martes, agosto 18, 2009

CUBANOS HASTA EL ULTIMO ALIENTO

CUBANOS HASTA EL ULTIMO ALIENTO



Por Alfredo M. Cepero .


En estas últimas dos semanas de estira y encoje con respecto al anunciado Concierto por la Paz en la Habana bajo el patrocinio del cantante colombiano Juanes me había hecho el propósito de mantener silencio. Después de todo, este mequetrefe arrogante y vanidoso, cuyas desarrolladas cuerdas vocales contrastan con su carencia del más elemental sentido común o capacidad de compasión hacia el pueblo cubano, no merece siquiera nuestro repudio o nuestro desprecio.

Pero un compatriota que en los últimos años se ha convertido en activista a tiempo completo de una política de pasos calibrados que conlleve a una apertura de la tiranía hacia su propio pueblo ha publicado un artículo sobre el tema que no puede quedar sin respuesta. En nuestra opinión, esa política de diálogo con sordomudos y apaciguamiento a criminales producirá como único y deplorable resultado la prolongación de la agonía del pueblo de Cuba. Bajo el título de “Juanes y su Concierto”, Carlos Saladrigas no solo hace la apología de Juanes sino la emprende contra la integridad y el carácter de una proporción considerable de sus compatriotas tanto dentro como fuera de la Isla. Pero dejemos que sea el autor del infortunado artículo quién hable por si mismo.

“Los recalcitrantes de adentro, al igual que los de afuera, no quieren que se lleve a cabo este concierto”, afirma el empresario devenido en articulista y politólogo. Para el autor, quienes trabajamos por una Cuba libre y democrática donde no quede el más mínimo vestigio de los rufianes que la han oprimido y empobrecido por medio siglo somos “recalcitrantes”. Sin embargo, la historia de Cuba está llena de hombres y mujeres que han combatido regimenes despóticos sin claudicación ni contubernio y cuyos retratos adornaron nuestras escuelas y museos. Muchos de los “recalcitrantes” del artículo comentado bien podrían ser los patriotas que un día hagan realidad la promesa de una Cuba sin miedo, sin odio, sin hambre y sin tiranos.

Mas adelante manifiesta: “….desde la comodidad del exilio somos muy rápidos para juzgar anticipadamente y cerrarle la puerta de antemano a estas escasas oportunidades de apertura”. Todo parece indicar que la propia comodidad del autor, ganada sin dudas con el esfuerzo de su trabajo y ejemplo del ingenio y la laboriosidad del cubano, le insensibiliza al punto de ser incapaz de identificarse con los obstáculos, penurias y sinsabores que confrontan a diario muchos cubanos menos prósperos y afortunados. Esos cubanos que cortan césped, levantan edificios, cultivan la tierra, limpian calles y desafían temperaturas de 90 grados para poner techos sobre nuestras cabezas. Los mismos cubanos que en un acto de solidaridad familiar y ceguera política mandan todos los años cientos de millones de dólares a la Isla.

( Carlos Saladrigas )

Acto seguido se refiere a Juanes afirmando: “Por su trayectoria sabemos que es un luchador por la paz y su música es querida y apreciada por la juventud hispana en todos los rincones del mundo”. Afirmar que en Cuba es necesario luchar por la paz no es sólo una tontería sino una burla. La paz es probablemente el único ingrediente que Cuba tiene en demasía. Una paz impuesta a base de cárcel, miseria, fusil y fusta por un par de pichones de gallego que odian a nuestro pueblo y nos pasan la cuenta por habernos independizado de España. La paz que Cuba necesita vendrá únicamente por un camino de justicia, libertad y democracia al que se opondrán hasta su muerte los tiranos que hoy hacen ostentación de tolerancia con el concierto de Juanes en la Plaza de la Revolución. Quién, dicho sea de paso, demostró su color rojizo cuando retiró la invitación al presidente Uribe una vez que el bufón de Chavez canceló su asistencia al concierto por la paz en la frontera colombo-venezolana.

Pero donde el autor llega al extremo de lo increíble es cuando, en un despliegue de la más absoluta inocencia política e incapacidad para calibrar la naturaleza diabólica del régimen, le atribuye a Juanes poderes que podríamos calificar de sobrenaturales. A tal efecto dice: “Le podemos pedir que no acepte restricciones por parte del régimen en qué decir y qué cantar”. Si la situación no fuera tan trágica esta afirmación sería suficiente para caer víctima de un ataque de risas. Lo que no han logrado personalidades internacionales, jefes de estado y hasta el propio Papa Juan Pablo Segundo, el autor espera que sea capaz de lograrlo este infeliz muchacho con ínfulas de encantador de serpientes pero carente de toda experiencia en la solución de conflictos.

Incluso se aventura el escritor en el campo de la especulación cuando dice: “Es también posible que el régimen esté esperando lo que ha sido siempre su fórmula segura: dejar que el exilio haga su trabajo sucio”. Las generalizaciones son siempre peligrosas y en este caso altamente ofensiva para los millares de cubanos que vinieron al exilio después de arriesgar la vida en nuestra patria y un número aún mayor que desde el exilio apoya a la oposición interna en estos momentos definitorios y cruciales. Para esas multitudes que ni se cansan, ni se rinden, ni se olvidan el trabajo que hacemos nada tiene de sucio. Por el contrario, es un acto de supremo patriotismo y de una limpieza inmaculada encaminada a la erradicación tajante y total del estercolero en que los comunistas han convertido a nuestra patria.

Concluye su ataque a un exilio en el cual el autor se siente aislado e incomprendido afirmando: “Ya no es creíble, ni sostenible, que nos aferremos como exilio en ser el árbitro de lo que es bueno o malo para Cuba.” Con esta frase, tan infortunada como contraria a las corrientes predominantes entre quienes como un solo pueblo combatimos a la tiranía, el escritor nos califica como ciudadanos de primera dentro de la Isla y ciudadanos de segunda en el exilio. Esta es la misma patraña y artimaña con la cual los tiranos nos han mantenido sojuzgados y divididos por medio siglo. Los cubanos de dentro y de fuera tenemos todos los mismos derechos y el mismo deber de contribuir a su prosperidad y velar por la consolidación y preservación de un Estado de Derecho en la futura nación cubana. Si el señor Saladrigas quiere excluirse a sí mismo como parte de ese exilio inocuo e inepto que describe en su artículo está en todo su derecho y hasta le daríamos una fiesta de despedida. Pero que nos haga el favor de no incluir a aquellos que todos los días nos levantamos pensando en la forma de contribuir a la libertad de nuestra patria. Nosotros somos cubanos desde que vimos la primera palma, hemos seguido siendo cubanos a través de las nieves, las selvas y hasta los desiertos que hemos encontrado en el camino del exilio y seguiremos siendo cubanos hasta nuestro último aliento en el curso de nuestro tránsito por la Tierra. Porque, dondequiera que estemos, siempre llevaremos a Cuba en nuestro corazón.



Miami, Florida 8-17-09

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