Tomado de http://www.diariodecuba.com
La ceguera de Mariela Castro
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La directora del CENESEX olvida pedir el fin de la discriminación política en su llamado televisivo a la tolerancia.
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Por Orlando Freire Santana
La Habana
19 Mayo 2014
Un refrán muy recurrente apunta que "no hay peor ciego que aquel que no quiere ver". Eso mismo podríamos aplicarle a la señora Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), después de comparecer el pasado lunes 12 de mayo en la Mesa Redonda de la televisión cubana, a propósito de la VII Jornada Cubana contra la Homofobia.
Por supuesto que no vemos mal cualquier esfuerzo que se haga en nuestra sociedad en aras de acabar con el estigma que aún recae sobre los miembros de la comunidad LGBTI. No se trata solamente de una anomalía que afecte el presente y el futuro, sino de la reparación de una injusticia que ha signado estos años de gobierno castrista: desde la recogida de homosexuales en plena calle y su traslado posterior a las tristemente célebres Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), hasta la expulsión de personas de centros de estudio o trabajo debido a que manifestaban una inclinación
diferente de los patrones heterosexuales.
(Mariela Castro Espín)
Claro, es justo consignar que en este bregar ha estado presente también el doble rasero. Porque mientras que las actividades organizadas por el CENESEX cuentan con la promoción de los medios de prensa y el visto bueno del aparato de poder, la faena de los activistas independientes en pos de la plena inserción social de las lesbianas, gays, bisexuales y transexuales es reprimida por el Gobierno.
Pero la proyección de Mariela Castro en la Mesa Redonda no se limitó al contexto de la lucha por los derechos de las personas LGBTI. La Castro expresó que la labor del centro que dirige se inscribe dentro de la campaña que se realiza en Cuba por eliminar cualquier tipo de discriminación. Y a renglón seguido citó los motivos por los que pueden ser subestimados o excluidos los seres humanos: por la preferencia sexual, por la fe que profesan, debido al color de la piel, por ser mujer, y también por ser gordo, bajito, calvo o discapacitado.
Sin embargo, Mariela Castro olvidó mencionar la forma más lacerante de exclusión que afrontan muchos cubanos: la político-ideológica. Una marginación que se expresa de múltiples maneras: la Universidad es solo para los revolucionarios; las trabas que encuentran los disidentes políticos para acceder a un puesto de trabajo estatal; lo difícil que les resulta a los no identificados plenamente con el Gobierno el ascender a mejoras laborales o estudiantiles; la imposibilidad que tienen las personas, dentro de los marcos de la legalidad, para crear agrupaciones políticas o sindicales distintas a las oficialistas; y qué decir de la respuesta gubernamental ante demostraciones pacíficas de la ciudadanía, como las que protagonizan las Damas de Blanco.
El solo hecho de reservar los calificativos de "mercenarios", o "servidores de una potencia extranjera" para aquellos que declaren explícitamente su desacuerdo con el castrismo, es una muestra del desprecio de las autoridades hacia quienes se les oponen.
Precisamente, el mismo día en que la directora del CENESEX se presentaba ante las cámaras de televisión, aparecían en el semanario Trabajadores unas declaraciones del exagente de la Seguridad del Estado Raúl Capote. Como otra prueba de lo que hemos expuesto, el señor Capote, en tono despectivo, tildó de contrarrevolucionarios a aquellos jóvenes que, dentro de las filas de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) o la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) se interesan por la promoción de cambios en Cuba. Además, el exagente censuró que algunas personas —sin mencionar quiénes eran en realidad—, de forma "burda y descarada" regalaron teléfonos celulares en la escalinata de la Universidad de La Habana, con líneas y todo, ya listos para ser usados. Es decir, que los adelantos tecnológicos no son bien recibidos, si no vienen de la mano de los mandamases de la Isla.
Todo lo anterior reafirma que la lucha en el interior de Cuba no puede circunscribirse a la reivindicación de determinados derechos, bien sea de preferencia sexual, credo, raza o género. Porque todos los cubanos, blancos o negros, heterosexuales u homosexuales, creyentes o ateos, hombres o mujeres, nos hallamos sojuzgados por un sistema totalitario que nos priva de los más elementales derechos cívicos.
Aunque la señora Mariela Castro no quiera o no pueda darse cuenta de ello, en lo concerniente a la apertura política, el aparato de poder no ha cedido ni medio milímetro.
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