domingo, agosto 26, 2007

CELIA HART TROTSKISMO VERSUS TRANSICION

Nota del blogguista

La muerte del asesino de Leon Troski, de supuesto nombre Ramón Mercader si mal no recuerdo, ocurrió en el curso escolar 1978-1979 y armó un revuelo entre las pocas personas que conocían de su presencia en Cuba, me parece recordar que tenía cierta ascendencia en Cuba, ya que la URSS pese a la medalla de héroe que le otorgó en privado no quiso demasiado acercamiento público con semejante asesino. Un entonces alto oficial del MININT compañero de aula de Idioma Ruso en la Escuela Preparatoria Hermanos País me comunicó entre susurros la delicada situación que se había producido.
León Trosky tampoco era un inocente ideólogo; sobre él habían y hay muchas muertes.
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Tomado de El Tono de la Voz, de Jorge Ferrer


Celia Hart: trotskismo vs. transición

Por Jorge Ferrer

Celia Hart se ha convertido, por obra de esa pertinaz manía que tienen las elites de perpetuarse, en una figura exportable de la (pre)post-revolución. Como Mariela Castro, a la que llamaban «future leader» la semana pasada en The Guardian. Como Aleida Guevara; como, en tono menor, Laidi Fernández de Juan.

He escrito ya aquí sobre fenómeno tan curioso: el de esas hijas que toman el testigo de sus padres, el de esa proyección femenina y filial del ideario castrista (Carlos Lage Codorniú sería la nota masculina de este elenco de herederos en funciones). Rostros que podrán ser parte de la política cubana del futuro. Rostros que atraerían votos continuistas, de estar respaldados por un discurso político atractivo.

( Celia Hart Santamaría )

No parece ser el caso de Celia Hart. Desde su caída del caballo en Berlín oriental allá por los ochenta y su conversión a la doctrina trotskista, la hija de Armando Hart y Haydée Santamaría, se ha dedicado a tropicalizar a Trotsky y a fusionarlo con Ernesto Guevara. La tesis que pasea por el continente es la de que la revolución cubana es ejemplo, aunque imperfecto, de ese cóctel trotstko-guevarista. Y la cosa parece gustar a trotskistas, ciertos comunistas, chavistas… y, según afirma Hart, a segmentos de las elites cubanas que se resisten con uñas y dientes a la posibilidad de una transición que siga el modelo chino. Modelo que, naturalmente, repugna a una trotskista.

( León Trosky )

«La revolución cubana pasa por las calles de Caracas», afirmó este lunes Celia Hart de visita en Venezuela. No es la primera vez que lo dice. Ni la primera que lo hace: los continuistas cubanos apelan cada vez más, y sin ambages, a la idea de que será Venezuela quien les ayude a frenar una transición en Cuba que impulsan los reformistas. Y Celia Hart parece ufanarse de poder ofrecerles una doctrina que valide esa dependencia: la revolución permanente. Es clavo ardiendo, pero es algo a lo que asirse.

De los apoyos que concita, hay pocas expresiones públicas. El más curioso el de Soledad Cruz, quien en aparición anterior al outing-(¡qué-no-es-outing-muchacho!), defendía a la trotskista Hart, enzarzada entonces en debate con estalinista sudamericano, reclamando respeto para «nuestra libertad de pensar, cuestionar, polemizar, criticar, reconocer nuestros errores» o «los que aspiramos a ser portadores de las mejores ideas para la humanidad estamos obligados a respetar la diferencia de enfoques, la diversidad de puntos de vista, la valentía de atreverse frente a lo establecido para no ser estandartes de un pensamiento único a la inversa, que fue la propuesta estalinista que fracasó».

( Ernesto Che Guevara )

Celia Hart es cada vez más clara respecto a sus valedores y la imperiosa necesidad de cortar el paso a los reformistas cubanos. Así, en reciente entrevista a revista de ultraizquierda, en ocasión de viaje a la Argentina, decía: «existe un sector Cuba que ahora defiende esta perspectiva (transición inspirada en el modelo chino) con más tranquilidad y confianza. Eso sí es un peligro, no reconocerlo sería infantilismo político. Si bien en Cuba no existe un Stalin, el peligro de que pueda haber una tendencia hacia la restauración capitalista, aunque sea lenta, sí existe.» Más: «a una transición estilo China, que es mi terror, se le contrapone de manera desafiante la Venezuela cada vez más radical. ¿Quién ganará? A los revolucionarios no nos gustan las apuestas. Mientras otros piensan entre lo uno y lo otro nosotros lucharemos sin descanso para que venza la única opción que merece la escandalosamente bella y coherente revolución de Fidel Castro.»

( Stalin)

Por muy descabellado que nos pueda parecer ese discurso trotskista, conviene atenderlo. Vale de poco en sí mismo, cierto. Pero constituye uno de los pocos espacios que nos dibujan la correlación de fuerzas actual en las elites cubanas en asuntos tan fundamentales como la puesta en marcha de reformas de corte liberal, por pequeñas que sean, y la difícil situación que enfrentarían las relaciones de Cuba con Venezuela si se produce una apertura en la isla.

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De contra: Aquí, Celia Hart en entrevista concedida el pasado fin de semana a Telesur. Siempre es un alivio verla. Hija de su padre, la escasez de su talento es directamente proporcional al atractivo de sus propuestas.

Aparece en tres cortes: -18:28 a -15:30; -12:30 a -09:30; -3:04 a -1:50. Lo mejor: echarlo a andar, poner pausa y volver cuando se haya cargado íntegro.

Foro sobre la figura de Trotsky




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Yo añado este otro artículo y video:


Ramón Mercader: El asesino de Leon Trotski en Cuba

Desde Cuba por Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba - Junio ( www.cubanet.org ) - En los medios de prensa del régimen cubano jamás se ha dicho cómo y quién asesino a Leon Trotski. ¿A qué se debe esto? ¿Acaso el gobierno teme que se sepa todo lo relacionado con Ramón Mercader, autor del crimen del célebre comunista ucraniano?

(Ramón Mercader )

Escuché por primera vez el nombre de Ramón Mercader cuando era niña. Mis padres sospechaban, y la prensa extranjera de la época también, que el asesinato había sido planeado en Moscú por el propio Stalin.

Años después, en la década del setenta, se volvió a hablar en mi casa de Ramón Mercader. Corrían rumores de que el gobierno de Fidel Castro le había dado amparo y trabajo al asesino de Trotski luego de haber pasado 25 años encarcelado en México.

La historia es tan tenebrosa como el comunismo. Jaime Ramón Mercader del Río regalaba bombones a Natasha, esposa de Trotski. Se hacía pasar por un rico comerciante y simulaba estar enamorado de la nada agraciada Sylvia Agelof, secretaria del organizador del Ejército Rojo. En realidad, Mercader era un espía a sueldo del Kremlin, con pasaporte canadiense falso, y la misión de asesinar a Trotski, por órdenes de Stalin, con una bomba, un cuchillo, una pistola.

León Trotski tenía 61 años y vivía exiliado en México. La mañana del 20 de agosto de 1940, en su villa de Coyoacán, leía inclinado en su escritorio, confiado en que el hombre que tenía a sus espaldas era un buen amigo. Como lo había planeado largos meses, Mercader clavó su piolet con fuerza en el cráneo del viejo comunista.

La sangre salpicó las hojas de papel donde Trotski había escrito que Stalin había propiciado la muerte de Lenin usando un veneno. En su testamento, señaló: "La vida es bella. Esperemos que las generaciones futuras la limpien del mal, de la opresión, de la violencia y disfruten de ella plenamente".

La operación financiada por Stalin, a un costo de medio millón de dólares, había llegado a su fin, borrando del escenario político a su más odiado enemigo. No le importaba que el joven Mercader, de 25 años, fuera llevado a juicio y condenado a 20 años de cárcel. El ardid inventado por Stalin para no aparecer como autor intelectual del crimen en un principio había dado resultado. La prensa se refería a asuntos personales entre Trotski y Mercader.

Ramón Mercader fue reclutado por su propia madre para servir de espía. Caridad Mercader era, desde 1936, agente secreta del Kremlin. Nació en Cuba y provenía de una familia aristocrática. Era miembro del Partido Comunista de México, y ya preso su hijo viajó a Cuba con el propósito de emprender una campaña en pro de su excarcelación. La señora Mercader recibió el apoyo de los líderes comunistas de la Isla.

En 1959 se instaló definitivamente en La Habana. Trabajó en el ministerio de Relaciones Exteriores y viajó a París para continuar la campaña por la libertad de Ramón.

En 1960 Mercader salió de la cárcel y se reunió en secreto con su madre en Cuba. Aquí, a puertas cerradas, es recibido como héroe de la Unión Soviética. Luego viaja a Moscú donde recibe la sorpresa de que los crímenes de Stalin eran de dominio público. Tal vez por esta razón regresa a La Habana, donde recibe refugio y trabajo como asesor del Ministerio del Interior.

Ramón Mercader muere en 1978 en medio de un absoluto silencio. Fue tendido en la funeraria Rivero, de Calzada y K, en el Vedado. Al velorio sólo asistieron sus amigos más íntimos.


Celia Hart fragmento charla en Rosario Argentina