VITRAL Y LOS DERECHOS DE DIOS
por Gabriela y Celso Sarduy Agüero
Editores de LiberPress
LiberPress- Buenos Aires- 26/04/2007 - Escribimos hoy estas palabras con premura, debemos hacerlo llegar a Cuba hoy antes de las 6 de la tarde porque Dagoberto Valdés, Virgilio Toledo, y María Caridad Gálvez Chiu, los integrantes del Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) ya no podrán recibir nuestros correos electrónicos a partir de ese momento en el Obispado de Pinar del Río.
Desde el anuncio que recibiéramos en el que con evidente obediencia y gran amor por la Iglesia los responsables de la revista Vitral nos informaran escuetamente que "por falta de recursos" no podían seguir garantizando la salida de la revista, todos supimos que esa "información" escondía otras razones que se mantenían en el silencio...un silencio que podría compararse al de Cristo frente al Sanedrín y luego frente a los soldados que lo flagelaron. Un silencio que es una ofrenda de sí, una ofrenda de amor a la Iglesia para evitar el escándalo. Por esa razón lo respetamos y vimos crecer ese gesto de silencio que se convirtió en un clamor de gran elocuencia en nuestros corazones.
Evidentemente los cubanos que con valentía, dedicación y entrega emprendieron y llevaron adelante la heroica tarea de fundar y coordinar durante años el CFCR y editar la revista Vitral, lo hicieron como laicos comprometidos que entendieron que debían ser "una presencia en la sociedad humana, que, a la luz de la doctrina social de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad integral del hombre" El compendio de la Doctrina Social lo explica así: "En este sentido, las asociaciones de los fieles laicos deben ser corrientes vivas de participación y de solidaridad, para crear unas condiciones más justas y fraternas en la sociedad. Así, íntimamente unida a la responsabilidad de servir a la persona, está la responsabilidad de servir a la sociedad como responsabilidad general de aquella animación cristiana del orden temporal, a la que son llamados los fieles laicos según sus propias y específicas modalidades (...) La caridad que ama y sirve a la persona no puede jamás ser separada de la justicia: una y otra, cada una a su modo, exigen el efectivo reconocimiento pleno de los derechos de la persona, a la que está ordenada la sociedad con todas sus estructuras e instituciones.(149)" (1)
Las personas que llevaron adelante esta magnífica tarea merecen nuestro más pleno reconocimiento y ya tienen su puesto en la Historia de Cuba y de la Iglesia.
Sabemos, porque nos lo han expresado en distintas oportunidades, "que esa misión ha sido un ingrediente que le ha dado sentido y razón de ser a su existencia, a su permanencia en la sufrida Cuba. Ellos, lejos de quedarse de brazos cruzados, han decidido ser protagonistas de su historia personal y social, han elegido el servicio a los demás trabajando y abriendo espacios poco a poco en un lugar donde es sumamente difícil hacerlo porque deben enfrentarse a los demonios de la desesperanza, los desánimos, las incomprensiones, los riesgos que conlleva siempre anunciar a Cristo y su Evangelio en un ambiente y estructura que son intrínsicamente perversos". En aquel empeño "lo han arriesgado todo, no por mérito personal, sino por gracia de Dios, han arriesgado su familia, su libertad, las posibilidades de viajar dentro y fuera del país",y muchas veces la comprensión de sus propios hermanos en la fe.
El último Vía Crucis para esta Semana Santa de 2007 elaborado por el CFCR, llegó a nosotros como un gran viento de esperanza sobre la acción de la Iglesia en Cuba.
La pasada Pascua fue un tiempo muy especial y simbólico: mientras algunos miembros de la jerarquía eclesiástica generaban reuniones diplomáticas y hacían declaraciones a periódicos extranjeros que avalaban el restablecimiento pleno de las relaciones de la gestión de Zapatero con el régimen castrista sin exigir a cambio el respeto por los derechos humanos, el CFCR nos convocaba a todos a rezar con ellos, junto a ellos, dentro y fuera de Cuba por las madres y esposas de los presos de conciencia, por los perseguidos, por los que sufren presiones psicológicas y físicas, por hombres y mujeres de hoy que son crucificados por sus familias, en sus trabajos, en sus barrios, en las calles y en los medios de comunicación de su país, pero también por los delatores, por los que se acomodan, por los que ejercen la opresión....
Quienes tuvimos la suerte de poder acceder al texto de ese vía crucis no pudimos menos que llenarnos de esperanza y agradecimiento pues vimos que la Iglesia Viva sí estaba cumpliendo con su deber de defender al hombre en toda su dignidad. Tal como indica la Doctrina social de la Iglesia: "Por la relevancia pública del Evangelio y de la fe y por los efectos perversos de la injusticia, es decir del pecado, la Iglesia no puede permanecer indiferente ante las vicisitudes sociales: 98 « es tarea de la Iglesia anunciar siempre y en todas partes los principios morales acerca del orden social, así como pronunciar un juicio sobre cualquier realidad humana, en cuanto lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas ».99 (2)
Resulta muy difícil en estos tiempos en los que el cristianismo y los valores que le son propios son atacados de tan diversas formas al mismo tiempo en los medios y la cultura en todo el mundo, abordar este tema tan penoso y que tanto daño le hace a la Iglesia públicamente. Sin embargo si calláramos avalaríamos una terrible injusticia. Sobre todo porque pese al martirizado silencio de los protagonistas siguen alzándose las voces de quienes los injurian.
Vitral y el Centro de Formación Cívica y Religiosa fundado y dirigido por Dagoberto Valdés han sido un testimonio vivo de la presencia de Dios en la Historia de Cuba. Sin duda, su "decisión" de "renunciar" a la dirección de la Revista y el Centro ha sido provocada por una política de la cual esta jerarquía eclesiástica deberá rendir cuentas ante Cristo. Una política de acuerdos y complicidad con un régimen dictatorial y opresor a cambio de permiso para procesiones y alocuciones radiales donde los sacerdotes hablarán de Cristo sin hablar de la dignidad de los derechos del Hombre. El Cardenal Jorge Bergoglio, primado de la Argentina, ha dicho antes de ayer en su homilía en la ciudad de Pilar que : " La tentación para la Iglesia fue y será siempre la misma: eludir la cruz (cfr. Mt. 16:22), negociar la verdad, atenuar la fuerza redentora de la Cruz de Cristo para evitar la persecución. ¡Pobre la Iglesia tibia que rehuye y evita la cruz! No será fecunda, se “sociabilizará educadamente” en su esterilidad con ribetes de cultura aceptable. Éste es, en definitiva, el precio que se paga, y lo paga el pueblo de Dios, por avergonzarse del Evangelio, por ceder al miedo de dar testimonio" (3)
No tenemos duda de que tanto Dagoberto Valdés como todo su equipo encontrarán la forma de seguir trabajando para dar testimonio de la Verdad. Cuando el Siervo de Dios Juan Pablo II declaró a Tomás Moro patrono de los políticos escribió: " (...) Éste es el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad. El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la luz que iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de decir, "el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios" (Discurso 7.4.1998, 3). (...) En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas ingerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre. "(4)
Ya en otras oportunidades hemos tenido que abordar estos penosos temas que siempre son una gran tristeza para los fieles pues sabemos que muchos de los que atacan y odian a la Iglesia aprovechan estas ocasiones para desprestigiarla y que quienes se sienten débiles en la Fe pueden verse dañados, por eso queremos afirmar con fuerza que la Iglesia somos todos nosotros, la Iglesia no es sólo la jerarquía y la jerarquía no es sólo esta jerarquía hay muchos obispos y cardenales que ahora mismo dan su vida por la dignidad del hombre. Como también hay en Cuba y el mundo religiosos, diáconos y laicos santos que nos testimonian la verdad evangélica cada día hasta el martirio.
Los hombres pasan pero el mensaje de Cristo Señor de la Historia permanece gracias en gran medida, a la labor y el testimonio de fieles como Dagoberto Valdés, Virgilio Toledo, María Caridad Gálvez y todos aquellos héroes anónimos que decidieron defender contra viento y marea los derechos de todos nosotros que no son otros que los Derechos de Dios.
Buenos Aires, 26 de Abril de 2007 A.D
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