OPOSICIÓN O DISIDENCIA
Por Rogelio Fabio Hurtado
Para entendernos mejor, conviene trazar un nítido deslinde entre la lucha armada contra el Régimen y la disidencia pacífica. Aquellas violentas acciones de resistencia frontal pueden calificarse de contrarrevolucionarias, puesto que el proceso revolucionario estaba aún pugnando por consolidarse. La mayoría de los actuales activistas éramos a lo sumo adolescentes, así que esa no fue nuestra guerra.
Durante la década del 70, el halo de invencibilidad de los dirigentes revolucionarios ejercía una influencia paralizante sobre todos. Por evidentes que resultasen sus reveses, mediante la magia oratoria se trocaban en victorias.
Sin embargo, un pequeño núcleo de personas, sobrevivientes casi todos de la llamada Microfracción, funda en la cárcel el “Comité de Derechos Humanos de Cuba”. Fueron ellos Ricardo Bofill, Adolfo Rivero, Elizardo Sánchez Santacruz, Gustavo Arcos Bergnes (epd) Reynaldo Bragado Bretaña (epd.), Rafael Saumell, y Rolando Cartaya, entre otros.
Salen a la palestra a mediados de la década del 80 y constituyen el primero de todos los grupos de Derechos Humanos que vinieron después. Entonces eran muy pocos, pero estaban muy unidos en torno a la célebre Declaración de Derechos Humanos, de cuyo cumplimiento se declararon observadores y garantes. Creo que ninguno de ellos tenía en mente propósitos subversivos, por tanto no eran en realidad contrarrevolucionarias. Eran ciudadanos interesados en suprimir de la Patria común, prácticas inhumanas y lesivas a la dignidad del hombre. La élite que detenta el poder no lo entiende así, los demoniza y les echa encima toda su capacidad represiva, tan potente como sutil.
El nombramiento por los Estados Unidos como Embajador ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU del ex- preso político Valladares, significó un espaldarazo a la causa en la Isla, pero traía consigo una contradicción: los fundadores de la CDH eran todos gente de izquierda, quienes durante los primeros años habían participado junto al Gobierno, en tanto, el nuevo Embajador procedía del primer presidio político y estaba denunciado como miembro de la policía de Batista. El hasta ese momento pequeño y poco conocido CDH recibió un considerable incremento, procedente de los expresos políticos que aspiraban a incluirse en el Plan de Refugiados de los Estados Unidos, y le atribuyeron al Comité cierta influencia dentro de la Oficina de Intereses.
Estos nuevos activistas comenzaron a colmar los bancos de la Iglesia de la Caridad los domingos por la mañana, para encontrarse allí con Ricardo Bofill.
Aquí sobreviene el primer cisma, cuando Elizardo Sánchez crea su propio CDH, al que le agrega una referencia a la Reconciliación Nacional, tomando distancia de las gestiones estadounidenses y patentizando su fidelidad al propósito original de velar por el respeto a la Declaración Universal y denunciar sistemáticamente sus violaciones
Bajo fortísima presión de la Seguridad, Bofill y sus amigos más cercanos aceptan salir del País y el CDH se convierte en dos agrupaciones, el Partido de los Derechos Humanos., encabezado por la poeta y hoy periodista independiente, Tania Díaz Castro. Al frente del CDH queda Gustavo Arcos Bergnes, veterano asaltante del Cuartel Moncada.
Enseguida comenzó la catarata de Grupos, casi todos con más caciques que indios, de existencia efímera y trayectoria mínima, pero caracterizados, salvo honrosas excepciones, por su absoluta independencia de criterios y, a veces, por su tendencia a desacreditar al resto de las agrupaciones.
Han surgido, después de los años 90, algunas personalidades, como Osvaldo Payá, Marta Beatriz Roque, Vladimiro Roca, René Gómez Manzano, Héctor Palacios Ruíz, Fernando Sánchez, Manuel Cuesta Morúa y Leonardo Calvo entre otros, en el campo de la política, quienes han demostrado talento político y coraje para permanecer disintiendo dentro de la Isla pero lamentablemente ninguno ha conseguido el milagro de forjar la unidad. Algunos, recién salidos de las cárceles donde han cumplido injustas condenas, como Francisco Chaviano o Antúnez, están decididos a no cejar, como tampoco lo ha hecho el valiente Dr. Elías Biscet, aún tras las rejas.
No obstante, siento que falta entre nosotros la confianza imprescindible para entregarnos sin límites a la unidad que multiplique nuestras fuerzas. Justo ahora que la élite de poder carece de iniciativa para los cambios que la sociedad necesita. A la responsabilidad que le toca al también dividido exilio, me referiré en un próximo trabajo.
primaveradigital@gmail.com
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