CUBA: INFORMACIÓN Y EPIDEMIAS // HISTORIAS ESCUCHADAS
INFORMACIÓN Y EPIDEMIAS
Por Adolfo Fernández Sainz
En los peores años de la crisis económica que atravesó Cuba, tras la caída de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista, fui de visita a mi pueblo, San Luis, en Pinar del Río, en marzo de 1993.
Al preguntar por algunos de mis amigos y conocidos, coincidió que algunos de ellos estaban ingresados en el Hospital Provincial con un mal que les causaba serias dificultades en la visión. Todos con los mismos síntomas. Continué con mis preguntas y me dijeron que en el hospital había centenares de casos con la misma patología. Pregunté que decía la ciencia. Me respondieron que los médicos tenían prohibido informar a los pacientes.
Pasó un mes y aumentó el número de casos. Después en La Habana comenzaron a aparecer casos de una enfermedad parecida. En esta ocasión, se sentían débiles las rodillas con dolores y apenas podían tenerse en pie. Todo el mundo comentaba que en ambos casos, sufríamos las consecuencias de la aguda falta de alimentos a que éramos sometidos desde hacía un par de años.
La epidemia estaba extendida por todo el país. Todos coincidían que la causa era el hambre que pasábamos. La prensa y los noticieros no hablaban de esto. En abril de 1993, el periódico Granma publicó en primera plana una declaración sobre la enfermedad a la que llamaron ‘neuritis óptica’ o ‘neuropatía periférica’. En la larga explicación que dieron, mencionaron como causas posibles incidentes en la aparición del mal, al tabaquismo, al alcoholismo e incluso la posibilidad de que la mano oscura de la CIA, estuviera tras todo esto.
Ni una sola vez mencionaron la falta de alimentos, como causa de la enfermedad. No informaron el número de casos ni la extensión de la epidemia.
Más adelante, se comentó que se trataba de una especie de Beri Beri, enfermedad asociada con el hambre y que se vio por última vez en Europa en los campos de concentración nazis.
En septiembre de 2006, ya en prisión, fui ingresado en la sala de penados del Hospital de Ciego de Ávila para un chequeo médico. Desde agosto aparecieron muchos casos de dengue. En la Prisión de Canaletas, hubo centenares de casos. Fiebres muy altas y dolores musculares eran los síntomas. El hospital se llenó de enfermos de dengue. Al no alcanzar las camas, tuvieron que habilitar la Escuela de Medicina para dar ingreso al creciente número de casos. Se preparó también el Instituto Pedagógico.
La provincia avileña fue la región más infestada de todo el país. Todo el mundo en la calle hablaba de la epidemia de dengue y del gran número de casos. En ningún momento salió por la prensa ni por el Noticiero de Televisión la palabra dengue. Se insistía mucho en la necesidad de tomar medidas preventivas contra el mosquito Aedes Aegipty, en lo imperioso del control autofocal, pero sin decir nunca que se trataba de dengue. Sin informar nunca el número de afectados ni la extensión del contagio.
Tuvo que salir la revista católica Imago, que publica la Iglesia cada dos meses y que no se vende en estanquillos, sino en el templo, con un artículo titulado ‘Dengue SOS’ donde se hablaba de la enfermedad por su nombre y se brindaba bastante información.
Recuerdo que tiempo después, en las noticias de la sección Hilo Directo del diario Granma, leí sobre un brote de dengue en El Salvador.
No sé si habrá otros casos, pero en estos dos, recuerdo perfectamente que se ocultó información al pueblo.
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HISTORIAS ESCUCHADAS
Por Pablo Pacheco Ávila
Si se pregunta por qué reemplazaron la inmemorial Isla de Pinos, conocido por los cubanos en la memoria del apóstol, donde Martí sufrió presidio político, al igual que otros patriotas cubanos. Alfonso Montero, con sus 29 años cumplidos, discrepa de cualquier razón. Él insiste en llamar a su terruño, Isla de Pinos.
Este muchacho, de mirada triste y carácter jovial, recuerda que su madre biológica lo abandonó a los cuatro años y su padre para esa época, ya estaba en prisión. Como casi siempre ocurre, los abuelos se encargaron de la custodia del niño. Por cierto, los abuelos maternos. Ellos, en su afán protector, consentían al niño en cada bribonada y esto fue fatal para el menor.
En el horario de clases, Luis se ausentaba una y otra vez. Se entretenía con el hurto de palomas mensajeras, después robaba bicicletas y caballos. Cuenta que montaba los corceles por los campos de la Isla, disfrutaba del paisaje. Menospreciaba el daño que se hacía. A los 11 años, ingresó en la escuela de conducta de su localidad y argumenta que lejos de reeducarse, se convertía en un monstruo humano.
Cuando cumplió los trece años, amigos mayores lo sedujeron para que fumara marihuana y lo hizo. A partir de esto, se sintió el facineroso consumado. Cumplidos los 16 años, fue detenido en una riña por la policía. Desafió a los agentes de la autoridad y este fue su error más sobresaliente. Fue sancionado a tres años de privación de libertad por desacato y desobediencia.
Ingresó al Combinado del Este en la capital, siendo casi un niño. Se vio, sin imaginarlo en una de las mayores prisiones del país, con capacidad para más de seis mil reclusos. También una de las más rigurosas. Pronto Luis Alfonso Montero se buscó una y otra causa. Desde tentativas de asesinato, hasta desfiguraciones de rostros. Ya nunca más sería libre otra vez. Al menos con la justicia penal.
Manifiesta que en prisión hay que ser ‘guapo’, máxime si entras muy joven. De lo contrario terminas traicionando a tus padres en las garras de un sodomita o de muñeco de trapo.
A mediados de junio de 2004, cuando tomaba sol en compañía de otro recluso, en el patio de la prisión de Quivicán, aprovechó la distracción momentánea de un funcionario de Orden Interior y escapó en el carretón usado para transportar la basura. Se convirtió en un fugitivo muy buscado. No quiso entregarse, a pesar de los ruegos de su madre, que para esa fecha, ya estaba en contacto con él. Era muy tarde para confiar en ella.
Es curioso, al morir sus padres, los abuelos de Luís, le remordió la conciencia. Pero como dijo Luis, ya era demasiado tarde. Luis Alfonso cometió un sinnúmero de fechorías a lo largo y ancho del país. Viajaba de una punta a la otra, de Occidente a Oriente. Si alguien preguntaba, daba una falsa identidad. Esta patraña la escuchó de alguien en Chirona y la hizo realidad.
El 27 de mayo de 2008, terminó el mundo de evadido para este descarriado joven. Fue sorprendido por la policía, en el Crucero de Villa, provincia de Ciego de Ávila. Montaba en un bici taxi junto a Argeo Boza Ruiz. Lo robaron en la terminal de trenes de la capital avileña. Fueron acusados de robo con violencia, con intimidación a las personas.
Pasó una semana en el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la policía de Ciego de Ávila. Confesó su falsa identidad y algunos delitos menores cometidos en la fuga. Regresó a la semana al mundo que tanto odiaba. Se cumplió el presagio que soñó.
En su periplo de fuga, allá por Matanzas encontró a un homosexual infestado con VIH SIDA. A sabiendas de todo, sostuvo relaciones sexuales con él. Lo hizo para contraer la enfermedad e ir a parar a una prisión en que las condiciones fueran más humanas, en caso de que fuera capturado.
La enfermedad aun no se ha manifestado. Le han hecho las pruebas de VIH y serologías. Este pobre muchacho, no conoce el verdadero rostro del SIDA. Ojala que aquel contacto no arroje los resultados deseados.
Me cuentan otros presos que el caso de Luis Alfonso, no es un caso aislado. Otros se han hecho contagiar con tuberculosis. En casos así, son aislados y la alimentación es mejor. Sólo mentes enfermas o muy desesperadas optan por tales soluciones.
Luis Alfonso, no se ha casado ni ha tenido hijos. Le quedan diez años de prisión y una causa pendiente. No cree que saldrá. Ve su futuro incierto. Odia a la revolución cubana con pasión y ensañamiento. Lamenta haber gritado cuando niño ‘¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!’.,
Tiene dos tatuajes en su cuerpo. Uno de ellos dice, ‘Contra el comunismo hasta la muerte’ y el otro, ‘Me cago en el comunismo’.
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