PICAPORTE OVAL
Picaporte oval
Por Miguel Cossio
Por fin, el presidente George W. Bush pronunció el discurso sobre Cuba que desde agosto tenía casi listo en su escritorio del Salón Oval.
Esperó dos meses para gozar de mejor presión política arterial. Dejó que pasaran las audiencias en el Capitolio sobre Irak, a propósito del informe del general Petraeus. Aguardó a que el Congreso, de mayoría demócrata, ratificara las restricciones de viajes a Cuba y otras sanciones, así como los dineros para promover la democracia en la Isla. Y consiguió al efecto el respaldo de Hungría, Polonia y la República Checa.
Con esas fichas bajo el brazo, Bush llegó al 2201 de la calle C en el noroeste de Washington, la sede del Departamento de Estado. Allí largó su discurso, que sigue generando todo tipo de reacciones entre quienes sostienen que es más de lo mismo y quienes lo aplauden y califican como una pieza histórica de oratoria política.
En medio de ese debate de posturas encontradas, debe situarse el análisis, desde la perspectiva de la política simbólica y la política real. No se puede olvidar que la razón tiene dos poderosos enemigos: la pasión y los intereses.
En el campo de la política simbólica, el discurso se ubica dentro de la tradición del idealismo norteamericano, que tiene como una de sus premisas impulsar la democracia allá donde no existe. Bush se ve a sí mismo como el salvador del mundo y en este caso de Cuba, al punto que asegura que la palabra clave en las relaciones futuras de Estados Unidos con la Isla no es estabilidad, sino libertad.
''Estados Unidos no participará en darle oxígeno a un régimen criminal cuya víctima es su propio pueblo'', establece Bush. Pero cabe preguntarle por qué bajo sus dos mandatos Estados Unidos se convirtió en el primer proveedor de alimentos a Cuba. Firme con el embargo y los viajes a la Isla; y laxo con la venta de pollos. Aquí es donde viene el doble discurso, donde se mezclan la política simbólica y la política real. Palabras frente a hechos. La razón contra las pasiones y los intereses, en este caso, económicos, corriendo en paralelo.
En el campo de la política real, el discurso se presta a cuestionamientos simples. ¿Por qué ahora? No comparto la visión de quienes señalan que se trata de una maniobra electorera para garantizar el voto cubano de Miami. Bush podría haber pronunciado su discurso más adelante, en apoyo del candidato ganador de la Convención republicana. La contienda electoral está distante aún.
La pregunta es si los servicios de inteligencia norteamericanos tienen alguna información no revelada acerca de lo que pasa en Cuba. Recuérdese que el informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre contiene un protocolo secreto. No sabemos qué está pasando bajo las aguas políticas del estrecho de la Florida.
El discurso de Bush revela un deseo. El presidente tiene a Cuba en su corazón por razones puramente ideológicas. Pero los anhelos chocan con tres realidades contrapuestas.
Uno, al presidente se le acaba el tiempo de su mandato y la pregunta es: ¿cuál será su legado político? Dos, lo que se está demostrando en Cuba es que la dictadura sigue en pie con la enfermedad y eventual muerte de Fidel Castro. El problema de Cuba no es sólo la figura del comandante, sino el modelo totalitario castrista que ha arraigado hondo en la Isla. Tres, los intereses de Estados Unidos y del exilio cubano se irían alejando paulatinamente. Aunque Bush afirma que su gobierno no respaldará el antiguo sistema con caras nuevas. Está convencido de que ``la vida en Cuba no mejorará si hay un cambio de un dictador por otro''.
A Estados Unidos le interesa la estabilidad regional, sobre todo cerca de sus fronteras. Eso no significa que vaya a dejar de apoyar los esfuerzos a favor de la democracia. Pero las elecciones del 2008 podrían configurar un nuevo escenario.
La influencia que el exilio de Miami ha tenido en Washington desde la década de los ochenta, en especial durante los gobiernos de Ronald Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush, irá disminuyendo. Gane quien gane la Casa Blanca en el 2008, sea demócrata o republicano, esa influencia podría desplazarse hacia el norte, más cerca de Washington.
El discurso de Bush es una pieza bien construida, que pone al descubierto, como nunca antes lo había hecho un presidente norteamericano, la cara leprosa de la sociedad cubana y del castrismo: ``el paraíso socialista es un gulag tropical''.
Por primera vez el jefe de la Casa Blanca se dirige a los jóvenes y a los cubanos, en general. No tengan miedo, les dice, Estados Unidos no quiere nada de ustedes, sólo darles esperanza. Bush les habla directamente a los militares, a los policías y a los funcionarios del régimen, invitándolos a ser parte de una transición pacífica. ``Ellos deben tomar una decisión. ¿Defenderán un orden desacreditado y moribundo usando la fuerza contra su propia gente? ¿O aceptarán el cambio?''.
Esa es la disyuntiva para los servidores del régimen. Para el exilio, se trata de usar más efectivamente el enorme poder acumulado en medio siglo, o ceder el derecho de picaporte a otros grupos de presión en Washington.
Mientras tanto, Cuba se entretiene en recibir al rey de Lesotho, Letsie III. ¿Alguien sabe quién es?
Director Editorial y de Noticias, América TeVe Canal 41
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home