domingo, noviembre 23, 2008

HIJA DE UN REVOLUCIONARIO CUBANO

Tomado de El Nuevo Herald.com



Hija de un revolucionario cubano
Por Mercedes Soler

El afiche de la presentación me llegó de parte de una amiga, periodista y profesora de Columbia University en Nueva York, cuyos correos electrónicos siempre son escuetos. Iba dirigido a una larga lista de contactos en la que incluyó mi dirección. ``Amigos, yo nunca hago esto, y no lo haré de nuevo si me lo piden. Pero recomiendo esta obra encarecidamente. La vi y me hizo volar. Si tienen interés --OK ¡pasión!-- sobre la historia cubana, no se la pierdan''.

Un cuño de aprobación de Mirta Ojito es suficiente para que yo preste atención. Comenzamos nuestras carreras periodísticas juntas y valoro su opinión. Así que, con el mismo ''ratón'' que abrí su correo electrónico, mandé un par de notas propias y en unos minutos ya teníamos reservadas lunetas, con mi hermana, cuñado y otros amigos, para el one woman show que se presentó el fin de semana pasado en el teatro Lehman del Miami Dade College. La actriz, Marissa Chibás, era alguien completamente desconocida para mí. Su apellido, sin embargo, permanecerá irrevocablemente ligado con la historia cubana.

Marissa es sobrina del legendario político Eduardo Chibás, quien, en 1951, se suicidó en los estudios de la emisora CMQ, en La Habana, tras la conclusión de su programa semanal. Chibás, férreo anticomunista y crítico acérrimo de la corrupción y el gangsterismo en los gobiernos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, fue uno de los primeros cubanos en utilizar la radio para avanzar causas políticas. Se quitó la vida en una especie de excusa pública por no haber logrado obtener la evidencia que inculpaba de corrupción y desfalco al ministro de Educación de turno, Aureliano Sánchez Arango, a quien había denunciado al aire la semana anterior. Proféticamente, también había advertido sobre un posible golpe de estado de Fulgencio Batista. Su muerte, se dice, dejó un vacío político para las elecciones presidenciales de 1952, año en que Batista usurpó el poder y debido a cuyo régimen dictatorial se gestó la revolución cubana.

Tras la muerte de Eduardo Chibás, su hermano Raúl asumió la dirección del Partido Ortodoxo que fundó el político. Aunque, como tantos otros cubanos, acabó en el exilio tras el triunfo de los barbudos. Su hija, la protagonista de nuestra obra teatral, nació en Manhattan y, según contó en una charla con el público al final de la obra, comenzó a actuar de niña. Su carrera artística, de más de veinte años, insistió, fue la preparación que le dio fuerzas para subirse al escenario con la cordura necesaria para contar el relato de su familia.

Al apagarse las luces, Marissa aparece en silueta ante tres pantallas horizontales que proyectan imágenes borrosas, en blanco y negro. Camina lentamente por la oscuridad. Con sólo su voz, su cuerpo, y varias capas de ropa que se irá quitando durante la próxima hora y media, nos transporta a una cascada en la Amazonía venezolana. Se está ahogando. Flirtea con la muerte, quizá debido a su linaje. Pero no sucumbe. Porque recuerda. ''Yo recuerdo. Cuba''. Susurra. ''Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol, todos vuelven al rincón donde vivieron, donde acaso floreció más de un amor''. Tararea.

( Eduardo Chibás en su programa radial; detrás, como comparsa, se encuentra Fidel Castro, futuro tirano de Cuba, el cual no era de la simpatía de Chibás por su pasado político-gansteril; nota del blogguista )

Se hace la luz. Nos damos cuenta de que el piso del escenario ha sido cubierto de arena. Un enorme y antiguo parlante es la única decoración. Marissa está descalza, por lo que su voz, metafóricamente desnuda en este mar de eventos, emitirá las palabras que se le dijeron a un país y que marcaron un hito.

Para el final de la obra la artista ha encarnado a todos los personajes importantes de su familia. Ha sido Delia, su madre, reina de belleza, enamorando a Raúl, porque su introvertido padre le parecía más interesante que el guapo de Camilo Cienfuegos. Ha hablado con el peso de su padre y proyectado una entrevista granulosa en la que el académico diserta sobre economía y capitalismo. Y ha viajado a La Habana, donde una tía le ayuda a desenterrar de la arena fotografías familiares; y un tío, reparador de aparatos radiales, le pone la grabación del legendario discurso de su tío. Marissa, parada a estas alturas en el parlante, aferrada a un viejo micrófono que cuelga del techo, se apunta al estómago. Se oye un disparo que retumba dramáticamente mientras se escucha el discurso enardecido de Chibás. ``Yo recuerdo. Cuba''.

Mi amiga Mirta estaba en lo correcto. El público voló. Recordó. Lloró. Entre aplausos y de pie. También, celebró el reconocimiento de una estrella propia que la mayoría no conocía, la valentía que conlleva escribir y escenificar un tema difícil de primordial vigencia; y el hecho de que en Marissa fluye la sangre, la esperanza, de otro tipo de revolucionario cubano. El que soñó con una Cuba sin dictadores.

mercedesenelnuevo@gmail.com