Exministro fugitivo Castrista Pedro Alvarez Borrego, investigado por corrupción en Cuba, de funcionario cubano a exitoso empresario en Tampa, Florida, EE.UU.
Pedro Alvarez Borrego, el alto funcionario del gobierno cubano que supervisaba la empresa de importación de alimentos del país, que manejaba un volumen de compra de unos $1,500 millones al año, vive el sueño americano apenas dos años después de haber desertado.
Alvarez ha comprado y vendido al menos ocho viviendas en Tampa por un valor total de casi $600,000 y abrió una compañía de administración, según muestran documentos oficiales. Además, se afirma que se ha convertido en consultor sobre cómo pueden entrar empresarios estadounidense a los mercados cubanos.
Pero sigue siendo un misterio cómo Alvarez, de 70 años, pudo comprar tantas propiedades a tan poco tiempo de su llegada de Cuba, donde estaba bajo investigación criminal por un escándalo de sobornos a cambio de importaciones en Alimport, el monopolio estatal de importación de productos alimenticios.
Antes de su apresurada deserción, su puesto en Alimport lo convirtió en el poderoso negociador principal de contratos con ambiciosos exportadores estadounidenses que alcanzaron una cifra récord de $711 millones en el 2008, y convirtieron a Estados Unidos en el quinto socio comercial de Cuba en importancia.
En la actualidad, Alvarez, uno de los principales desertores cubanos de que se tenga noticia reciente, trata de mantenerse alejado de la vista pública y disfrutar de la buena vida —un vecino dijo que su auto es un H3 Humvee rojo— mientras activistas anticastristas de Tampa se quejan de que podría estar viviendo de dinero resultado de la corrupción.
Un hombre que respondió una llamada de El Nuevo Herald al número telefónico que Alvarez ha dado en documentos oficiales estadounidenses dijo ser otro Pedro Alvarez. “Yo soy un simple carpintero. ¿Tiene algún trabajo para mí?”, respondió antes de reírse y colgar.
Funcionario del gobierno cubano
Alvarez, un economista de profesión, fue designado para dirigir Alimport en 1998 y estaba en la posición perfecta en el 2000 cuando el Congreso de EEUU autorizó la venta en efectivo de productos agrícolas a Cuba, bajo la Ley de Reforma de Sanciones Comerciales y Mejoramiento de las Exportaciones.
Cuba se vio repentinamente inundada de visitantes estadounidenses que buscaban contratos de ventas, incluyendo varios grupos de legisladores federales, seis gobernadores estatales y un Quién es Quién de las principales compañías agrícolas, conocidas como “Big Ag.”
“El por sí solo decía sí y no a miles de millones en ventas’, declaró John Park Wright IV, un empresario de Naples, Florida, que firmó varios acuerdos de ganado con Alimport. Las importaciones globales de Cuba llegaron a $1,600 millones en el 2011, según las cifras oficiales de La Habana.
En el 2003, Alvarez planeó el controversial plan bajo el cual Alimport presionaba a políticos y exportadores de EEUU a firmar promesas de que ellos cabildearían ante el Congreso de EEUU para relajar las sanciones económicas contra la isla. El compromiso los podría hacer técnicamente agentes del gobierno cubano, aunque ninguno fue procesado judicialmente.
Con un puesto tan importante, Alvarez probablemente era informado de rutina por la inteligencia cubana sobre sus contactos estadounidenses, sus debilidades y cualquier conducta impropia que pudiera explotarse en las negociaciones de precios, escribió Juan Antonio Rodríguez Menier, un desertor del Directorio de Inteligencia, en un correo electrónico para El Nuevo Herald.
El Directorio también tenía “colaboradores que habían sido reclutados dentro de Alimport para identificar posibles objetivos para hacer espionaje industrial y corporativo”, afirmó Juan Manuel Reyes Alfonso, quien desertó en el 2000 de la sección de ciencia y tecnología de la Dirección de Inteligencia.
Alvarez salió de Alimport en el 2009 y pasó a encabezar la Cámara de Comercio en La Habana después que quedó en claro que su campaña de cabildeo había fracasado en cambiar de forma significativa las sanciones estadounidenses.
Pero fue despedido de la Cámara a finales del 2010 después de que la policía lo detuvo en media docena de ocasiones para interrogarlo sobre un escándalo de sobornos. Dos funcionarios de Alimport que trabajaban para Alvarez cumplen ahora largas sentencias de prisión y al menos otros dos se encuentran bajo interrogatorio, de acuerdo con fuentes que pidieron el anonimato para proteger a parientes en Cuba.
Su segunda esposa, Olga de la Cruz Llera, se encontraba entre las 68 personas que murieron en el accidente del 4 de noviembre del 2010 en Cuba de un avión de pasajeros. Alvarez escapó de la isla en la última semana de ese mismo año y se estableció en Tampa, donde su hija Lisette vivía desde el 2004.
Ahí fue cuando comenzaron a surgir los muchos misterios que rodean al ex jefe de Alimport.
Los misterios de Alvarez
Alvarez ha dicho que el FBI lo “detuvo” durante varias semanas mientras trataba de sacarle cualquier información valiosa que tuviera sobre Cuba, pero que él “no les dijo nada”, aseguró un amigo en Tampa a El Nuevo Herald.
Un funcionario informado del gobierno de EEUU aseguró que Alvarez en realidad cooperó con el FBI, “de forma renuente al principio pero al final estuvo bien”. El funcionario y el amigo de Tampa pidieron ambos mantener el anonimato porque no estaban autorizados a hablar sobre Alvarez.
Ralph E. Fernández, un abogado de Tampa y activista anticastrista, declaró que un día después de que él se quejó públicamente el 12 de febrero del 2011 sobre la hasta entonces secreta presencia de Alvarez en Tampa, un alto agente del FBI en la ciudad lo urgió a no hablar más sobre el caso.
Dave Couvertier, portavoz del FBI en Tampa, no quiso comentar sobre si su organización detuvo, interrogó y pagó dinero a Alvarez a cambio de información. El funcionario de EEUU aseguró que al desertor se le pagó pero “no mucho, sólo dinero de bolsillo”.
Las compras de casas
Pero en octubre del 2011, Alvarez comenzó su participación en una cadena de al menos ocho compras y ventas de casas modestas en Tampa, que a menudo obtenía de los bancos y cuyos valores totalizan $598,000, según muestra el registro de propiedades del Condado Hillsborough.
Compró y vendió al menos tres por un aparente beneficio de $154,000, aunque no está claro cuánto podría haber gastado en renovaciones. Una casa que compró por $40,000 fue para su hermana, Rosario Alvarez Borrego, quien la obtuvo por $100, y aún posee otras cuatro, según los registros.
Fernández señaló que tiene la certeza de que Alvarez realizó sus compras y ventas con dinero que de alguna forma pudo obtener durante su época con Alimport. Los salarios del gobierno cubano promedian menos de $20 mensuales y los dos tipos de pesos cubanos no son de curso legal fuera de la isla.
“Indiscutiblemente que no llegó como llegaron mis padres con cinco dólares en el bolsillo. El no vino como los balseros, con su piel quemada y nada más”, indicó Fernández. “El vino con acceso a un nutrido fondo de billetes. Puede ser o no legal. No voy a especular. Pero él no vino con cinco dólares”.
Las adquisiciones y ventas inmobiliarias de Alvarez aparecen en los registros del Condado Hillsborough con varios nombres: Pedro Alvarez; Pedro Borrego; Rosario Alvarez; Wise Management Group Corp.; y Arenas Blancas Investment, propiedad de su hija Lisette.
Rosario Alvarez, quien dejó Cuba alrededor del 2005, aseguró a El Nuevo Herald que su hermano no la visita a menudo en su casa en West Laurel Street, pero estuvo de acuerdo en dejarle saber que el diario quería entrevistarlo. Ella declinó más comentarios y él no contactó al periódico.
El hijo de Rosario, quien se negó a dar su nombre, afirmó que Alvarez “está tranquilo, está trabajando, está estudiando” y sin dar más detalles sobre las actividades de su tío, le pidió a los periodistas que abandonaran la propiedad.
Alvarez fundó en marzo del año pasado Wise Management, que se hizo cargo de dos de los tratos inmobiliarios, con él como presidente y Roxana Bello, residente de Tampa, como vicepresidenta. Bello no respondió a un mensaje dejado en un número telefónico a su nombre.
Su hija Lisette Alvarez, quien aparentemente llegó a Estados Unidos en el 2004, señaló a El Nuevo Herald que ella no estaba muy cercana a su padre porque ella estaba “afuera” del sistema de gobierno en Cuba mientras que él había estado “totalmente adentro”.
Al preguntársele si su padre había estado comprando y vendiendo propiedades, respondió “usted está informado”, pero declinó hacer más comentarios. Posteriormente amenazó con llamar a la policía y acusar de “acoso” a los periodistas de El Nuevo Herald que visitaron su oficina de Arenas Blancas.
Pedro Alvarez dio la dirección de la casa de ella cuando llegó a Estados Unidos. Arenas Blancas Investment y Paradise Arenas Blancas fueron registradas en enero y febrero del 2011. Una es una agencia de viajes, paquetes y llamadas telefónicas a Cuba, así como de servicios generales de inmigración.
La última dirección conocida de Pedro Alvarez es un condominio de un dormitorio y un baño en Pinnacle Heights Circle que compró por $27,000 en febrero del año pasado. El vecino Richard Jones reconoció una foto de Alvarez y dijo que lo vio allí alrededor del 14 y 15 de junio. La unidad está ahora en venta por $57,000.
Rumores de corrupción
Park Wright aseguró que Alvarez “daba la impresión de no tener un hueso corrupto en su cuerpo” y agregó que el único regalo que podría recordar haberle dado al jefe de Alimport fue un sombrero Stetson de vaquero “y quizás una botella de bourbon”.
John Kavulich, un empresario neoyorquino que ayudó a fundar el Consejo Comercial y Económico EEUU-Cuba para explorar oportunidades de negocios con la isla, indicó que había “constantes rumores de corrupción” en Alimport, pero no en las compañías “Big Ag” de EEUU.
“Los rumores eran sustanciales, pero para los pequeños actores” y empresarios de terceros países, debido a que el embargo y las leyes anticorrupción de EEUU habrían traído duros castigos, agregó.
La bloguera de La Habana Yoani Sánchez se preguntó en un texto en internet el mes pasado si la corrupción era responsable por el hecho de que la mantequilla en venta en la capital cubana había sido importada desde Nueva Zelanda.
En cuanto a Alvarez, Kavulich agregó que los exportadores agrícolas de EEUU “querían beber vino y cenar con él. Todos ellos estaban tras él, tratándolo con una mayor deferencia de la que hubieran tratado a otro agente de compras en otro país”.
El conoció por primera vez a Alvarez en 1997, agregó Kavulich, y notó que sus ropas “ciertamente tuvieron una rápida transición” de los tonos aburridos de los burócratas cubanos a los trajes y corbatas de los negocios internacionales “porque él quería ser visto como una persona poderosa”.
Fernández destacó mientras tanto que recientemente recibió informaciones confirmadas de que Alvarez había estado trabajando como un consultor para un empresario cubanoamericano de Miami que trata de entrar en el mercado cubano.
Contratar a Alvarez como consultor es “una magnífica oportunidad para alguien que considera hacer negocios con Cuba, o los está haciendo. La percepción de tener a alguien como él a bordo da una impresión fenomenal… Y la percepción podría ser de más valor que la realidad”.
Manny García, Director y Gerente General de El Nuevo Herald, contribuyó a este reportaje.
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