martes, diciembre 27, 2011

SAMUEL FARBER: Las raíces de la homofobia durante el período revolucionario. Fragmentos del libro “Cuba Since the Revolution of 1959”

Tomado de http://www.havanatimes.org/


Las raíces de la homofobia durante el período revolucionario

(El último de seis fragmentos del libro “Cuba Since the Revolution of 1959” )


Por SAMUEL FARBER
http://www.havanatimes.org/?p=56831
diciembre 23, 2011



HAVANA TIMES, 23 dic — El sexismo que ha existido en la Cuba post-revolucionaria, particularmente contra los gays, ha sido por mucho tiempo un motivo de incomodidad para los partidarios del régimen, especialmente en países como los Estados Unidos donde se dieron, en los albores de la década de los sesentas, importantes movimientos por la liberación de los homosexuales y de las mujeres.

Susan Sontag, la reconocida crítica de arte, intentó, durante su fase política fidelista, minimizar el problema con un falso relativismo cultural profundamente condescendiente. Según escribió en 1969: “Dadas nuestras sospechas del puritanismo tradicional de las revoluciones de izquierda, los estadounidenses radicales debemos mantener cierta perspectiva, dado que un país conocido principalmente por la danza, la música, las prostitutas, el tabaco, el aborto, lugares de diversión y películas pornográficas, se va sentir tenso y nervioso con respecto a la moralidad sexual y en un mal momento, hace dos años, condujo una redada de varios cientos de homosexuales en La Habana y los envía a una granja para ser rehabilitados. (Los regresaron a su casa hace un buen rato.)”187

Para muchos activistas gay de izquierda ha sido aún más difícil reconciliar la simpatía que sienten por el gobierno de Fidel Castro con sus intereses propios como gays, con su lealtad con los gays oprimidos en otros países, y mucho menos con la hostilidad hacia el gobierno de Castro por parte de muchas comunidades gay a través del mundo. Varios escritores gay de izquierda han intentado resolver ese conflicto a través de diversas interpretaciones sobre la homofobia del régimen castrista.

Allen Young, un escritor y activista estadounidense gay de izquierda, planteó en 1981 una explicación “tercer mundista” que atribuye la homofobia cubana a una ideología que, según él, no surgió de la experiencia política ni de la cultura de Cuba sino de la ideología cubana oficial que proviene de “la tradición externa del marxismo europeo” transmitido en la isla por el PSP (Partido Socialista Popular), el antiguo Partido Comunista de Cuba. 188

Primera entrega: Cuba, y la unidad del pueblo
Segunda entrega: Los trabajadores cubanos despues de la Revolución
Tercer entrega: En Cuba: ¿Rezagos históricos o racismo institucional?
Cuarto entrega: El empleo y la educación de la mujer antes de la Revolución
Quinto entrega: Los homosexuales cubanos después de la Revolución


Años después, en 1996, Ian Lumsden, un académico y activista canadiense gay de izquierda, desarrolló una explicación similar a la de Young, atribuyendo la persecución contra los homosexuales no a las ideas de Fidel Castro sino a la influencia del pensamiento soviético que consideraba la homosexualidad como “un fenómeno de la burguesía decadente”. Sin embargo, a diferencia de Young, Lumsden señaló que esa posición de la Unión Soviética había sido una creación del estalinismo ruso que había sido adoptada después de que el gobierno bolchevique de Lenin había descriminalizado la homosexualidad. 189

En efecto, la Revolución Rusa de 1917 eliminó todas las restricciones legales relacionadas con la actividad sexual. En el caso particular del sexo gay, el gobierno bolchevique legalizó las relaciones homosexuales voluntarias entre personas mayores de 14 años. Más allá de la legalización, el gobierno mantuvo lazos estrechos con el Instituto de Ciencia Sexual en Alemania la que encabezó campañas por abrogar todos los estatutos de sodomía y contra todo tipo de expresión homofóbica en el país.

Además, la comisaria rusa del bienestar público, Alexandra Kollontai, condujo campañas para liberar a la mujer de la servitud implicada en los partos y embarazos constantes, la carga de las labores domésticas y el cuidado de los hijos. Gracias a su influencia se crearon restaurantes colectivos, lavanderías e instituciones de cuidado de niños para las trabajadoras. El gobierno además abrogó las leyes contra el aborto y declaró el acceso universal a los métodos anticonceptivos de la época.

(Desfile de gays. Foto: Caridad)

Asimismo, el gobierno revolucionario de Lenin simplificó mucho el divorcio y adoptó el principio del pago igual por trabajo igual. Durante esos primeros años de la revolución, los tribunales rusos aprobaron los matrimonios entre homosexuales; incluso hubieron casos, documentados, de operaciones de sexo en la República Soviética de los años 20. Es cierto que muchos de estos beneficios legales y políticos significaron poco en la práctica, dada la falta de recursos materiales y la pobreza absoluta en la que se encontraba el país. Aún así, no fue sino hasta los años 30 que bajo Stalin se volvió a criminalizar la homosexualidad y se prohibió el aborto como parte de una ofensiva general contra muchos de los avances sociales de la década del 20.

Contrario a los clichés que equiparan el “marxismo” con la homofobia, los bolcheviques no fueron los primeros socialistas en la tradición marxista que defendieron los derechos gays. Lejos de ser hostil hacia los homosexuales o a la liberación de la mujer, esta tradición tiene una larga historia de lucha en ese campo social. Así por ejemplo, antes de la revolución bolchevique, el Partido Social Demócrata Alemán (SPD) encabezó la campaña contra la ley de sodomía en Alemania y popularizó la discusión sobre asuntos gay en las páginas de Vorwarts, el periódico del partido. 190

Por muy conveniente que haya sido para los escritores gay de la izquierda estadounidense culpar, influenciados por la ideología de la nueva izquierda, a los viejos comunistas cubanos por el veneno antigay en la isla, la realidad cubana apunta en una dirección muy diferente. Aunque los viejos comunistas cubanos contribuyeron con mucho del lenguaje ideológico para defender y justificar las prácticas del gobierno, el empuje y dinamismo de esas políticas surgieron principalmente de Fidel Castro y del nuevo liderazgo comunista cubano.

Los nuevos comunistas cubanos fueron influenciados, especialmente en cuanto a asuntos relacionados con la política de género, por ideologías y prácticas que no tuvieron nada que ver con el marxismo clásico. En 1965, dos años después de haber atacado a los gays en su discurso del 13 de marzo de 1963, Fidel Castro articuló detalladamente su posición sobre varios asuntos de vital importancia con respecto a la manera en que se trataría a los gays cubanos. Primero, se les prohibiría ocupar posiciones con influencia directa sobre los jóvenes, sobre todo en los centros educacionales. Fidel Castro reconoció que un gay podía profesar una ideología revolucionaria y tener una posición política “correcta,” por lo que no debería ser considerado políticamente negativo. Pero aún así insistió que “nunca creeremos que un homosexual pueda encarnar las condiciones y requisitos de comportamiento que nos haría considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista. Una desviación de tal naturaleza entra en conflicto con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista”.

Fidel Castro insistió en excluir a los homosexuales de cualquier posición que pudiera influir en los jóvenes y abogó enérgicamente por la necesidad, bajo las condiciones que existían en la Cuba de entonces, de inculcar en la juventud cubana un espíritu espartano de disciplina, lucha y trabajo. Para incentivar ese espíritu, recomendó promover “actividades relacionadas, de alguna manera, con la defensa del país, como por ejemplo el deporte”. 191

(Vale la pena mencionar en este contexto que los Testigos de Jehová, que se negaron a prestar servicio militar, fueron perseguidos por el estado cubano y tuvieron que permanecer en la clandestinidad por alrededor de veinte años después de que el gobierno les negara el registro legal a mediado de los setentas.)

La perspectiva que Fidel Castro y el liderazgo a su alrededor compartían fue condicionada por las ideas de la cultura hispánica tradicional que predominaba en la isla según la cuales los gays eran débiles, hipersensibles e incluso cobardes.192 Actitudes similares llevaron al Che Guevara a referirse, con desprecio, al prominente dramaturgo gay cubano, Virgilio Piñera, como “maricón” cuando en 1963 vio uno de sus libros en la embajada cubana en Algeria. 193 Es significativo que fue ese mismo Virgilio Piñeira quien públicamente declaró sentir miedo en el famoso encuentro con los intelectuales de 1961, en el cual Fidel Castro proclamó que a los intelectuales se les permitiría todo dentro de la Revolución, y nada fuera de ella.

Es claro que para las autoridades el miedo era una emoción inaceptable para la nueva juventud dura y viril que se formaría en Cuba. Para ellos los gays eran incapaces de ser parte de la cultura militar monolítica, dura y combativa opuesta al pensamiento crítico (oposición que la dirigencia disfrazó bajo la noción de “unidad revolucionaria”), que querían desarrollar en el país. Poco después, el Ministerio de Salud Pública, basado en “estudios” realizados en 1965, llegó a la conclusión de que la debilidad ideológica de los homosexuales y su vulnerabilidad a la propaganda imperialista eran socialmente contagiosas. 194

La historiadora Lillian Guerra ha señalado que, a principios de los sesenta, el gobierno cubano también había comenzado a asociar la vida gay con la temida enfermedad del “intelectualismo”, una enfermedad que se daba en grupos no productivos y absortos en ellos mismos y que subvertía el alto valor que la dirigencia depositaba en el trabajo manual.

Así fue como, durante las purgas universitarias de los años sesenta, no solo se atacaron a los homosexuales sino también a los intelectuales que pensaban, leían, conversaban o debatían demasiado. Los estudiantes “intelectualizados” habían desarrollado defectos graves como la obsesión con debatir el Marxismo, su desprecio por la labor agrícola, el gusto por las artes abstractas, el apetito por la lectura, la tendencia a compartir sus ideas con otros, y un gran interés en lo que sucedía en el extranjero.

Al comienzo de 1966 Jaime Crombet, el secretario general de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) planteó una lista de tendencias antisociales relacionadas con la homosexualidad. Estas incluían el intelectualismo, el “discusionismo”, el egoísmo, el autonomismo, el Trotskismo y el reunionismo (la costumbre de realizar muchas reuniones para decidir un asunto en lugar de actuar). Según él era evidente que el remedio para todos esos defectos consistía, como Fidel Castro lo había propuesto para combatir la forma “extravagante” en la que vivían algunos jóvenes, en el trabajo manual duro en la agricultura como castigo “reeducador.”195

Para el liderazgo revolucionario, los problemas de la “extravagancia” juvenil, la homosexualidad y el “intelectualismo” tenían una raíz común en la decadencia y degeneración de la vida urbana que los ideólogos del régimen contrastaban con las virtudes “viriles” míticas y estereotipadas del mundo rural.

Pero este no es un tema típico del “marxismo” estalinista de los viejos comunistas cubanos. Es un tema mucho más acorde con el machismo criollo de los nuevos comunistas fidelistas, quienes compartían ciertos aspectos del estilo ideológico del tradicionalismo franquista español. Vale la pena citar un editorial de 1965 del diario El Mundo (embargado por el gobierno unos años antes):

“En cierta ocasión, Fidel nos hizo ver que el campo no produce homosexuales, que este vicio abominable no crece ahí. Es verdad. Las condiciones de virilidad entre los campesinos cubanos no lo permiten. Pero sí prolifera en algunas de nuestras ciudades… Estamos luchando contra eso y seguiremos luchando hasta que lo erradiquemos de un país viril, absorto en una lucha de vida o muerte con el imperialismo yanqui. Y en este país virilísimo, con su ejército de hombres, la homosexualidad no debería ser ni puede ser expresada por “artistas” y escritores homosexuales o pseudo-homosexuales. Porque ningún homosexual representa la Revolución, eso es un asunto de varones, de puños y no de plumas, de furia y no de temblores, de sinceridad y no de intriga, de valor creativo y no de sorpresas merengosas… Desafortunadamente, esto se ha convertido en un asunto política y socialmente alarmante…No estamos hablando de perseguir a los homosexuales, pero sí de destruir sus posiciones en la sociedad, sus métodos, su influencia. Es lo que llamamos higiene social revolucionaria. 196

Fue así como, a partir de los sesenta, las personalidades más representativas del estado cubano procedieron a explotar las hostilidades tradicionales y actitudes culturalmente discriminatorias contra los gays y a exagerar y politizar sus supuestos peores aspectos.

Y fue así como la opresión gay, que en la etapa pre revolucionaria había sido casi un producto exclusivo de la operación “silenciosa” de la sociedad civil, se hizo política, explícita y frecuentemente estridente. Aunque esto no haya sido necesariamente una estrategia cabalmente consciente o cínica, sí fue plenamente compatible con los objetivos políticos de la dirección revolucionaria de usar el machismo como táctica para promover la “unidad” del país en apoyo de sus propósitos.

En cualquier caso, el balance general de las políticas del gobierno cubano, particularmente durante los primeros treinta años después de la victoria de la revolución, claramente desmiente la noción de que la homofobia cubana es simple o principalmente un “rezago cultural” del periodo pre-revolucionario. La propia Mariela Castro Espín ha indicado que la “cultura machista y homofóbica, heredada principalmente de la colonia española, ha condicionado las relaciones humanas y decisiones políticas” y que la creación de las UMAPs “fue un reflejo de cómo se manejaban socialmente esos prejuicios”. 197 Huelga decir que Castro Espín ignora el papel principal que desempeñó la dirección revolucionaria, incluyendo a Fidel Castro, en el apoyo activo a la homofobia.

Y no es plausible atribuir la trayectoria homofóbica del régimen a los problemas de una “revolución imperfecta en un mundo imperfecto”. 198 Esa atribución pudiera haber sido apropiada si el régimen hubiera luchado, una y otra vez, contra la homofobia y que por alguna razón hubiera fallado en sus esfuerzos.


Nota: Algunas de las notas de esta selección están basadas en textos traducidos del Inglés, y no en los originales en Español.
187. Susan Sontag, “Some Thoughts on the Right Way (for Us) to Love the Cuban Revolution,” Ramparts, April 1969, 14.
188. Allen Young, Gays under the Cuban Revolution, San Francisco: Grey Fox Press, 1981, 15.
189. Ian Lumsden, Machos, Maricones and Gays: Cuba and Homosexuality, Philadelphia: Temple University Press, 1996, 64–65.
190. Thomas Harrison, “Socialism and Homosexuality,” 19–21, y Sherry Wolf, “LGBT Political Cul-de-Sac: Make a U-Turn,” 34, New Politics 12 no. 2 (Winter 2009).
191. Lee Lockwood, Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel, rev. ed. (Boulder, CO: Westview Press, 1990), 106–107.
192. Ian Lumsden discute la cobardía y como esta se le ha atribuido a los gays cubanos. Lumsden también señala que la glorificación del coraje fisico, que es una caracteristica importante del machismo cubano, ha estado relativamente ausente en Costa Rica, un país que ha estado involucrado en menos conflictos militares. Lumsden, Machos, Maricones and Gays, 53.
193. De acuerdo a un testigo ocular, el prominente escritor español Juan Goytisolo, Guevara con gran desprecio tiró el libro de Piñera al otro lado de la habitación al mismo tiempo que exclamó “¿Quien coño lee aquí a ese maricón?”. Juan Goytisolo, En los reinos de taifa (Barcelona: Seix Barral, 1986), 174–75.
194. Lillian Guerra, “Gender Policing, Homosexuality and the New Patriarchy of the Cuban Revolution, 1965-1970,” Social History, 35, no. 3, (August 2010), 271.
195. Ibid., 271, 283–84.
196. Samuel Feijóo, “Revolución y vicios,” El Mundo, April 15, 1965, 4, citado por Guerra, “Gender Policing, Homosexuality and the New Patriarchy,” 281–82.
197. Mariela Castro Espín, “Pedir perdón sería una gran hipocresía,” Agencia Suiza para el desarrollo y la cooperación COSUDE, 6 octubre 2010, www.cooperacion-suiza
.admin.ch/cuba/es/Pagina_Principal/Noticias/Vista_detallada?itemID=195685.
198. Este es el titulo del capítulo 9 de Lumsden’s Machos, Maricones and Gays, 178.

CUBA SINCE THE REVOLUTION OF 1959
A Critical Assessment
Copyright Samuel Farber 2011.
(www.haymarketbooks.org)

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