domingo, febrero 17, 2008

MI OPINION

MI OPINIÓN


Por Hugo J. Byrne

Venciendo mi repugnancia a comentar sobre la presente campaña electoral norteamericana y con el objeto de complacer a varios lectores cercanos que solicitan mi parecer sobre los candidatos presidenciales de Estados Unidos en el 2008, aquí van algunas ideas muy generales. Por su naturaleza este juicio no debe interpretarse como de respaldo a ninguna candidatura específica, sino más bien tiene el objeto de establecer un criterio (por fuerza subjetivo) de cómo tomar partido.

En el pasado no he sido renuente a dar mi opinión. En las elecciones del 2004 fui duro crítico del candidato presidencial demócrata John Kerry. Ya que todo lo que proclamo en esta columna es sólo la verdad monda y lironda, no me arrepiento en un adarme de lo que en esa oportunidad escribí sobre su persona, acción que me acarreara no pocas críticas y algunas amenazas anónimas que nunca me quitaron un segundo de sueño. Sin embargo, los cubanos libres (los del “Exilio Histórico”, si se les quiere llamar así), no han tenido muchas razones de regocijo durante la presidencia de Bush y en especial durante su segundo período.

Algunas cosas deben afirmarse rotundamente y con absoluta honestidad antes de establecer cualquier juicio de esa naturaleza. Soy ciudadano de los Estados Unidos desde hace muchos años y uso discreción para ejercer mi derecho al voto. Tal como prometiera a los lectores, me abstuve de votar en las elecciones parlamentarias del 2006 como protesta a la mal disimulada persecución de patriotas cubanos por parte del Departamento de Justicia de Bush en base a supuestas violaciones de leyes migratorias. Las mismas violaciones que diariamente son cínicamente toleradas en millones de otros extranjeros que hacen continuo alarde de ellas.

También me abstuve como medio de expresar mi condena al uso arbitrario de disposiciones del Departamento de Homeland Security negando acceso al territorio norteamericano a veteranos del Escambray contra el castrismo en los años sesenta y el absurdo mantenimiento por Bush del notorio decreto de Clinton de “pies secos o mojados” para arbitrariamente decidir admisión o rechazo de cubanos llegando al territorio de este país en embarcaciones improvisadas.

La disposición migratoria fue concebida con fines políticos y en perjuicio de quienes buscaban libertad en las costas de Norteamérica, desafiando a la tiranía castrista y al mar. Ese decreto (que no es ley), contradice el “Acta de Ajuste Cubano” (que sí lo es) y es mantenido por administraciones de signo político supuestamente antagónico, como alegoría perfecta a la continua protección bipartita que ha disfrutado el castrismo en Washington desde 1962, a pesar de todas las cortinas de humo que se han lanzado para demostrar lo contrario.

Sin embargo, considero las elecciones presidenciales de este año como harina de otro costal. ¿Son previsibles las consecuencias de sus resultados? Por supuesto. Mientras escribo este trabajo se perfilan dos posibles candidatos por el Partido Demócrata y, aunque todavía quedan vestigios de lucha por la nominación republicana, aparentemente ya sabemos la identidad del candidato del GOP. De resultar electo cualquiera de los dos candidatos demócratas (al momento de escribir esto no es posible determinar cuál de los dos será), tenemos la garantía de obtener los resultados que describo a continuación.

Aumento simultáneo de impuestos y gastos. La tendencia a aumentar impuestos para crear nuevos programas o extender los existentes se reforzó con la victoria parlamentaria demócrata del año 2006. En honor a la verdad ya existía esa tendencia durante los últimos 7 años de la presidencia de Bush y las mayorías republicanas en ambas cámaras encontraron mil excusas para malgastar el dinero de los contribuyentes. Empeñaron el país como si no existiera el futuro. No obstante, la noción demócrata de que pueden aumentarse los impuestos a los ricos y a las corporaciones sin que ello afecte negativamente la economía del resto de la sociedad es una estafa para consumo de ignorantes. Pérdida de ganancias en el comercio de una sociedad libre siempre redunda en mayor desempleo, encarecimiento del costo de la vida y desbarajuste económico generalizado. Hacerlo cuando hay indicios recesión es invitar catástrofe. Quizás los nuevos votantes no recuerden una inflación de más del diez por ciento, un desempleo de nueve, una tasa de intereses de dos dígitos y la creación del índice de la miseria. Yo lo recuerdo bien. Ocurrió en la segunda mitad de la década del 70, cuando los votantes confiaron en un demagogo santurrón quien prometía “cambio”, llamado Jimmy Carter.

Retirada y derrota de Estados Unidos en Irak. Se ha argumentado que una retirada de las tropas de la Coalición en Irak (el 90% de las cuales son norteamericanas), no perjudicaría a Estados Unidos. Esa noción está divorciada de la realidad. El presente conflicto no tiene base de comparación con Vietnam, cuando la evacuación norteamericana no provocara problemas serios para este país en otras partes del mundo. Retirada y derrota son nociones equivalentes en el caso de Irak, no importa si se hace de golpe (Obama), o mediante un proceso paulatino (Clinton). Es imposible evitar que Irán, cuyo presente gobierno aboga abiertamente por la destrucción de Estados Unidos e Israel, ocupe el vacío producido por la huída norteamericana. Irán se cuenta entre los mayores productores de crudo en el mundo y es aliado abierto de grupos terroristas y de regímenes como el de Chávez, también notorio enemigo de Estados Unidos y de quien se importa casi el 18% del petróleo que esta nación compra en el exterior. La guerra del Islam terrorista contra Estados Unidos, parcialmente sofocada al presente, se fortalecería en un 1000% con la evacuación norteamericana de Irak. La idea de Obama de incursionar Pakistán (populoso país islámico, limítrofe de Irak y potencia nuclear cuyo presente gobierno no antagoniza a Estados Unidos) con el propósito de matar o capturar a Usama Bin Laden, es al mismo tiempo infantil e irresponsable.

Retroceso dramático para los intereses de Estados Unidos. La idea de que es siempre posible un entendimiento con los enemigos fanáticos de este país, argumento regular en la campaña de los candidatos Obama y el republicano Ron Paul, de ponerse en práctica, resultaría en fracaso monumental y descrédito universal para Estados Unidos. Sería una repetición fatal de la actitud que simbolizara en su día el repugnante beso de Jimmy Carter a Leonid Brezniev. Sabemos cuál fue la respuesta totalitaria a esa ridícula rama de olivo y sabemos demasiado bien que estos “adalides del cambio” aparentan desconocer la naturaleza de esa caterva de criminales. Si Obama o Clinton llegan a la Casa Blanca nadie ponga en duda que tratarán de “resolver diferencias” con los enemigos jurados de Estados Unidos. Eso incluye por supuesto a Kim Jong Il, Chávez, Ahminejad, Ortega, Assad y Castro (Raúl o Fidel).

La aparente alternativa republicana tampoco me entusiasma. El candidato con la mayor probabilidad de nominación en este momento no sólo ha confesado que no es gran experto en asuntos económicos (lo que se hizo obvio durante el debate que precediera al tímido corte de impuestos de Bush), sino que utilizó la misma estafa populista de la izquierda para endulzar oídos ignorantes con lucha de clases y promesas que no pueden cumplirse. No me gusta su historia política y aún menos la de sus amigos.



Sin embargo, en el plano personal siento gran respeto por este antiguo piloto naval que rehusó la libertad ofrecida por sus captores comunistas en Vietnam al darse cuenta de que lo utilizarían como “poster boy” para su infame propaganda. John McCain es un hombre a quien la tortura que parcialmente entorpeciera sus movimientos para el resto de su vida no logró doblegar (le cortaron ligamentos en brazos y piernas, le fracturaron costillas y el mismo brazo dos veces). Había entre los torturadores en Vietnam uno enviado por La Habana para participar en semejante odiosa actividad. Su nombre es Fernando Vecino Alegret, protegido de Raúl Castro, antiguo Ministro de Educación Superior del castrismo y excreta infrahumana como todos ellos. McCain supo de su existencia pero afirma que no lo torturó a él.

Si la opción es entre McCain y cualquiera de los dos probables candidatos demócratas, no me quedará otra alternativa que apretarme la nariz con toda mi fuerza y votar por él.