Esteban Fernández: 45 AÑOS EMBORRONANDO CUARTILLAS
9-12-2012
Por si acaso usted descubrió mis escritos en la Internet hace poco quiero que sepa que ya me estoy acercando a los 45 años de estar escribiendo esta columna. ¿Y qué sensación me produce eso? Simplemente me siento tranquilo. Desde hace rato, la época en que me preocupaba, quería discutir, discrepar o polemizar con alguien se acabó.
En estos momentos lo úníco que me saca de quicio es la gran cantidad de plagios (o eliminar mi nombre de mis escritos) que a diario se cometen. Mi escrito "Abuelo ¿qué cosa es Cuba?" y el "Zoologico Cubano", y ahora "Las Preguntas Cubanas" se han dado banquete plagiandolos.
Pero, antiguamente, cuando llevaba solamente varios meses escribiendo, me dolía cuando alguien me enviaba una carta diciéndome que no le gustaba o que estaba en desacuerdo con el tópico que había escogido desarrollar. Ahora lo que me sorprende es el poco antagonismo que producen mis escritos.
Porque, después de cerca de 45 años escribiendo, encuentro que es hasta justo escribir alguna que otra basura. Como el otro día que puse que la explosión del Maine fue en Santiago de Cuba cuando en realidad fue en La Habana. Y el que piense que todo es basura, y tenga la gandinga de seguir leyendo mis escritos, merece una estatua en algún parque del exilio. Y si me hacen ver que me equivoqué lo acepto, nadie es infalible. Soy un hombre feliz y no permito que nada me amargue.
Hace años, enseguida que leía algo con lo cual yo no estaba de acuerdo, quería salirle al paso y exponer mi contrario punto de vista. Ahora, encuentro ridícula esa actitud porque mis puntos de vista ya los conoce todo el mundo. Además, la verdad es que de cada discrepancia saco una lección.
¿Saben ustedes cuántas personas (cuando alguien escribe alguna barrabasada) me llaman y me piden que lo contradiga en algún escrito? Y después de estar escribiendo por casi 45 años, me es muy fácil decirle a todo el que quiera darme cranque: “Chico ¿tú no lees mis escritos? Ya hablé sobre ese asunto, y he dado mi opinión al respecto cuatro veces desde el año 67”...
Algunos se quejan cuando hago un montón de artículos humorísticos y dicen: “Ah, ya Esteban no habla de Cuba ni de su liberación, es un costumbrista”. Y cuando, por el contrario, disparo cientos y cientos de artículos dedicados a nuestra causa, entonces comentan: “Ah, Esteban insiste en la misma matraquilla”. Y yo sigo adelante.
Porque lo que muchos no entienden, y ojalá lo entendieran, es que para poder lograr escribir durante tanto tiempo, es necesario hablar de todo; hablar en serio, hablar en broma, y tocar miles de temas diferentes. Si dijera la misma cosa, semana tras semana (por cientos de semanas), ya hiciera rato que nadie leyera mis columnas. Las dos únicas constantes son: amor a mi Patria y odio a los que la esclavizan. Mis enemigos son los Castro, sus edecanes y los que quieren coexistir con ellos
Después de 45 años descargando, todavía no me considero escritor, ni los halagos me hacen engreírme, y ya las críticas no me hacen mella. Lo que nadie puede negarme, ni amigos, ni enemigos, ni simpatizantes, es mi constancia y mi imaginación. En el destierro sólo una docena de cubanos han tenido mi misma persistencia.
Ni tengo títulos universitarios, ni estudié periodismo, ni jamás me las doy de intelectual o de literato; simplemente, emborrono cuartillas porque me encanta poder expresarme sin que nadie me interrumpa.
¿Saben ustedes cuál fue el elogio más bonito que he recibido en 45 años? Pues les diré que, estando yo en un acto patriótico cubano, un señor se me acercó y me dijo: "Sus ‘Notas’ son una basura, pero después de tantos años leyéndolas, ya me he acostumbrado, y es lo primero que busco en la Internet".
Hubo otra crítica que me encantó: Cuando estuve enfermo durante un mes, hace 10 años, me vi en la necesidad de repetir unas columnas que había escrito anteriormente y un lector me hizo varias cartas en donde se manifestaba súper molesto y me echaba con el rayo porque “él ya había leído el mismo tema” y hasta me envió copias de mis escritos para probármelo. Ese fue mi mejor halago: que alguien guardara mis escritos y se diera cuenta de que los había repetido. Y ese hombre, también se merece una estatua.
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