Robert A. Solera: CUBA, "MI AMADA INMÓVIL"
Por Robert A. Solera
15 octubre 2013
Entonces romántico, yo creía que el mundo se podía mejorar luchando por él y por su libertad. Tenía cuando eso Fe, mucha Fe y como ciego daba tumbos en busca de dónde depositar mis ansias libertarias y justicieras. Leía como trastornado todo lo que a mis manos llegaba. Lo mismo "Los Cipreses creen en Dios" de Gironella, como al magnífico Enrique Jardiel Poncela, que me hacía desternillarme de risa con su "La Tournée de Dios" o aquel magnífico título "¿Pero hubo alguna vez 100,000 vírgenes?". No olvido que Jardiel Poncela decía "A las mujeres las respeto como a las espadas, desnudas" y atacaba con furia digna de mejor causa a los preceptos de moda haciéndolo reír a uno con su afán iconoclasta. Entre sus célebres frases estaba "Los hombres que buscan el alma de las mujeres lo primero que hacen es decirles que se abran la camisa" y otras lindezas dignas de recordarse décadas después.
Para mí, mi Amada Inmóvil es Cuba la que llevo impregnada en el alma aunque ya mi amada no es igual ni la misma de mi juventud. Hoy toda ella está inmóvil y pétrea. Al igual que en Il Gatto Pardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, todo cambia para que todo siga igual. Y los que tienen la suerte de poseerla ni cuenta se dan. Ni hacen nada por sacarla de su sopor, que ya cuenta décadas.
Tal vez el Aldabonazo de Eddy Chibás no fue todo lo sonoro que debía haber sido pues sólo lo oyeron algunos, muchos de los cuales, luego encerraron a los discrepantes en las mismas lóbregas ergástulas a las que habían combatido ferozmente cuando los que mandaban eran otros, como el "General de Tres Galones" como lo calificaba un joven y al parecer iconoclasta, Fidel Castro en la Bohemia de la época.
Hoy, ya ni los Cipreses creen en Dios en Cuba donde hasta los más altos prelados de la Iglesia se confabulan con el poder impuesto por los desechos revolucionarios de otras épocas, que se aferran a los resortes del poder y a sus correspondientes 'mieles' como lo hace un macao con su concha a cuestas a cualquier posible asidero.
Tras desilusiones sin cuento y sacrificios inútiles sometidos a los dictados estúpidos de los otrora revolucionarios, los cubanos de adentro de la Isla -y muchos de los que lograron salir de ella-- solo aspiran a poner pies en polvorosa si habitan en Cuba y a satisfacer sus apetitos egoístas si viven en un exilio, que no lo es para ellos. Viajan de regreso a la isla-prisión sin importarles lo que sus hechos denuncian y abastecen a los mismos que ayer decían despreciar. Ay, Cuba, que sola te han dejado, unos y otros. A ver como sales del abismo a donde te han lanzado tus peores hijos y sus mejores cómplices.
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