CONTRAPUNTEO DE DOS TRAICIONES
Por Nicolás Pérez Díaz-Arguelles
La semana pasada dos noticias pusieron a temblar al exilio cubano. La primera fue la condena por espionaje a los profesores de FIU Carlos Alvarez y a su esposa Elsa. La segunda, la comparecencia en A mano limpia de José Antonio Rodríguez Menier, alias Coqui. Dos frutas con diferentes cáscaras, pero con una idéntica semilla. Porque traición es traición aquí, en China y en Macarabomba.
Sobre Carlos: nació como yo en la ciudad de Cárdenas y estudiábamos ambos en el Colegio Trinitario. Lo conozco desde niño y lo veía a cada rato aquí en Miami en cocteles y reuniones, y siempre fue afectuoso y deferente. Por el culto que brindo a la amistad, para mí lo inexplicable fue que hubiese entregado información a La Habana de su ''amigo'' Modesto Maidique, rector de FIU. Tampoco dijo lo que sentía. Según la prensa, lamentó lo que había hecho, aseguró que nunca intentó violar las leyes norteamericanas y cerró el bordado con una puntada patética, añadiendo que Estados Unidos era su país. Yo, que observé a Julio Hernández Rojo guardar un absoluto y despreciativo silencio frente al tribunal que lo acababa de condenar a pena de muerte por fusilamiento, la actitud de Carlos me resulta, cuando menos, chocante. Creo que uno debe pensarlo 100 veces antes de lanzarse a conspirar contra un gobierno, pero si lo haces, cualquier argumento para defenderte puede resultar válido, salvo el del arrepentimiento a destiempo. En estas aguas que son revueltas y brutales, a lo hecho, pecho. Debo añadir que en este caso la sentencia fue justa, pero el juez careció de imaginación. Yo hubiera dejado al acusado inmediatamente en libertad con la condición de que impartiera en FIU un curso intensivo a alumnos, y hasta a profesores, sobre cómo establecer un intercambio cultural con una dictadura totalitaria y sangrienta sin perder la dignidad personal, apuñalar por la espalda a Estados Unidos, y poner la libertad académica de una universidad norteamericana por encima de la libertad del pueblo de Cuba.
La comparecencia de Rodríguez Menier en A mano limpia fue más repugnante, pero más honesta. Estuvo provocador y desfachatado. Contrario al profesor universitario fue un miserable que dijo lo que guardaba en sus entrañas. Calificó de bandidos a los combatientes del Escambray, afirmó que los pilotos de Hermanos al Rescate fueron derribados en aguas cubanas, y fresco como una lechuga negó que tuviera sus manos manchadas de sangre cuando fusilaron a dos miembros del 30 de Noviembre por su causa. Aclaró convenientemente que era ciudadano norteamericano, y dejó entrever que carecía de problemas en Estados Unidos. Un caso idéntico al de Jorge Medina Bringuier, alias el Mongo, actualmente en España, y traidor del Directorio Revolucionario Estudiantil.
Muchas incógnitas por despejar. ¿Cómo con muertos a sus espaldas y habiendo colaborado con uñas y dientes con la revolución cubana, el Tío Sam ha permitido que se conviertan en sus sobrinos tipejos como Mongo y Coqui, al mismo tiempo que guardan hoy prisión en sus cárceles por luchar por la libertad de Cuba Santiaguito Alvarez y Osvaldo Mitat? Cierto que los cubanos tenemos que estar agradecidos al pueblo norteamericano por su hospitalidad, pero es evidente que cuando nos lanzamos a la lucha escogimos a un aliado sin una gota de sentido de la lealtad.
También por traernos la mala noticia de que un traidor vive en Estados Unidos y no está arrepentido, un segmento del exilio iracundo criticó con dureza a Oscar Haza, cuyo objetivo diario e irrevocable es volar en pedazos la credibilidad del régimen de La Habana. Una lástima que a ciertas personas las emociones les impidan pensar con claridad, porque después de esta presentación de Rodríguez Menier en A mano limpia, ¿podrán los comunistas seguir acusándonos desde Cuba de que en Miami no existe libertad de prensa y que los cubanos exiliados somos intolerantes?
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