martes, junio 23, 2009

IRÁN SE MUEVE

Irán se mueve


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Muchos ejemplos confirman que las tiranías parecen invencibles hasta un minuto antes de desmoronarse.
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Por Manuel Díaz Martínez
Gran Canaria | 23/06/2009

El 16 de enero de 2001, publiqué en este mismo perióddico un artículo titulado El poder absoluto, en el cual comenté las gravísimas revelaciones hechas desde Londres por el ayatolá Husein Alí Montazeri. A pesar de que, en 1985, Roulá Jomeini, jefe de la revolución que puso en fuga al sha Reza Pahlevi en 1979, lo nombró su sucesor, Montazeri se convirtió en el primer gran disidente de la teocracia persa.

Enemigo de mezclar la religión con la política, se opuso al Estado islámico, por lo que sufrió marginación y encierro. Más tarde denunció los miles de asesinatos de opositores "contrarrevolucionarios" ordenados por Jomeini en 1988. Sus ideas, compartidas en mayor o menor medida por otros imanes de su jerarquía, no consiguieron modificar la rígida estructura de la República Islámica de Irán, el Estado confesional fundado por Jomeini.

Pero ahora parece que el régimen de los ayatolás ha entrado en crisis. Las discrepancias internas de esa teocracia que jamás ha sido realmente monolítica —discrepancias que vienen ahondándose tras la muerte del inexorable e icónico imán Jomeini— acaban de saltar, súbitamente, de los redaños del poder a la plaza pública, y esto puede ser el preludio de cambios importantes en Irán.

Cabe suponerlo a la vista de las multitudinarias manifestaciones de opositores y los tumultuosos y trágicos enfrentamientos callejeros en Teherán y otras localidades del país entre, de una parte, los partidarios del clérigo reformista Musavi —víctima de un monumental pucherazo en las últimas elecciones (hay analistas que hablan de golpe de Estado)— y, de otra, la fuerza pública y los seguidores del judeófobo belicista Mahmud Ahmadineyad, peón de los imanes ultraconservadores (los Guardianes de la Revolución) que acaparan el poder real, tanto el religioso como el político y militar, en esa influyente nación centroasiática (oligarcas religiosos chiíes que, por cierto, tienen entusiastas aliados en América Latina: los hermanos Castro y Hugo Chávez).

La revuelta, cuyo detonante ha sido el ya reconocido pucherazo —bendecido precipitadamente por el máximo jeque Jamenei—, lejos de quedar reducida a mero episodio electoral ha derivado en una batalla entre el fundamentalismo y la libertad, lo que explica la férrea censura que los clérigos gobernantes, presas del pánico, han impuesto a todos los medios de información, incluyendo la telefonía e internet.

Motivos para la esperanza

La modernización cultural y política que la reprimida sociedad iraní ya se atreve a reclamar en las calles —con una sorprendente participación femenina—, pasa por la separación del poder político del religioso, o sea, por la abolición del anacrónico sistema teocrático.

( La joven Neda, yace herida de muerte )

Tarea sin duda difícil, y seguramente muy cruenta, pero no imposible de llevar a cabo, sobre todo si el Occidente democrático, por lo que le toca, no se cruza de brazos y apoya sin complejos —política, diplomática, mediática y moralmente— a la juventud iraní inconforme, que da señales nítidas de inclinarse hacia la democracia. No debe perderse de vista que el 70% de la población de Irán, país con más de setenta millones de habitantes, es menor de treinta años, un dato auspicioso que se repite en estos días.

Si el movimiento de la juventud progresista sigue adelante, los émulos y herederos del implacable Jomeini, promotores del fascismo islamista que representa Ahmadineyad, intentarán frenarlo al precio que sea necesario, sin escatimar muertos, y para ello emplearán, como advirtió en su último discurso el ayatolá en jefe Jamenei, toda la enorme fuerza represiva de que disponen.

En su amenazante alocución de hace unos días, Jamenei tildó a los manifestantes de terroristas y traidores al servicio de Estados Unidos e Israel —Ahmadineyad ha ampliado la lista de intrusos incluyendo a Inglaterra y Francia—, naciones a las que ambos dirigentes culpan de lo que está pasando en Irán. Cualquier acción contra los que protestan, pues, será dura y está "justificada". Para los cubanos, el ayatolá Jamenei y su escudero plagian al jeque Castro, el mismo que hace unos años puso flores sobre la tumba de Jomeini.

Esta revuelta popular es probable que de momento sea aplastada, pero la historia, en casos similares, nos da motivos para la esperanza. Sin ir más lejos, gracias a un estallido popular inesperado, como éste, se derrumbó la dictadura de Ceausescu en Rumanía, que parecía tan sólida, y, casualmente, gracias a otro parecido se cayó del trono, hace treinta años, el sha de Persia. Hay más ejemplos iguales y todos confirman que las tiranías, como dijo alguien, parecen invencibles hasta un minuto antes de desmoronarse.

Un cambio de rumbo político en Irán, potencia petrolera en vías de serlo también atómica, y principal sostén de la satrapía siria y de organizaciones terroristas como Hamás en Palestina y Hizbolá en Líbano, se traduciría de inmediato en una distensión en Oriente Próximo y, por lo mismo, sería una buena noticia para los amantes de la paz.

© cubaencuentro.com

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IRAN PROTEST IMAGES IN TRIBUTE TO NEDA

اقامت قوی برای آزادی





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