¡DEBÍ SALIR EN EL 59!
Por Esteban Fernández
24de junio de 2014
Muchos jóvenes cubanos cuando llegan al exilio les encantan echarnos en cara que nos fuimos de Cuba, huimos y les dejamos el camino abierto a los castristas. De esta forma amedrentan a muchos buenos y decentes compatriotas. Pero cuando hurgamos un poco nos enteramos que casi siempre “a esos fidelistas que les cedimos el terreno” son precisamente a sus abuelos, padres y tíos…
Por eso a mí no me acomplejan. Los poquitos que me dicen eso (porque muchos evitan hablar conmigo y se los agradezco) yo les contesto: “En mi caso yo siento mucho haber salido de Cuba el 12 de agosto de 1962 ¡debí haberme ido el dos de enero de 1959!” Y no haber tenido que ver con mis propios ojos a tanta gente pidiendo paredón, a tantos chivatos y tanta inmundicia humana.
¡Qué fallo el mío!: En enero del 59 yo debí montarme en la Ruta 33, bajarme cerca del Capitolio, en la “Sambumbia”, averiguar dónde estaba la embajada de los Estados Unidos, presentarme en la puerta y decir que “¡Mi apellido es Ventura, soy hijo del ex jefe policíaco y los barbudos me están persiguiendo!”
Cuando usted se encuentre con algún güinero que me conozca de toda la vida pregúntele: “¿Qué le hubiera pasado a Estebita si se hubiera quedado allí?” La respuesta es muy sencilla: “No hubiera derrocado a la tiranía pero tampoco se hubiera adaptado ni acomodado”. Quiero que ustedes sepan que no pasa mucho tiempo sin que me encuentre con algún compañero del Instituto que me dice: “¡Qué bien hiciste en salir, a ti te hubieran echado 30 años de prisión o te hubieran fusilado!”
Qué no fastidien porque lo cierto es que los que se fueron inicialmente eran una minoría, mientras allí se quedaron muchos millones de compatriotas y ¿por qué esa inmensa mayoría no tumbó a Fidel Castro?… Tal parece que nos necesitaban para lograrlo, porque existe una contradicción enorme cuando dicen que: “Los que salimos de Cuba actuamos como cobardes” y al mismo tiempo hacen obvio -sin querer reconocerlo- que sin esos pendejos que corrimos no pudieron derrocar a la tiranía”. Ni siquiera lo han intentado en más de 50 años.
Y que conste que esto no es una defensa de mi persona. A mi plín. Salí porque me dio la gana, por una brillante decisión de mis padres, y no tengo que brindarle excusas a nadie. En un final los que critican nuestra salida durante los años 60′s lo hacen desde el destierro. Es decir, que ellos también pusieron pies en polvorosa, vinieron para aquí y abandonaron a Cuba. Igual que nosotros pero con mucho retraso y demasiados servicios prestados al régimen.
Mientras, los que viven en Cuba -a diferencia de los que llegan aquí- no atacan mucho a los que están afuera porque reciben o aspiran a recibir visitas, quincallería y fulas desde el exterior y ya tienen de lado de acá a hijos, nietos y sobrinos.
Si alguien me dijera: “Chico, ustedes se fueron y yo me quedé allí 50 años en la clandestinidad, poniendo petardos, atacando cuarteles, haciendo atentados contra los generales, traté de matar a Castro cinco veces y ustedes son unos cobardes que me abandonaron y yo estaba allí jugándome la vida” Bueno a ese yo le pido perdón de todo corazón.
Existieron excepciones de cubanos valientes como Roberto Luque Escalona y María del Carmen Carro -que he leído sus experiencias en Cuba- y mi amigo Jesús Hernández que mantuvieron posturas correctas mientras otros, como Norberto Fuentes, actuaron funestamente y al servicio de los esbirros. Es decir que los que actuaron bien y los que actuaron mal fueron los menos.
La mayoría lo que hizo fue resolver, adaptarse, pasar inadvertidos, estudiar, tomar cerveza y bailar con la Charanga Habanera y los Van Van. Y yo no deseo criticarlos, simplemente trato de defender a los que llegaron antes porque me tienen hasta la coronilla de que los -o nos- acusen de capirros.
Y yo entiendo que a esas posiciones mediatizadas los obligó el sistema pero que no vengan aquí a dictar pautas a seguir ni a barrer el piso con los que se jugaron la vida en Cuba durante los años 60’s donde muchos cumplieron largas condenas en las cárceles cubana y en el exilio han mantenido una posiciones intransigentes, valientes, honestas y patrióticas.
Por lo tanto, repito, yo no fui batistiano, pero siendo mucho no haberme metido dentro de una de las maletas que trajeron para Miami Conrado Carratalá y Silito Tabernilla.
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