jueves, marzo 22, 2007

CÁMARAS INDISCRETAS

Cámaras indiscretas


Por Alejandro Ríos

No sin cierta sorpresa se constata la insistencia de agencias extranjeras de prensa que desde La Habana anuncian el ''nacimiento'' del cine crítico realizado por jóvenes directores como un fenómeno social de cierta presunta nueva Cuba. Dado que el propio diario Granma publicó una breve nota ensalzando esta circunstancia como ''poniendo el parche antes de que salga el grano'' y el flamante ministro de Cultura, Abel Prieto, también dedicara un esquivo elogio a los realizadores en una entrevista para el periódico La Jornada, estamos a un instante de considerar que la época de Raúl Castro será de apertura y bonanza para la libre expresión.

Una vez más queda demostrado que no pocos de estos corresponsales foráneos viven en el pueblo y no ven las casas, como afirma el sabio refrán. Los filmes inscritos en la Sexta Muestra de Jóvenes Realizadores, recientemente terminada y que ahora se vuelve a exhibir en el Centro Cultural Hispanoamericano de La Habana, los ha sorprendido fuera de base, porque no han sabido hacer la tarea elemental de hurgar en el pasado reciente y averiguar de dónde sale esta generación espontánea de temerarios artistas. También les faltó una operación elemental de matemática: ¿Qué aconteció en las cinco muestras anteriores?

El destape de las artes plásticas en la compleja década de los 80 que concluyó con la efigie ''sagrada'' de Ernesto Guevara sirviendo de alfombra en una exposición --rápidamente clausurada-- y con el performance de otro artista defecando encima de un diario Granma durante la muestra El Objeto Esculturado, gesto que le costó unos meses en prisión, trajo aparejado un renacer de cineastas jóvenes sumamente críticos de la realidad circundante.

Entre los años 80 y 90, por ejemplo, Jorge Luis Sánchez reveló en El Fanguito que los marginados habían proliferado en la revolución y que una juventud abandonada a su suerte pululaba sin rumbo por la isla, como lo muestra en otro de sus documentales, Un pedazo de mí.

Emilio Oscar Alcalde, graduado de cine en Moscú, hizo su primer filme de ficción sobre la devastación provocada por las aventuras bélicas africanas en la familia cubana: El encanto del regreso. Mientras Aarón Yelín se refería a la improcedencia de la educación del llamado hombre nuevo en el documental Muy bien.

Ni decir que Marco Antonio Abad y Jorge Crespo guardaron prisión por su obra Un día cualquiera, donde desafiaron la figura intocable del ''comandante en jefe'' y muchos otros de sus colegas debieron afrontar las duras consecuencias de enfocar sus cámaras a cotos vedados del paraíso proletario en franca bancarrota.

De alguna manera, estos hijos de la desazón socialista continuaban el legado de los primeros que se atrevieron a comentar asuntos inconvenientes del entorno cubano y terminaron marginados, detenidos o excomulgados en el exilio. Fausto Canel, Alberto Roldán, Fernando Villaverde, Nicolás Guillén Landrián, Néstor Almendros, Sabá Cabrera Infante, Roberto Fandiño, Sara Gómez y Orlando Jiménez Leal, entre otros realizadores debieron, en algún momento, responder por sus infidencias estéticas y conceptuales ante la intolerancia de las autoridades. No sospecharon, sin embargo, que allanaban el camino para el cine cubano del siglo XXI, mordaz y sin concesiones, realizado por alumnos del Instituto Superior de Arte, principalmente, y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

( Edificio del ICAIC )

La decadencia del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el legendario ICAIC, y la introducción de nuevas tecnologías, han dado impulso, sin proponérselo, a un movimiento que no comienza con la Sexta Muestra de Jóvenes Realizadores este año, sino que viene evolucionando de manera cautelosa pero segura y ya exhibe obras de notable importancia, parte activa de la memoria no oficial del país.

En sus despachos recientes, la amnesia de los corresponsales asentados en Cuba obvia filmes de años anteriores de gran significación como el cortometraje Utopía, de Arturo Infante, que en apenas unos minutos pone en solfa de modo cruento la cacareada idea del país más educado del mundo; el documental Existen, de Esteban Insausti, donde locos ilustres de La Habana dan soluciones para la debacle cubana actual con más lucidez que los perturbados mentales que mal conducen su destino; y De buzos, leones y tanqueros, de Daniel Vera, en el que criollos de toda índole social hurgan en los latones de basura para su desesperado sustento.

Desde foros que los antecedieron, hasta las seis muestras de jóvenes realizadores en este milenio que recién comienza, los nuevos directores del cine cubano, que no son pocos y aislados, sino un grupo considerable de talentosos y valientes artistas, están documentando para el futuro la historia de una infamia que no cesa. En esta orilla del drama cubano que es Miami, ya han sido justamente reconocidos en diversos medios de prensa. Ahora reciben el beneplácito tardío pero oportuno de las agencias de prensa que funcionan dentro de la isla, una conveniente internacionalización que los protegerá de tenebrosas e insospechadas consecuencias.

Por otra parte, informaciones llegadas de La Habana hablan de un plan del gobierno para invitar a un grupo de estos realizadores a una gira por zonas empobrecidas de América Latina con la intención de que puedan aprender, de primera mano, que Cuba no es un caso aislado en el contexto del subdesarrollo continental. Otros mensajes más subrepticios de la misma procedencia, dicen que los artistas darán gustosos los viajes pero no cejarán en su empeño de reflejar, con sus cámaras indiscretas, la decadencia del edén socialista heredado de sus mayores.

Crítico de cine. Dirige el Ciclo de Cine Cubano en el Miami Dade College.