sábado, agosto 19, 2006

¨ RAÚL NO SERÁ GORBACHOV, PERO PODRÍA SER ANDROPOV ¨

«Raúl no será Gorbachov, pero podría ser Andropov»

Por Jorge G. Castañeda
Ex ministro de Relaciones Exteriores de México.


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Jorge G. Castañeda, Manuel Cuesta Morúa y Pablo de Cuba Soria. Analistas opinan sobre la situación actual en Cuba.
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Jorge G. Castañeda
Ensayista, escritor y Ex ministro de Relaciones Exteriores de México.

La crisis de salud de Fidel Castro ha dado lugar a muchas especulaciones. Es evidente la analogía con otros líderes semejantes: Stalin, Mao o Brezhnev. Todo en Cuba desde hace 50 años depende de un hombre, y ese hombre depende de su salud. Como es imposible saber qué pasará hasta que pase, toda especulación sobre el desenlace fatal es ociosa.

Probablemente, el libro reciente más pertinente para el caso es el de Brian Latell After Fidel: the inside story of Castro's regime and Cuba's next leader, publicado a finales del año pasado. Latell lleva cuarenta años tratando de entender (ahora, desde la Universidad de Miami) lo que pasaba, lo que pasa y lo que pasará en Cuba. Dicho sea de paso, si los últimos siete gobiernos de Estados Unidos le hubieran hecho caso, quizás no se encontrarían hoy frente a un abismo en Cuba.

Latell llega a una serie de conclusiones sobre Raúl Castro muy sugerentes y que se han ido verificando en los últimos meses, conforme Fidel iba entregando paulatinamente las riendas del poder a su hermano, puesto que su salud iba decayendo desde hace un año.

El ex analista de la CIA describe a un Raúl que ha vivido a la sombra de su hermano, bajo su férula y dominado por un complejo de inferioridad, pero que, en otras circunstancias, podría cambiar radicalmente. En lugar de ser Raúl El Terrible —el de la persecución homofóbica, los juicios al general Ochoa y al coronel De la Guardia en 1989, la persecución de disidentes y la disolución del Centro de Estudios de América—, puede surgir Raúl El Compasivo: el de los contactos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) con militares de Estados Unidos, el de la eficiencia económica en las empresas del Ejército, el de una actitud más tolerante... En una palabra, el reformador, aunque nada democrático, del postfidelismo.

Tampoco exageremos: Raúl no va a ser Gorbachov, porque la democratización de Cuba implicaría la autodestrucción del régimen. Pero puede ser Andropov, si Latell o Norberto Fuentes tienen razón.

Aunque si, en realidad, Fidel no está tan enfermo y se retiró para supervisar la sucesión en vida, entonces Raúl puede ser Michael Corleone con don Corleone todavía vivo. Y ése sí que sería un cambio, menos de lo necesario pero más de lo esperado.

Lo que en todo caso parece seguro es que la era de Fidel Castro ha llegado a su término: término biológico o término político. Si, como no puede más que deseársele a cualquier persona, Fidel sobrevive a la intervención quirúrgica, hay muy pocos observadores de la escena cubana que consideren factible su retorno al poder absoluto. Y si, fatalmente, no sobreviviera, pues ni hablar.

La piedra de toque, como hubiera dicho el viejo Lenin, va a ser sin duda el tema de las elecciones. Parece inevitable que la comunidad internacional insista en que cualquier transición en Cuba debe, por lo menos, desembocar en elecciones libres, equitativas y competitivas para resolver la cuestión del poder. Digo desembocar porque podría no empezar por ello, pero sí tiene que terminar en ello.

¿Cómo evitar el derramamiento de sangre y al mismo tiempo lograr el avance democrático? ¿Cómo evitar que la sociedad cubana se fracture sin que ello implique abandonar principios fundamentales? En el fondo, ése es el verdadero reto para Raúl Castro, para Cuba y, sin duda, para América Latina y Estados Unidos, que nunca han estado ausentes de las luchas internas cubanas y no lo estarán en esta nueva coyuntura.

Manuel Cuesta Morúa Disidente, portavoz del Arco Progresista.

Estamos ante una delegación gradual, más que provisional. Para alguien que ha demostrado una voluntad tan fuerte de poder, no es fácil renunciar a sus atribuciones. Incluso en el caso de que se restableciera Fidel, ya nada volverá a ser como antes. Su capacidad disminuida no le permitirá gobernar al mismo ritmo. Su posible regreso no obstaculizaría la sucesión. En la reunión del Comité Central del 14 de junio, que restableció el Secretariado del Buró Político del Partido Comunista cubano, Raúl afirmó que el PCC es el único heredero de Fidel. Al mismo tiempo, el periódico Granma se esforzaba por construir una imagen positiva de Raúl, "el mejor intérprete" de su hermano.

La única manera de institucionalizar políticamente "la revolución" es pasarle el relevo al partido. El PCC es una máquina de burócratas que jamán han leído un libro de marxismo. No obstante, algunos sectores debaten los medios de darle una consistencia ideológica, sobre un espectro que va del maoísmo al trotskismo, del modelo yugoslavo al "socialismo con rostro humano" de la Primavera de Praga.

Los seis dirigentes a los que Fidel Castro delegó sus atribuciones son hombres de una lealtad a toda prueba. José Ramón Balaguer, José Ramón Machado Ventura y Esteban Lazo son viejos dirigentes del partido. Los ministros Carlos Lage y Felipe Pérez Roque están encargados de la economía y de la diplomacia. En fin, Francisco Soberón sin duda conoce bien su oficio en el Banco Central. Pero la sucesión institucional reposa únicamente en Raúl. Los otros asumen "tareas de choque", como se dice en La Habana, es decir, los programas que Fidel controla personalmente y que escapan a la lógica institucional.

A Raúl se le asocia con el modelo chino, y a Fidel con el albanés. Raúl introdujo en las empresas militares el "perfeccionamiento empresarial", inspirado en los métodos de gestión capitalista, y traspuestos después a otros sectores económicos. La empresa Gaviota, que controla el turismo, es un poder aparte en la economía, manejado como empresa de la Riviera francesa. Su frase: "los frijoles cuentan más que los cañones" expresa cierto pragmatismo. El lanzó la "agricultura urbana", que autoriza una pequeña explotación de tres o cuatro personas cuya producción puede venderse en el mercado. Raúl podría impulsar reformas económicas estrechamente controladas por el poder político, a la china.

No tener el carisma de Fidel podría ser una ventaja, pues deberá utilizar su capacidad de organizador eficaz para gobernar de manera más racional y desplegar su sentido de la negociación tanto al interior como al exterior de Cuba. No creo que pueda mantener la alta tensión que implica la confrontación con Estados Unidos, alimentada por una retórica agresiva. La amenaza de una agresión estadounidense esgrimida por los oficiales no tiene ningún sustento, sobre todo ahora que EE UU está empantanado en otra parte.

Fidel ha combinado el mito, la historia, el poder, la palabra y la represión. Con un liderazgo menos evidente, Raúl tendrá la tentación de inmovilizar y consolidar sus poderes, para no favorecer los intereses de Estados Unidos. Pero tiene un lenguaje menos belicoso. Una de sus hijas defiende a las minorías sexuales (hasta ahora reprimidas), lo cual supone que hay palabras tolerantes en el círculo familiar.

El 80% de los cubanos nació después de 1958, durante el actual régimen, y no tiene ninguna otra referencia. Pero la aspiración al cambio es real, aunque no encuentre medios de expresarse. Algunos quedarían satisfechos con que la tarjeta de racionamiento alcanzara para los productos que había antes de la crisis provocada por el hundimiento de la Unión Soviética, mientras que otros quisieran crear su pequeña empresa. Muchos desean poder elegir la educación que reciben sus hijos.

No obstante, la mayoría vota con los pies y quiere emigrar, a falta de esperanza. En junio y julio, la red telefónica de la oficina de intereses de EE UU en La Habana estuvo inundada por medio millón de llamadas. En los últimos cuatro meses, más de 20.000 cubanos han presentado una solicitud con miras a obtener la doble nacionalidad española.

Los disidentes, por nuestra parte, debemos dar muestras de serenidad para desbaratar el resentimiento y el odio acumulado desde hace 47 años. Un conflicto civil tendría consecuencias imprevisibles, en detrimento de una transición pacífica. En la oposición debemos buscar una plataforma común, que contemple el rechazo a la injerencia de EE UU y la suspensión del bloqueo económico. Cuba tiene necesidad de un proyecto nacional que abarque a todos los ciudadanos.

Pablo de Cuba Soria Escritor cubano radicado en Miami.

En la presentación de su cuaderno Journey to Love (1955), Williams Carlos William fue exhortado por Allen Ginsberg a que discurriera acerca del hecho poético. El autor de Pictures from Brueghel and Other Poems (1962) miró hacia una de las ventanas del local donde se presentaba el libro, y dijo: "There are a lot of bastards out there".

Trazo la analogía. La recurrente y lógica pregunta de estos días para (hacia, desde) cada cubano, ya sea rodeado de agua por todas partes o en tierras allende todos los mares, acerca del día después, bien podría merecer la respuesta de Williams al poeta de TV baby poems (1967). O, quizás, merecería recordarse aquella frase de Bertolt Brecht a la muerte de Hitler: "Señores, no estén tan contentos con la victoria. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que lo parió está caliente de nuevo".

Vivo o muerto Fidel Castro, cercano o no al descenso a los ínferos, la mayor parte del insilio se ahoga entre un angustioso silencio (el jodidamente comprensible "mejor sometidos que decapitados") y millones de vivas y aplausos y desfile de marionetas; y casi en su totalidad el exilio oscila desde bulliciosas celebraciones y bailoteos que entristecen en vez de traer un aliento de tiempos auténticamente mejores (no imagino a los exiliados alemanes, italianos y/o rusos, regresando a su tierra tocando rumba en calderos: su angustia al parecer era más cerval, lejana de una tradición del choteo), a ese otro silencio (el sempiterno viceversa) que prefiere ahogarse en sí mismo antes de explotar en multiplicidad de voces.

Duele decirlo (que no complejos de culpa o inferioridades por el estilo): estamos asistiendo a otro capítulo (¿o es el mismo que cíclicamente hace honor al genial loco de Röcken?) de esa insoportable novela cubana de lo por llegar.

Capitanes generales, República de bombines, generales y doctores, dictadores, el máximo gángster. La nostalgia del pan con bistec, la melancolía de demócratas del vacilón, el culto de esquina a la botella de ron (sea Bacardí, Havana Club o Chispetrén) mientras fichas de dominó pactan con el aburrimiento, el desfile de fantoches que no hacen más que aplaudir. "Todo lo que es un mitin tropical" (Fernando Lles). La paciencia de los espejos sólo conlleva a lo apócrifo, lo falso. Ya Reina María Rodríguez cierra uno de sus textos desoladoramente: "Y tú me exiges todavía alguna fe?".

La piñata está al romperse. Unos se frotan las manos, otros asoman o se escabullen como gatos boca arriba. Yo me alisto a las filas de aquéllos que de vuelta se encuentran de casi todo. Yo cargo con el peso de mis incredulidades, otros que carguen con el de sus certezas. Me sumerjo (aunque voces humanas me despierten) en la Cuba profunda: el lenguaje Lezama, los espectros de Fidelio Ponce, los pasmosos arlequines de García Vega, el ánima de Kozer. Otros que se jacten de esa Cuba de la abundancia, esos pretéritos por llegar.