martes, diciembre 28, 2010

Disidencia en Cuba (IV): En nuestro tiempo

Tomado de http://eichikawa.com



Disidencia en Cuba (IV): En nuestro tiempo
diciembre 27, 2010

Por Arnaldo M. Fernández

Quizás por esa falta de liderazgo único consensuado en la oposición a Castro se arma tanto revuelo cada vez que irrumpe en los medios alguna figura a la cual puede sacársele lasca: desde aquel Eliécer Ávila, que pidió a Ricardo Alarcón irse de turismo guevarista a Bolivia, hasta Pánfilo, que vociferó en curda ¡Jama! y algunos exiliados agregaron libertad para montar campaña que terminó disolviéndose con la transición de Pánfilo, en el Canal 41 de la TV de Miami, de personaje político del programa «A Mano Limpia» a personaje de relajo del programa «Pellízcame, que estoy soñando».

(Oswaldo J. Payá Sardiñas)

Está claro que la «disidencia tradicional» no gira sólo en torno a ATC. Otro epicentro es Diálogo Nacional, liderado por Oswaldo Payá, pero Johnatan Farrar valora que no emprende ninguna acción significativa y otros opositores comentan que ha sido «domesticado». Cabría añadir que no se sabe bien con quién pudiera dialogar Payá fuera de su propio grupo. Por aquí yace otro síntoma de la incapacidad del movimiento disidente para orientarse en bloque contra Castro, además de la proclividad a pugnas precoces por el poder: sin atinar a cómo liquidar la Cuba castrista se ponen a discutir qué lugar ocuparían en la Cuba post-castrista. Farrar lo confirma: «opositores de toda laya» se quejan de que el exilio tiene la intención de rebajarlos para tomar el poder tras la caída de los Castro. Esta mentalidad se aviene perfectamente a disidentes que no se adecentan con unidad de propósitos. Por el contrario, como también señala Farrar, no han dejado de gastar energías en enredos y más enredos intestinos.

Al delirio allá dentro se suma otro fuera, que suele denominarse cubanología. Si fuera por los cubanólogos, la nación habría llegado, bajo el castrismo, a su tasa más alta de fecundidad ideológica: en la oposición «hay organizaciones y líderes democristianos, liberales, socialdemócratas, socialistas democráticos y de los más variados nacionalismos». Sin darnos cuenta habría ocurrido una revolución en la revolución de Castro: los partidos políticos en Cuba no serían ya clientelas de caudillos, como la Comisión Consultiva de cubanos informó (1908) al gobernador americano Charles Maggon, ni núcleos transitorios de intereses sin sustancia doctrinal, como percibió (1959) atinadamente Ángel del Cerro.

La casa de Héctor Palacios no sería —como denuncia Chaviano— «un agujero negro» por donde escapan recursos destinados a la oposición y salen «chisme, engaño, manipulación y compulsión», sino el vórtice de la Unidad Liberal de la República de Cuba. No importa que el tesorero mismo, José Vélez, diga que Palacios no manejaba limpio los fondos y Chaviano remate con que «utilizaba para sí la mitad».

Y mientras Payá se engolfa en un diálogo nacional que no parece tener repercusión política, por falta de interlocutor del lado del poder, el Arco Progresista tensado por Manuel Cuesta Morúa ni siquiera se menciona por Farrar, quizás porque no le pareció serio eso de lanzar la flecha (febrero de 2009) de recoger «cien mil firmas por la propiedad» y no avizorarse el blanco al cabo de casi dos años. Desde el Proyecto Varela, recoger firmas es un salto de tigre al vacío. En aquel entonces Gómez Manzano advirtió, y Payá no quiso escuchar, que quien hizo la ley constitucional de iniciativa legislativa con firmas de al menos diez mil ciudadanos hizo la trampa reglamentaria de tener que acreditar ante notario su condición de electores. Así y todo, Cuesta Morúa tendría a mano otro factor: el racismo, que viene manejándose como clave de la revuelta popular contra Castro, sin atender a que también los afrodescendientes participan mucho y hasta con entusiasmo en las turbas del castrismo.

Y es que ese «fenómeno histórico denominado revolución cubana» tiene que empezar a entenderse ya en términos de longue durée, aunque se escandalicen los «cubanólogos» becarios de la Escuela de los Anales, porque Giovanni Sartori parece llevar mucha razón en que los regímenes totalitarios de corte comunista hacen tabula rasa y, si duran demasiado, dejan planteado un problema que «no es de transición: es de injerto y de comienzo» (¿Qué es la democracia?, Madrid: Taurus, 2003, página 405).

Así como Payá no tiene apenas con quien dialogar, ATC no tenía hacia dónde transitar, salvo hacia atrás, a la Constitución de 1940, que no resiste la prueba cantada por Soandry del Río: el tiempo no perdona / pregúntale a La Habana. A medida que pasa el tiempo, eso que llaman pueblo, y con él la disidencia, a quien Farrar concede ingenuamente a key role in acting as the conscience of Cuba, tiene cada vez menos derecho a seguir acusando de sus faltas al gobernante que acabó por merecer en 1959. Suena muy antipatriótico, pero la patria se transplantó a la armazón sociopolítica del Estado castrista y desde allí se agita como engañoso pendón de la identidad nacional. Nadie puede arrancarse su lugar de origen, pero al menos puede despegarse del ardid estatal de la patria y cargarla hacia donde la vida sea más soportable.

-Primera Parte


-Segunda Parte

-Tercera Parte

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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Disidencia en Cuba (IV): En nuestro tiempo":

"A medida que pasa el tiempo, eso que llaman pueblo, y con él la disidencia, a quien Farrar concede ingenuamente a key role in acting as the conscience of Cuba, tiene cada vez menos derecho a seguir acusando de sus faltas al gobernante que acabó por merecer en 1959."

Eso que llaman pueblo...menos mal que acá se puede comentar pues en el blog de Emilio Ichikawa-base de links del Granma y Juventud Rebelde-no es posible.

No entendí lo que quiere decir con: eso que llaman pueblo. Cada día soy más torpe, deben ser los años de exilio o los de insilio.¿Qué quiso decir? Quizá que el peublo está con el que esté arriba. No entendí.


Tula Gómez

1 Comments:

At 10:48 p. m., Anonymous Anónimo said...

"A medida que pasa el tiempo, eso que llaman pueblo, y con él la disidencia, a quien Farrar concede ingenuamente a key role in acting as the conscience of Cuba, tiene cada vez menos derecho a seguir acusando de sus faltas al gobernante que acabó por merecer en 1959."

Eso que llaman pueblo...menos mal que acá se puede comentar pues en el blog de Emilio Ichikawa-base de links del Granma y Juventud Rebelde-no es posible.

No entendí lo que quiere decir con: eso que llaman pueblo. Cada día soy más torpe, deben ser los años de exilio o los de insilio.¿Qué quiso decir? Quizá que el peublo está con el que esté arriba. No entendí.


Tula Gómez

 

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