, las llaves del monumental Chaika, un auto blindado exclusivo de la nomenclatura soviética, que llevó a la isla para su desfile por las calles de La Habana.
El líder libio Moamar Gadafi, pródigo en obsequios, envió en una ocasión una colección de los más valiosos productos en oro macizo de las Manufacturas Relojeras de Cartier. Mucho más modesto, el presidente mexicano Luis Echevarría, le hizo llegar, a comienzos de los 70, una colección completa de las obras editadas por el Fondo de Cultura Económica. Los dos centenares de valiosas alfombras que Sadam Hussein enviara agradecido, luego del éxito de su operación por un especialista cubano en ortopedia, llenaron innumerables residencias del Comandante y su hermano menor, alcanzando hasta las destinadas al protocolo estatal. La lista de obsequios sería interminable, variada y cada vez más pintoresca.
Tantos regalos terminaron por constituir un serio problema logístico.Su custodia y conservación agobiaron durante mucho tiempo al doctor José Miyar Barrueco, secretario particular del mandatario, cuando se decidió reunirlos en una residencia destinada exclusivamente a ese fin, en la poco conocida calle Edison, en la zona alta del Nuevo Vedado, apenas a unos pasos de la casa del propio asistente.
Lejanos están los días en que el nacimiento de Fidel Castro se celebraba en su ranchón personal, cercano al Palacio de las Convenciones, en compañía de un Premio Nobel de Literatura, el embajador soviético de turno y un grupo de cubanos del primer nivel, muy felices de haber sido escogidos para la ocasión.
Para los 75 viajó a Venezuela, donde cenó en el Club Macagua junto a su nuevo mejor amigo Hugo Chávez, quien lo condecoró en medio de elogios con la Orden Congreso de Angostura en el grado Gran Collar. En su última celebración, los 79 años, el diario Granma publicó en primera página una carta que bajo la firma del pueblo cubano afirmaba sin sonrojo: «Creían los griegos que el Sol era transportado en un carro; los egipcios imaginaban que viajaba en un barco de velas al viento. Los cubanos patriotas sabemos firmemente que el sol lleva verde olivo el traje, tiene alma guerrillera de ideales justicieros y botas de incansable escalador de montañas y sueños».
En cambio hoy, en la fecha de sus 80 años, lo único seguro es que ni Fidel, ni los 100.000 obreros de la industria azucarera, convocados a los campos cañeros bajo el abrasador sol de agosto para conmemorar la fecha, probarán la torta a base de harina de coca enviada desde Bolivia por Evo Morales como regalo para el Comandante, con el mejor deseo de un feliz cumpleaños.
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CLAVES
OBSEQUIOS DISPARES PARA FIDEL
Brezhnev le dio un auto blindado, exclusivo de la nomenclatura soviética. / Gadafi, joyas en oro macizo de Cartier. / Sadam Hussein, dos centenares de alfombras. /
* ALCIBIADES HIDALGO, autor del texto, fue jefe de despacho político de la oficina de Raúl Castro y representante permanente de Cuba ante la ONU. Ahora vive exiliado en Miami.
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