miércoles, septiembre 04, 2013

Esteban Fernández: ¿HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS?


 ¿HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS?   


Por Esteban Fernández


Desde enero de 1959 la Revolución triunfante creó un nuevo “empleo”   en la nación: el de defender a la recién estrenada dictadura y pulverizar a sus detractores y enemigos.

Utilizaron en ese detestable menester a los que Lutero llamó: “El desperdicio que cae al mundo del ano del Diablo”. Y en un dos por tres resolvieron el problema del desempleo, supuestamente acabaron con los limpiabotas, con los locos, con los limosneros  y  prometieron solemnemente acabar con la prostitución. La población en pleno debía integrarse a laborar en la destrucción de la Isla. La mejor y más heroica ocupación era la de ser delator.

Nadie en Cuba tenía la necesidad de estar ocioso porque cualquiera podía asumir la responsabilidad de gritar “Viva Fidel” y apabullar a quienes no aceptaban aupar al tirano en ciernes.

Desde abajo de las piedras salieron esos “trabajadores voluntarios”. Descarados que hasta diciembre de 1958 eran vagos profesionales, chulos, proxenetas, lumpen, carteristas, detritus humanos, jamoneros, ladrones de gallinas, cuatreros, encargados de la limpieza de palanganas en los prostíbulos, delincuentes comunes, y de pronto se les daba la oportunidad de ponerse un uniforme de las milicias, una pistola en la cintura, y hacer alardes de ser furibundos fidelistas.

No tenían precisamente que trabajar, simplemente chivatear y hacerles daño a las personas decentes a quienes durante todas sus vidas se las pasaron envidiándolos. Como en su inmensa mayoría eran unos pelagatos  entonces hasta ese instante la sociedad los rechazaba y los despreciaba. Y  les llegó la hora de la venganza. Corrían de un lado para otro, sudorosos, en un trajín constante, luciendo  ser muy eficientes, o montados en un Jeep  del G2 buscando una víctima y creando un motivo para  echar pa’lante hasta al más humilde y honrado cubano, llevárselo preso, hacerle un juicio popular amañado y hasta condenarlo a prisión.

De pronto ser un miserable se consideraba un mérito. No había defecto físico ni mental, ni un pasado delictivo, que produjera un impedimento para ocupar un lugar importante en las filas de los parásitos  castristas. El mayor esfuerzo fue subir a lo más alto del Pico Turquino para obtener la boina verde olivo.

Orgullosos decían “¡Estamos haciendo patria!” Y en realidad no hacían nada productivo para la sociedad. Al contrario, estaban destruyendo la prosperidad y la decencia desde San Antonio hasta Maisí y expulsando de sus puestos y negocios, y hasta de la tierra que los vio nacer, a los mejores y más inteligentes hijos de esa nación.

En toda la historia de nuestro país- y quizás mundial- nunca se había visto a tantos vagos haciendo el papel de que estaban trabajando arduamente. Incluyendo a los haraganes líderes de la Revolución quienes jamás habían dedicado un solo día a laborar honradamente. O ¿Alguien sabe donde trabajaban Fidel y Raúl Castro, ni Almeida, ni Ramiro, ni Efigenio, antes del primero de enero de 1959?... Eran simplemente unos perdularios.

Los cortes de cañas voluntarios se convirtieron en un relajo, la campaña de alfabetización lo único que produjo fue muchos embarazos y todos los quehaceres que los fidelistas realizaban -–con muchos aspavientos- eran simplemente unas “botellas” y unas pantomimas...

El principal “empleo” era, y sigue siendo, el de poder gritar consignas, y el mejor remunerado el de ser miembro de un pelotón y poder disparar unos tiros  a la hora de fusilar a un patriota.

Y ojalá que este escrito lo lea el disidente Jorge Luis García ( "Antúnez") porque hace poco propuso -como solución nacional para el país donde nadie quiere pinchar- una huelga general de brazos caídos.  Y yo le respondo: "¡Muchacho tuta'loco, las cadenas vienen de lejos, los cubanos no trabajaron más desde 1959!"... Ahí fue donde se inició la holgazanería y la chivatería como un modus vivendi.

Y fue en ese preciso instante cuando convirtieron en un deber el ser un esbirro y aquella próspera Isla se llenó de vagos. Y lo que es peor aún, al final de la jornada han coseguido que los apapipios y huevones sean mayoría.

Por lo tanto, se debe proponer todo lo contrario, está bueno ya de que la gente decente tenga que bajar los brazos, lo que deben hacer- si verdaderamente quieren ser libres - es coger los machetes y hasta los aperos de labranza, para acabar con la gran cantidad de zánganos e "H. de P."  que en cantidades industriales ha  producido la asquerosa revolución castrista.