FIDEL HASTA EN LA SOPA
Por Tania Díaz Castro
No me lo van a creer mis lectores -todo el que escribe tiene sus lectores-, pero el otro día, cuando me senté a la mesa a tomarme una sopa, me pareció ver el nombre de un hombre cuando hice girar la cuchara. Como no podía creer que hasta en la sopa leyera el nombre de ese hombre, volví a girar la cuchara en sentido contrario y ¡zas¡ me saltó encima el nombre de Fidel Castro envuelto entre los fideos de la sopa.
Entonces vino a mi mente, una vez más, aquél amigo mío que un día me dijo, que de tanto que escriben el nombre de ese hombre, ha podido ponerse en pie, porque le transmiten energía. Hoy me pregunto si eso puede ser verdad.
Los periodistas extranjeros de medios de prensa importantes, los cubanos exiliados en cualquier parte del mundo, no cesan de escribir cada día sobre las incidencias más pueriles de quien he mencionado. Es abrumadora la avalancha de crónicas, unas breves y otras demasiado largas y cansinas, que no se pierden un detalle del hombre:
Los días que estamos sin sus noticias -contados uno por uno-, si su ausencia es parte de algún misterio o de un propósito maquiavélico, si su futuro mediato e inmediato es más turbio que las aguas del Río Almendares de La Habana, si el pijama que tenía puesto en el vídeo era de ovalitos blancos en un fondo azul marino, si sostuvo mal el teléfono, si llamó de verdad a un subalterno o no, si actuó mejor que Ronald Reagan en sus películas del Oeste…
Es realmente abrumadora la cantidad de escritos, todos diciendo lo mismo o más o menos lo mismo sobre quien ya saben. Perdono a Enrisco, que vive por allá por Nueva Jersey, porque me hace reír. Es gracioso a morirse. También a Carlos Alberto Montaner, porque me hace pensar y pensar…
A quienes no perdono es a esos que insisten en explicarnos con lujo de detalles la verdad de un vídeo, si una escultura será quemada o no, si Evo Luna dice que el hombre es como su padre, si el hermano menor del hermano mayor dice que está mejor, que mejora notablemente, que si está vivo, que si está más muerto que vivo, que si tiene la mirada ida de espanto.
Es sofocante leer o intentar leer esa cantidad de noticias, crónicas, artículos y reportajes, pertenecientes a agencias serias y fidedignas, autores destacados que seguimos para estar informados.
Pero es demasiado, señores, de verdad. A mi me da lo mismo que aparezca en bata de noche o mono deportivo, que levante los hombros como si boxeara con la guadaña en pantuflas, que haya bajado un quintal de libras hasta convertirse en un pálido reflejo de lo que fue.
Lo que sí me interesa y lo digo de todo corazón, es que se arme de nobles y buenos sentimientos, agarre bien el teléfono por última vez en su vida y de la orden de soltar a decenas de opositores pacíficos y periodistas independientes que tiene en la cárcel por puro capricho hormonal, hombres que sólo cumplen con su deber de oponerse a un régimen totalitario que tiene al país envuelto en la miseria y que jamás provocarían el desmantelamiento de ese régimen, porque ya Ricardo Bofill me lo dijo en 1987: se caen solos, igual que la fruta podrida del árbol.
Razón tiene también aquél amigo mío que me habló de Karma, de destino y de no sé cuántas cosas más relacionadas con la energía que le transmitimos con tanta escribidera. Por si las moscas, no entro en esa cumbancha de escribir sobre su mirada de espanto, aterradora casi, horripilante, que hasta se me atravesó un nudo en la garganta porque me pareció ver en mi televisor un espíritu del más allá, que en vez de haberse ido de rumba definitivamente, fue y volvió para irse cuando él quiera, porque lo que soy yo, no le deseo la muerte a nadie, ni a mi peor enemigo.
La Habana, 10 de noviembre de 2006
NOTA DE CUBANÁLISIS: Inédito. Escrito originalmente cuando la aparición de Fidel Castro en video en la TV cubana en octubre 28, 2006.
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