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En medio del declive financiero cubano, la deuda externa sube hasta los 20.000 millones de dólares, sin contar la contraída con el Este europeo.
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Por Oscar Espinosa Chepe
La Habana | 27/02/2009
Al compás de la ralentización de la economía cubana y de la pronunciada caída en 2008 del Producto Interno Bruto (4,3%, según fuentes oficiales, casi la mitad del plan de 8%), un dato que en realidad podría ser peor, existen aspectos todavía más preocupantes en la ejecutoria del pasado año.
Entre los elementos profundamente negativos se encuentra el deplorable estado de las finanzas externas, con un engrosamiento récord del desbalance comercial de 10,7 miles de millones de dólares, cuando las exportaciones sólo alcanzaron 3,7 miles de millones y las importaciones se elevaron, aproximadamente, a 14,5 miles de millones. Esto significa que por cada dólar de mercancía vendida se adquirieron 3,9 dólares de productos en el exterior.
El crecimiento de los precios de los alimentos (se importa el 84% de las necesidades totales del país) y de los combustibles; el considerable descenso del precio del níquel, principal rubro de exportación, con casi el 60% de las ventas al exterior en 2007; y la incidencia negativa de tres huracanes que impactaron la Isla en el segundo semestre y causaron pérdidas cercanas a los 10.000 millones de dólares, incluidos la destrucción total o parcial de 530.758 viviendas y serios perjuicios a la agricultura, son problemas que han incidido en los desalentadores resultados.
No obstante, el principal factor en esta nefasta situación del intercambio de bienes se debe a que Cuba tiene muy pocos excedentes exportables y, desde hace años, las importaciones más que triplican el monto de los productos vendidos. Una situación enfrentada reiteradamente con el saldo positivo aportado por la exportación de servicios, dentro de la cual tiene un peso decisivo la asistencia técnica a Venezuela en salud, educación y otros, más los ingresos por concepto del turismo. A esto se añade el saldo positivo tradicional en las transferencias corrientes, constituidas esencialmente por las remesas de la comunidad cubana en el exterior, en ocasiones estimadas en más de 900 millones de dólares al año.
En conjunto puede decirse que el déficit en cuenta corriente se estima en –2.690 millones de dólares en 2008. Varias veces superior al superávit de 412 millones de dólares que se produjo el año anterior, lo cual denota el empeoramiento radical de la situación financiera externa de la economía cubana.
Hay que apuntar que si desde 2005 el saldo positivo en los servicios había servido para enfrentar los crecientes saldos negativos en el intercambio de bienes, ya en 2008 esto se revierte y el saldo de los servicios (8,4 miles de millones de dólares) resulta insuficiente en -2,3 miles de millones, para contrarrestar el déficit de la balanza comercial de bienes.
Más endeudados
Lo anterior se traduce en un crecimiento importante de la deuda externa que, según los estimados de la prestigiosa revista inglesa The Economist, llegó al cierre de ese año a 19.218 millones de dólares, sin contar los antiguos compromisos con los países del desaparecido bloque soviético. Según esa información, frente a 2007, la deuda cubana creció en casi un 8%, lo que ratifica una tendencia al aumento apreciado desde hace años. Según The Economist, podría elevarse a 20,6 miles de millones de dólares en 2010.
El empeoramiento de las finanzas externas cubanas es sumamente grave, cuando la obtención de créditos es muy improbable por la crisis mundial en curso. Esa situación se hace más difícil para La Habana por los datos antes mencionados y por su tradicional poca credibilidad financiera. Al tiempo que algunas de las actividades que el país desarrolla pueden afrontar serias dificultades, como el turismo y las remesas.
Aunque los efectos negativos podrían atenuarse si la Administración Obama cumpliera sus promesas electorales y facilitara los viajes a la Isla de los cubanoamericanos y eliminara las restricciones vigentes para el envío de dinero a sus familiares y amigos.
Por otra parte, existe un alto grado de incertidumbre respecto a los derroteros de la colaboración con Venezuela, que en gran medida sustituyó las subvenciones del bloque soviético. Aunque ese país aún conserva significativas reservas financieras por los años de altos precios del petróleo, probablemente la caída actual de su cotización influirá negativamente en los estrechos vínculos establecidos, vitales para la economía cubana.
Deben tenerse en cuenta las aspiraciones del presidente Chávez de reelegirse en 2012, para lo cual tendrá que esforzarse mucho, a fin de mejorar la situación interna y enfrentar los efectos negativos de la crisis económica internacional. Para esto, Chávez tendrá que desentenderse de algunos de sus múltiples compromisos en el exterior.
La situación financiera de Cuba fue muy mala en 2008, pero las perspectivas pueden ser aún peores. El malestar que se aprecia en las empresas extranjeras radicadas podría ser el resultado de la desfavorable coyuntura y su negativa incidencia en la solvencia del país.
La salida de la petrolera canadiense Pebercan, e incluso las dificultades con la Sherritt, la empresa inversionista más importante en la Isla, podrían constituir un reflejo de esa situación. Incluso, las promisorias inversiones petroleras en los bloques cubanos del Golfo de México, eventualmente se modificarían, de forma radical, por su alto costo y elevado riesgo en tiempos en que los precios del hidrocarburo han continuado a la baja.
Frente a la grave coyuntura económica existente, con una clara tendencia a continuar deteriorándose, es más perentoria aún la adopción de medidas para arrostrar los peligrosos retos que amenazan a la sociedad cubana.
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