LA INTRASCENDENCIA DE LA MUERTE DE FIDEL CASTRO: ¿ VIVO O MUERTO ? DA IGUAL
La intrascendencia de la muerte de Fidel Castro
¿Vivo o muerto? Da igual
Por Roberto Solera
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"Fidel Castro no es la revolución –el primero boquea— la segunda está muerta hace rato y sólo faltan “los papeles” para proceder a su entierro".
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Robert A. Solera / Cubaenelmundo / El gracejo popular cubano es, prácticamente, inagotable. El cuento viene a la mente ante, la sin duda, muerte de Fidel Castro y la importancia basal que Exilio y Gobierno cubano le dan a tal ocurrencia.
Los partidarios del Gobierno cubano – ¿queda alguno todavía?—cifran sus esperanzas en la presencia física, endeble o no, de Castro, al que han erigido en pivote de la “inmortalidad” de algo que una vez fue revolución. Y que hermanan a la existencia terrena del otrora “Caballo”, devenido hoy día, en decrépito jamelgo, más lastimoso que Rocinante y con más achaques que un mulo de carretón carbonero. que pululaban por La Habana allá por el lejano pasado de la década de 1940.
Cuentan que en una guagua habanera iba un individuo sentado en el asiento inmediato a la ventanilla, cuando repentinamente comenzó a diluviar -–esos chaparrones típicos del trópico cubano donde pareciera que San Pedro abre todas las llaves y deja caer sobre La Habana un nuevo diluvio universal. El pasajero colindante al individuo del cuento le pidió amablemente al ciudadano de la susodicha ventanilla que la cerrara, pues se mojaba. Este, impertérrito contestó: “¡Dá iguá!. De Nuevo, una y otra vez, el pasajero del pasillo conminó a quien ocupaba el asiento de la ventanilla a cerrarla, recibiendo la misma respuesta: ¡Ðá iguá!. Molesto, su interlocutor llamó al conductor –encargado del cobro de pasajes y de dar transferencias a otros vehículos públicos-- quien conminó enérgicamente al “ventanillero”, ¡Por favor, cierre la ventanilla!
De nuevo el pasajero de la ventanilla displicentemente contestó con el susodicho ritornello: “!Da iguá!". Y uniendo el dicho al hecho procedió a subirla mostrando que la misma no tenía cristal alguno que impidiera la lluvia empapara a su colindante pasajero. "¡Ya vé que dá iguá”, repitió el ocupante del asiento de la ventanilla.
Moraleja: “Dá iguá, que Castro viva o no”.
Se preguntarán, ¿por qué?
Cuba, otrora país exuberante pletórico de frutos, viandas, legumbres y carnes –avícolas, bovinas, lanares y cualquier otra que su mente afiebrada quiera evocar, hoy es un páramo donde se distribuye el hambre y no los alimentos comunes en el pasado –no tan remoto.
La economía está por el suelo y las carencias son tales que no hay que preguntar qué falta al cubano de a pie sino qué tiene a su alcance el mismo. Pues es más fácil enumerar lo que hay que hacerlo con las carestías.
No hay viviendas suficientes. El propio gobierno ha dicho que el déficit es de 600,000 viviendas –sólo en La Habana—y que de las viviendas existentes más del 40 por ciento están en estado deplorable, para una población que ha crecido hasta más de dos millones de habitantes en la Capital y más de 11 millones en total.
La energía eléctrica “brilla” por su ausencia, con más frecuencia de lo soportable.
De transporte se utilizan los pocos camiones estatales que circulan y que se ven obligados a transportar a los ciudadanos como ganado, de uno a otro lado de la capital.
¿Agua? ¿Qué es eso?, preguntan los vecinos, maravillados que de cuando en cuando les llegue el precioso líquido necesario para la higiene personal, familiar y las labores, tanto de la cocina como de la limpieza del hogar.
Con magros salarios pagados en moneda sin, prácticamente, ningún valor los trabajadores se ven obligados a acopiar dólares para poder comprar todo lo que no hay en el “mercado regulado” estatal e intercambiar sus pocos pesos cubanos por aún menos dólares para tal efecto. Los que tienen “FE” –no, no los tradicionales creyentes— sino Familiares en el Extranjero se libran, en cierto modo de soportar tan cotidianamente todas las carestías.
El gobierno cubano está en mora en sus obligaciones internacionales pues no tiene suficientes divisas para cubrirlas y por tanto su crédito está por el suelo –o aún más bajo.
La interminable lista de problemas, dificultades, carencias y absoluta falta de libertad, aquí en último lugar, pero que encabeza la enumeración de lo que ansía tener el pueblo cubano mantienen al Gobierno, y por tanto, al sufrido pueblo cubano en la miseria más total y absoluta. El Gobierno está en quiebra, bancarrota total y prácticamente irreversible mientras se mantengan en el poder los que lo disfrutan y detentan. De modo que si Castro vive es cuestión de suma importancia para el equipo o “guerrilla” gobernante pero totalmente intrascendente para hacer feliz al pueblo cubano.
El Exilio no tiene que fundar su política en la vida o muerte del Tirano cubano, pues “ya éste jugó” como dicen de los atletas que ya no lo son.
No hay más que ver su lastimosa imagen para convencerse que su tiempo es el pasado y que no tiene futuro alguno.
Cuba es un país en proceso de destrucción total y absoluta, con o sin Fidel Castro.
El Gobierno quisiera identificar a Cuba con Fidel, pues así mientras éste viva “viviría la revolución” a su imagen y semejanza, pero el Exilio no tiene por qué hacerle coro.
Fidel Castro no es la revolución –el primero boquea—la segunda está muerta hace rato y sólo faltan “los papeles” para proceder a su entierro.
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