lunes, septiembre 07, 2009

EL PELIGRO LLAMADO OBAMA

EL PELIGRO LLAMADO OBAMA




Por Alfredo M. Cepero .

Los norteamericanos que votaron por Barack Obama el pasado mes de noviembre lo hicieron motivados por su promesa de cambiar la dirección de la política norteamericana bajo la presidencia de George W. Bush. El pueblo estadounidense, enardecido por una prensa antagónica a principios conservadores y a nuestra cultura judeocristiana, votó por un cambio de rumbo propuesto por un candidato carente de experiencia ejecutiva pero poseedor de una dialéctica persuasiva y, hasta cierto punto, cautivadora. Lo que no esperaban y, según recientes encuestas, parece que tampoco deseaban, era un cambio en las estructuras de gobierno y en el control del mismo sobre instituciones y procedimientos del mercado libre que han hecho de esta nación la más próspera y poderosa del mundo.

Y eso es precisamente lo que está haciendo el Presidente Obama. En sólo unos meses ha puesto en marcha un cambio drástico tanto en la forma de gobernar como en el uso de sus poderes ejecutivos que nada tienen que ver con los cambios genéricos prometidos durante las elecciones. Veamos. El candidato Obama prometió, entre otras cosas, transparencia en la gestión pública, política bipartidista, reducción de impuestos para el 95 por ciento de los ciudadanos, control de los gastos gubernamentales, retirada de Irak en cuestión de meses y edificación de puentes de comunicación y armonía entre las razas.

Después de todo él era síntesis de la unión de dos razas. Sabía que los negros lo apoyarían de todas maneras por su identificación racial, calmaba a los blancos con su retórica conciliadora y despojada de las recriminaciones de los lideres negros tradicionales y les daba la oportunidad a las elites intelectuales y financieras blancas de sentirse compasivas votando por un candidato de raza negra. Para que todos lo entendamos: Obama mintió pero la mentira jamás habría prosperado sin la cooperación de un pueblo que voto en desafío de las advertencias y de la razón.

En el curso de la campaña política se alzaron voces advirtiendo del peligro que representaba un candidato que había asistido por veinte años a una iglesia donde el pastor Jeremiah Wright acusaba de genocidio y de racismo a los Estados Unidos, que había iniciado una de sus campañas políticas en la residencia del terrorista que dinamitó el Pentágono, William Ayers, que mantenía estrechos lazos de amistad con otro terrorista, el dirigente palestino Rashid Kalidi, y que había sido asesor legal de la organización militante negra ACORN, acusada en varios estados de fraude electoral y de intimidación a instituciones financieras para forzarlas a hacer préstamos a gente sin capacidad para pagar la hipoteca. Pero como antes en Cuba y en Venezuela, en los Estados Unidos del convulsionado año 2008 “nadie escuchaba”. Roguemos a Dios que los norteamericanos no tengan que pagar el precio terrible de los cubanos y los venezolanos.

Y así llegamos a la presidencia de este eficaz comunicador, habilidoso simulador y experto manipulador de multitudes en su carrera vertiginosa para convertirse en figura idolatrada y líder indiscutido de la nación norteamericana. En la aplicación de esa política de culto a su personalidad, Obama ha violado todas y cada una de las promesas hechas durante la campaña. Su promesa de transparencia fue violada cuando un congreso dominado por los demócratas y amedrentado por la retórica agresiva de la Casa Blanca fue forzado a aprobar sin siquiera leerlo un paquete de un supuesto estímulo económico. Un paquete que, en vez de reducir el desempleo como vaticinó el presidente, lo ha elevado a casi el 10 por ciento a nivel nacional y que, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, creará una deuda superior a los cinco trillones de dólares.

Su prometida política bipartidista se ha hundido en el pantano de ideólogos de la izquierda venenosa como Nancy Pelosi, Harry Reid, Henry Waxman, Maxine Waters y Charlie Rangel, quienes han maltratado a sus colegas republicanos y puesto en peligro el Plan de Reforma de Salud, buque bandera de la agenda de la Casa Blanca. Todo ello ante la mirada indiferente de un presidente que, por incapacidad o por malicia, se ha lavado las manos como Pilatos. Ahora bien, estemos conscientes de que, detrás de su retórica conciliadora, Barack Obama se encuentra a la izquierda de estos izquierdistas. De otra manera no hubiera nombrado para cargos de alta responsabilidad a comunistas confesos como Van Jones, promotores del aborto en la política de control de población como John Holdren, admiradores de leyes fundamentalistas musulmanas como Eric Holder y operativos al servicio de Fidel Castro como el ignominioso Greg Craig, famoso por su entrega de Elian González al tirano de Cuba. No en balde esta Casa Blanca ha sido tan complaciente con los Castro sin exigir nada a cambio.

A mayor abundamiento, es importante destacar el apoyo del Partido Comunista de los Estados Unidos a la candidatura del entonces aspirante a presidente Barack Obama. En un comunicado a sus militantes con fecha 21 de marzo de 2008, el Partido los instó a que votaran por Obama manifestando: “Estas elecciones pueden cambiar la dirección de los acontecimientos. Pueden ayudar a establecer un sistema de salud universal, salvar el medio ambiente y comenzar la restauración de nuestros derechos democráticos”. El mismo sistema de proporcionar asistencia médica que ya mucho antes de ser presidente Ronald Reagan denunciaba como una de las formas más eficaces y malignas de control gubernamental sobre los ciudadanos. Y control es lo que quiere Barack Obama.

De ahí el apuro del gobierno por la aprobación de un plan cuyas 1017 páginas fueron compiladas en distintas Comisiones del Congreso y que, dicho sea de paso, tampoco han sido leídas en su totalidad por la mayor parte de los miembros del cuerpo legislativo. Quién sí las ha leído es el Profesor John Davis Lewis, de la Universidad de Duke, un hombre mas allá de toda sospecha de agenda política partidista. Según Davis, el proyecto de ley HR3200, que es el nombre legislativo del Plan de Reforma de Salud, enmienda en forma genérica la Ley de Seguridad Social y se sitúa sobre ella, así como concede al gobierno la potestad de determinar lo que constituye una enfermedad que justifique tratamiento médico, al igual que el poder de determinar quién puede ser admitido en un hospital. Y, en el colmo de la violación de la doctrina y los procesos constitucionales, de ser aprobada, esta ley no estaría sujeta a revisión por los tribunales de justicia. En esta materia de salud, las decisiones del Secretario de Salud estarían por encima de los fallos judiciales. Y en una intrusión flagrante en las operaciones de la empresa privada, los hospitales necesitarían un permiso del gobierno para ampliar sus instalaciones.

Por otra parte, su cacareada rebaja de impuestos ha sucumbido ante los aumentos en gravámenes sobre cigarrillos, bebidas alcohólicas y otros renglones que castigan con mayor fuerza a las clases menesterosas. Y todavía faltan los aumentos de impuestos para financiar el ambicioso, descontrolado y hasta ahora desconocido Plan de Reforma de Salud.

Tenemos, sin embargo, la esperanza de que el pueblo norteamericano se enfrente a este peligro llamado Obama con coraje y determinación. El mes de agosto ha sido desastroso para los conspiradores que desde la Casa Blanca quieren robarle las libertades y la individualidad a este pueblo donde no se ha producido un solo golpe de estado en 233 años de república. En las reuniones comunitarias conocidas como Town Hall Meetings han parado en seco los intentos de aprobar sin discusión ni enmiendas el Plan de Reforma de Salud. Al mismo tiempo, las encuestas recientes han arrojado una caída vertiginosa en la popularidad del presidente, aún por debajo de todos los presidentes en el mismo período desde que comenzaron estas consultas, con excepción de un Gerald Ford que debió enfrentar el rechazo de haber indultado a Richard Nixon.



Y los padres, enardecidos y preocupados por los intentos del gobierno de manipular la mente de sus hijos, se han enfrentado a los planes del presidente Obama de dirigirse directamente a los estudiantes en sus propias aulas. Para colmo, después del discurso, se proponían asignar tareas a los colegiales donde ellos contestaran como podían ayudar al Presidente Obama en su labor de gobierno. Todo esto coordinado con un libro distribuido por el Gobierno Federal en las escuelas norteamericanas titulado: “Barack Obama: Hijo de promesa, niño de esperanza”. Dicha obra dice en parte: “Desde la juventud de Barack Obama la esperanza ha vivido en su corazón. Desde su niñez Barack supo que él no era como los demás y, con el tiempo, se dio cuenta de que tenía la habilidad de inspirar esperanza y convertirse en lo que estaba destinado a ser: Un puente entre los hombres”. Solo falta decir Amén y una canonización de San Barack que haría innecesarias las religiones tradicionales. Un procedimiento explotado con éxito por personajes de la calaña de Mao, Stalin, Castro y Saddam Hussein. Este último, como sabemos, tocayo del presidente; pero con la suerte de no haber tenido que enfrentar a un público informado y belicoso como el norteamericano.

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Si desea hacer contacto con el Partido Nacionalista Democrático de Cuba, puede usted pulsar http://www.pndcuba.org

1 Comments:

At 11:52 a. m., Anonymous Jorge A. Pomar said...

¡Sombrero, Cepero! Amén de conciso, uno de los más exhaustivos y veraces balances de embustes electorales y fiascos ejecutivos cometidos por el Primer Mesías del Siglo XXI. No falta nada en tu brillante análisis. O casi nada, habida cuenta de que el inventario negativo de Obama hasta la fecha no cabe ya completo en ningún archivo.

En cuanto a las esperanzas de escarmiento a tiempo por el grueso del electorado autoengañado que votó por él, me viene a la mente una frase de Heinrich Böll que a fines de los años 80 acabó de persuadirme --a la sazón portaba mi Alter Ego carné del PCC-- acerca de la inviabilidad del llamado "socialismo realmente existente".

A saber, a propósito de la ocupación de Praga por tropas del Pacto de Varsovia en el 68, el sagaz novelista alemán --que sin embargo era de izquierda-- vaticinó que el fin del comunismo sobrevendría de manera inexorable tan pronto, en vez de en Budapest o Praga, el conflicto tuviese lugar en las calles de Moscú.

Por suerte, el capitalismo en sí no corre ningún peligro. No existe alternativa viable a la propiedad privada y la economía de mercado. Además, está más que probado que las mayorías estadounidenses propenden propenden al centro. Con todo, incluso en el mejor de los desenlaces previsibles, el American Way of Life no saldría del todo ileso de la ordalía obamita.

Pues, tal como se desprende de tu imparcial análisis, es obvio que las presuntas dotes taumatúrgicas del candidato demócrata --a quien no acabo de verle el tal carisma que muchos le atribuyen-- pesaron mucho menos en su victoria que las crecientes tendencias retroprogres entre los dos grandes partidos de masas en Estados Unidos.

El carisma del activista social de Chicago es una ilusión circense. En otras palabras, tanto la conquista de la Casa Blanca por Barack Hussein como su aparente impunidad actual en ella se explican más bien como una proyección colectiva. Un fenómeno de wishfull thinking masivo de origen mediático --asociado a desvarío altruista de las "clases vivas"-- similar al que en nuestra Isla provocó la súbita apoteosis de Fidel Castro a fines del 58.

Así las cosas, sólo cabe desear que, dadas las notables diferencias de mentalidad y tradiciones políticas, el fenómeno Obama sea transitorio en Estados Unidos. Por el momento, todo parece indicar que derribarará el listón reelectoral del 2012. Entretanto, "el peligro llamado Obama" seguirá introduciendo ruidos perdurables en el sistema. Por demás, con la solícita ayuda del demagógico e inepto liderazgo demócrata en ambas cámaras del Congreso...

Un abrazo desde Colonia Agripinensis,

El Abicú

 

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