Por Rogelio Fabio Hurtado
Primavera Digital
La Habana, 13 de enero -- El pasado 19 de diciembre el gran poeta José Lezama Lima cumplió su primera secularidad. Esto no fue pasado por alto, si bien aún falta por cumplirse la puesta en venta del CD con todo sobre el Grupo de Orígenes, prometida y falsamente anunciada por los medios oficiales. Acaso los espectros de Mirta Aguirre y Edith García Buchaca tengan algo que ver en esto. Sin embargo, las evocaciones no han faltado, ni el remordido silencio de los pocos enemigos que puedan quedarle entre los vivos al Poeta.
No obstante, este Centenario de reconocimiento tan unánime, para una figura que nunca fue ajena al escarceo polémico (Jorge Mañach, Virgilio Piñera, Rodríguez Feo darían fe) no acaba de convencerme. Por ello, daré testimonio de algunas resonancias omitidas por sus apologistas de hoy.
1968: Lezama es miembro del Jurado del Premio de Poesía Julián del Casal, patrocinado por la UNEAC, que otorgó su veredicto por unanimidad al libro Fuera del Juego, del poeta Heberto Padilla. Uno de los poemas del Libro está dedicado al propio Lezama, a manera de reconciliación entre ambos, pues Padilla había publicado en Lunes de Revolución un artículo que cuestionaba el liderazgo que Lezama ejercía dentro de la poesía cubana. "Es hora de que nuestra poesía deje de obedecer las consignas de Trocadero", escribió entonces Heberto Padilla. Hoy algunos intentan culpar a Padilla del ostracismo que le fue impuesto a Lezama a partir de 1971 y que duró hasta su muerte, en 1976. Incluso la tarja colocada en la puerta de Trocadero 162 fue costeada por su esposa, la Dra. María Luisa Bautista. Nótese que no está firmada por ninguna institución oficial.
(José Lezama Lima, Rafael Alberti y Nicolás Guillén)
197...: La vida cultural atraviesa la noche cerrada del Pavonato. El gran poeta es un innombrable, suerte que compartían Antón Arrufat, César López, Pablo Armando Fernández y Heberto Padilla. Su novela Paradiso recibe un premio literario en Italia. Un anónimo funcionario del Consejo Nacional de Cultura se presenta en su puerta. La Bautista lo hace pasar a la pequeña sala, donde Lezama lo recibe. Porta un mensaje del Teniente Pavón, director en jefe de la institución cultural, donde le ofrece los servicios de la legación cubana en Roma "para con las liras obtenidas allí por el poeta, adquirirle los medicamentos que él y su esposa requieran". Lezama no demora su respuesta: "Dígame una cosa, ¿el Señor Luís Pavón acaso va a permitirme que yo abra aquí en Trocadero una farmacia particular?"
1961: En trance de constituirse la UNEAC, se acercan a Lezama para proponerle que ocupe una de las vicepresidencias, subordinado al también gran poeta Nicolás Guillén. Lezama replica: "Les recomiendo que nombren al Dr. José Antonio Portuondo. Él, como yo, es un prestigioso hombre de letras; además, Portuondo es comunista y yo...mejor que me calle".
1970: Un entonces muy joven periodista cultural que lo visita con asiduidad, le comenta que en una reciente entrevista, Nicolás Guillén le ha dicho que "el Pegaso de su inspiración jamás necesitó Espuelas de Plata para remontar el vuelo", refiriéndose a su no colaboración con las revistas literarias que precedieron a Orígenes. Réplica de Lezama: "Es muy cierto que Nicolás no colaboró en ellas, como también lo es que nosotros jamás lo convidamos a hacerlo. Nicolás es un poeta de oreja".
(José Lezama Lima en 1976)
Las relaciones entre ambos poetas estuvieron siempre afectadas por las circunstancias que rodearon la muerte del padre del camagüeyano, "caído en combate frente a las tropas comandadas por el Coronel Lezama" en 1912, durante el alzamiento del Partido de los Independientes de Color, aseveración esta que el poeta de Orígenes contradecía argumentando que su padre el Coronel había participado efectivamente en esas operaciones, pero como oficial de Estado Mayor, sin mando directo sobre las tropas,
Al morir Lezama, en agosto de 1976, redactamos en el parque de Calzada y K una carta de pésame, que intenté entregar a su viuda. La Dra. Bautista asomó un ojo por el visor y determinó no abrirme. Desconcertado, no atiné a deslizarla por debajo de la puerta. En la breve misiva, compartíamos la pérdida y augurábamos que la noble sonrisa de Lezama no dejaría de renacer. El porvenir lo ha confirmado.
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