Rev. Martin N. Añorga: LA TRAMPA
El secreto de una buena trampa es el de engañar a sus víctimas para aprovecharse después de ellas. Los cazadores las usan, y las usan en los hogares y comercios para atrapar insectos y roedores; pero el problema es que ha sido el ser humano el que ha perfeccionado su funcionamiento, y lo ha hecho de manera aparentemente fácil: atraer y atrapar.
¡Cuántas veces hemos tenido que reconocer que “hemos caído en la trampa”!. Las noticias, debido a la profusión de medios, vuelan rápido. Todos hemos sabido de ancianos -y ancianitas, que no pueden quedar ausentes-, que han sido engañados por el increíble truco del premio de lotería. Hay que ser ingenuo, o tonto, para ser estafado con esa absurda artimaña. Probablemente los engañados sintieron más el peso de la ambición que el soplo del sentido común. Creer en el popular refrán, “a la ocasión la pintan calva”, es poner la confianza en una vieja leyenda greco-romana y en una inoperante “diosa” que carecen de significado actual. Las víctimas de los tramposos, a menudo, han sido engañadas por creer en la fantasía de la rápida obtención de beneficios económicos.
La “diosa” a la que nos referimos era llamada la Ocasión y a veces, la Oportunidad, y su imagen representaba a una hermosa mujer de larga cabellera que le cubría parcialmente el rostro; pero que por la parte trasera de su cabeza era totalmente calva. El escultor Fidias fue el autor de la obra. Al principio era la expresión de que el que es indiferente a las oportunidades positivas que la vida le ofrece, las pierde y después que pasan, no regresan jamás; pero al correr del tiempo el significado que le han adjudicado a la historia es el de que uno tiene que agarrar todo lo que le venga a las manos, porqué esas cosas no tienen retroceso, algo que generalmente es propio de delincuentes y aprovechados. Y, lamentablemente, de quienes caen en sus trampas.
Los que manejamos este interesante instrumento que llamamos computadora a menudo recibimos mensajes de personas conocidas que supuestamente se han quedado paradas en alguna distante ciudad del mundo, víctimas del robo de dinero y documentos, “No nos dejan salir del hotel si no pagamos nuestra cuenta”, afirman, y nos prometen reintegrarnos el préstamo que les hagamos tan pronto regresen a Estados Unidos. Recuerdo que no hace mucho tiempo, a una doctora en medicina a quien admiramos y a quien profesamos un justificado e intenso aprecio, le robaron su identidad personal y nos la situaron en Londres, desde donde clamaba por ayuda. Por supuesto, no caímos en la trampa porque sabíamos que la doctora estaba feliz y tranquila en su apartamento de la playa.
Muchas historias podemos hacer de las trampas que nos tienden individuos sin escrúpulos, algunas altamente costosas, como la que usaron con un matrimonio amigo al que le estafaron en la venta de un apartamento al que le habían asignado un valor de 125,000 dólares con el argumento de que era una propiedad recuperada por el banco. Hubo que hacer un pago anticipado de 15,000.00 dólares en un cheque certificado para garantizar la operación. Los supuestos vendedores, con todo tipo de identificación, firmaron un contrato y se despidieron … para jamás volver. A menudo las aparentes gangas salen caras. Los amigos de lo ajeno son expertos en pescar con anzuelos falsos y captar “clientes” por medio de atractivas trampas.
Ahora bien, no creamos que las trampas son siempre individuales. Cuando son colectivas, afrentan a un número indeterminado de personas. Hay trampas en las que suelen caer millones de seres humanos. Tenemos, como ejemplo, el lamentable caso de Cuba, que era una Isla próspera, feliz y tranquila. Hace aproximadamente 54 años se apareció, aupado por una discutible victoria en una guerra de guerrillas, un tirano que logró instalar en el país una llamada “revolución”, encaramado en tribunas que les fueron propicias. Fidel Castro, así se llama el individuo, prometió convertir nuestra tierra en una parcela del cielo. Y lo que tenemos hoy es la miseria insoportable de un infierno desgarrador. ¡Caímos en la trampa de promesas elocuentes que nos subyugaron!. Una vez capturados en las turbias redes de la trampa, nos impusieron nefastas doctrinas, nos despojaron de nuestros beneficios, robándonos casa y fortuna. Encarcelaron a hombres justos y decentes y a miles de ellos fusilaron por el delito de oponerose al atropello. Conviritieron en polvo una estrella y clausuraron de fango un futuro pleno de limpieza.
Otro caso tristísimo es el de Venezuela, probablemente el país más rico y próspero de América Latina. Hace más de una década, un inescrupuloso militar que había previamernte manchado de traición su uniforme al orquestar un golpe de estado en contra del legítimo gobierno que juró defender, al salir de la cárcel entró por torcido camino en el mundo de la política. Enarbolando hipócritamente la bandera de la democracia, le prometió al pueblo “villas y castillos”, se presentó como un abanderado que disolvería todo vestigio de corrupción y haría del país una nación ejemplo del mundo. La trampa de su elocuencia fue de tal manera preparada que en la misma cayó el pueblo, hoy día sumido en la escasez, la pobreza, la persecución dictatorial de un incapaz y bochornoso individuo que deshonra la historia patria con provocador descaro.
Ciertamente habrá muchas personas que reclamen que jamás han caído en las trampas de pervertidos politicos; pero no podemos todos liberarnos de la culpa de nuestra escasa vision y de la equivocada creencia en que las trampas que se han urdido serían facilmente deshechas. En Cuba el mito fue el de las noventa millas, en Venezuela fue el de que los venezolanos no permitirían jamás una brutal dictadura como la que ha capturado al otrora feliz pueblo cubano.
¿Por qué caen en la trampa del anacrónico socialismo naciones fuertes y soberanas?. La respuesta no es fácil, pero podemos sugerir algunas. En primer lugar nuestros paises democráticos suelen ser v?ctimas de conflictos, gobiernos corruptos y de una generalizada indiferencia popular, de todo lo cual se benefician los líderes astutos con sus críticas y sus promesas. Por otra parte, los seres libres se acomodan a la idea de que sus libertades no podrán jamás ser profanadas y posponen el deber de defenderlas hasta que sea ya demasiado tarde.
Lo más notable que sucedió en Cuba fue la aceptación de un líder sin credenciales, y el apoyo popular a palabrerías exageradas y sin sentido. Por centenaries de miles abandonamos la Isla quienes creíamos, sin fundamento firme, que el regimen castrista caería por su misma ineficacia y por su supuestamente impropia ubicación geográfica.No tuvimos en cuenta que caer en la trampa es mucho más fácil que salir de la misma.
Los pueblos que todavía disfrutan una libertad -que no deja de estar en peligro-, tienen que ser advertidos de la trampa que les amenaza. Recordemos las palabras del pensador y escritor Joaquín Setanti, hijo de Barcelona fallecido en 1617, “el proceder de las tiranías es hacer que parezca razón y derecho lo que es usurpación”. No nos cansemos en el deber de nuestra defensa ni esquivemos como cubanos de dignidad la meta de reconquistar la libertad, que es nuestro compromiso. Hagamos nuestro el vigoroso apotegma de Víctor Hugo, “solo viven los que luchan”.
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