EL EFECTO OBAMA
Tomado de http://www.cubaencuentro.com
Por Jorge Ferrer
05/11/2008
Barack Obama ganó las elecciones en EE.UU. El país de las maravillas se va a reinventar a sí mismo, como un enfermo que se administra su propia medicina, homeopática. Similia similibus curantur: Obama se parece más, por poco que se parezca, a los que se consideran agraviados por el sistema, una categoría en la que caben tanto los intelectuales que pueblan los campus universitarios como las masas de los suburbios. El cambio que prometió no es una invención suya, sino el clamor de muchos que percibían la necesidad de sacudir un país que se tornaba torpón, se dejaba dominar por la codicia y se cargaba de deudas, como un viejo roñoso y manirroto.
También McCain se apuntó a esa necesidad de cambio, se alejó de George Bush, le rogó se escondiera para no malograr su discurso. No fue suficiente. Los norteamericanos han preferido transitar el camino del cambio con quien tiene la apariencia de ser distinto. Ganaron Obama y el cansancio, cuando no la rabia. Y ganó la percepción visual, la gestión de la imagen del cambio, porque no sólo de política vive el votante. Ya no más.
Esta mañana me desperté escuchando una broma por la radio: el ganador de las elecciones, decía un locutor, estaba exigiendo desesperadamente un recuento. En efecto, los retos que esperan a Barack Obama son enormes. La esperanza que ha generado es inmensa.
A un nivel global, la primera democracia del mundo, y su presidente, habrán de lidiar con el descrédito de los valores occidentales que las fuerzas antidemocráticas han conseguido imponer en el mundo. Al auge de las llamadas democracias de baja intensidad ha contribuido una lectura tremendista de la guerra de Irak y la ineficacia de los EEUU para proyectar su condición imperial sin poses autistas.
La victoria de Barack Obama demuestra, a quien le hiciera falta esa prueba, la fuerza de la democracia y la grandeza de los Estados Unidos. Saber capitalizar ese efecto para desmontar las falacias propagadas por un antiamericanismo que en realidad esconde la resistencia a la libertad es una tarea imperativa para el próximo gobierno norteamericano.
Si la pulsión de cambio de Barack Obama terminara fagocitada por las complejísimas tareas que lo esperan en casa y por la natural, y justa, atención a los problemas de quienes lo votaron, que son los norteamericanos, en detrimento de la posición política de los EEUU en el mundo occidental, daría un golpe, tal vez definitivo, a la causa de millones de personas en el planeta sometidos a la restricción de sus derechos.
Capitalizar, por el contrario, el impacto mundial que tiene la elección de un Barack Hussein Obama como presidente de los EEUU y proyectar urbi et orbi la reafirmación del poder de la libertad sería, más allá de lo que consiga reformar Obama en la política y la economía internas, un servicio impagable, e imprescindible, a la causa de la democracia en el mundo.
En cambio, apostar por unos EEUU pusilánimes o tardones cuando se trate de vindicar su condición imperial equivaldría a renunciar a hacer de este mundo un lugar más libre, más abierto, más democrático.
Vivir, y confiar, para ver.
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De contra:
En clave cubana, la victoria de Barack Obama deberá significar el pronto levantamiento de las restricciones a la libertad de los cubanos residentes en los EEUU, sujetos desde 2004 a la ominosa circunstancia de ver monitoreada la manera en que administran sus afectos con los familiares residentes en la isla. Una situación que constituye la prueba perfecta de cómo se corrompe la libertad, cuando la gestiona gente inepta.
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