Anolan Ponce: Huber Matos, coraje hasta el final
Huber Matos, coraje hasta el final
Por Anolan Ponce
13 de marzo de 2014
Huber Matos pudo haberse exilado, pero escogió quedarse, dispuesto a inmolarse para forzar a Fidel Castro a definirse. Este acto de gran coraje lo colocó en la historia de Cuba y le dio reconocimiento internacional. También le valió 20 años de cárcel, condena a lo cual le fue conmutada la pena de muerte, y que él cumplió hasta el último día. Fue un hombre íntegro a quien ni los vítores del triunfo, ni la adulación del poder, ni los horrores del presidio le cambiaron sus convicciones. Pasó su existencia defendiendo la democracia, y por ella estuvo dispuesto a morir. Ni sus más acérrimos enemigos pueden negar nada de lo antes dicho.
Su libro de memorias, premiado con el XIV Premio Comillas, es un gran legado histórico. En Como llegó la noche, del cual se han vendido más de 100,000 ejemplares y ha sido publicado también en francés, Matos detalla la lucha idealista de la Sierra Maestra, sus veinte años en el presidio, y paso a paso, para angustia del lector, como Cuba fue entregada al comunismo.
Conocí al Comandante Huber Matos en el año 2009 a través de mis actividades por la libertad de Cuba, y desde entonces nos unió una estrecha amistad. Juntos viajamos en diferentes ocasiones a Costa Rica, Honduras y Polonia, formando parte de delegaciones de grupos del exilio cubano. Una cosa me impresionó entonces además de sus ojos azules, casi diáfanos: el comandante, con 90 años y apariencia frágil por su delgadez, cargaba su pesada maleta, que no tenía ruedas, y rehusaba la ayuda de los hombres en el grupo. Era una muestra de su recia voluntad que hacía honor al nombre que su padre le impuso: el del naturalista suizo Francisco Huber, un hombre ciego que con la ayuda de su esposa y un sirviente estudió las abejas durante veinte años y escribió un libro sobre ellas que todavía está en uso.
El mundo ama a los héroes, y el mundo amaba a Huber Matos. Pude precisar su inmensa popularidad en estos viajes que hicimos. En Polonia fue condecorado con la Medalla con el Escudo Presidencial. En Honduras, la gente de la calle y hasta el ex presidente, Jorge Quiroga, de Bolivia, se quisieron retratar con él o estrechar su mano. En Costa Rica lo veneraban.
En Miami, sin embargo, tenía detractores. Aquellos que no le perdonaban su pasado revolucionario y que autorizara los fusilamientos de ex militares del gobierno de Batista como Jefe de la provincia de Camagüey. Quizás debían tener en cuenta que en el ejercicio de sus obligaciones, grandes líderes de la historia se han visto forzados a tomar graves decisiones. Roosevelt y Churchill le entregaron Polonia a Stalin en Yalta. Harry Truman autorizó la detonación de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Nadie los acusa de criminales. El Comandante Matos expió sus pecados con 20 largos años de torturas y privaciones en las mazmorras castristas.
Su figura ejemplifica la rebeldía y el afán del cubano por ser libre. Y aún más, el coraje para lograrlo. Un coraje que lo acompañó siempre, y lo instó a pesar de su avanzada edad, a cruzar océanos y viajar a lejanas tierras a denunciar la opresión en su patria. Su recia voluntad siempre triunfaba, y podía soportar largos viajes en avión, con costillas fracturadas, sin moverse del asiento y sin ingerir alimentos. O caminar en temperaturas heladas con un sencillo abrigo sin guata; o estar de pie por horas sin quejarse; o cargar su pesada maleta sin ayuda…
“Era un hombre sin estómago, sin necesidades; la marcha no lo abatía, la comida no le hacia falta y suplía todos los deseos por darle la victoria a Cuba y realizar lo que se había propuesto, la independencia de la República”. Así describió al Generalísimo Máximo Gómez, el General de Brigada del Ejército Libertador, Enrique Collado Tejada. Pero, ¿no creen que también esto describe al Comandante Huber Matos?
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