Raúl Rivero Castañeda: Escribir y mirar el reloj en Cuba
Escribir y mirar el reloj en Cuba
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Ángel Santiesteban, convertido en un maestro de la noche, de la espera y de la reflexión, parece encontrar en esas oscuridades sabiduría para encarar todos los castigos y agobios
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Por Raúl Rivero
Madrid
30 Nov 2014
A principios del siglo XXI el poeta Eliseo Alberto Diego vivía en México y tenía un amigo preso en Cuba. El autor de Esther en alguna parte contaba el tiempo de cárcel que cumplía su compañero de una manera singular. No calculaba los días, los meses ni los años de condena, se empeñaba en pensar en las noches. En una nota que le hizo llegar de alguna manera desde un bar del Distrito Federal le decía con una mezcla rara de humor y consuelo: "Tú tranquilo que ya estás cerca de las 2.000 noches".
Lichy Diego debía conocer, por su sensibilidad y su inteligencia, el tiempo enorme que dura la madrugada en una celda por la que pasan los recuerdos, los amores, la gente querida y lejana en un mismo sueño vertiginoso que se apaga y se enciende acosado por el desvelo.
Recuerdo ahora aquella filosofía porque he leído que este viernes el escritor Ángel Santiesteban pasaba su día número 368, exactamente 15.312 horas, encerrado en una prisión en su país y llevé esas cifras fatales a las noches calladas que evocaba siempre el poeta de Las cosas que yo amo.
En medio de tanta prosa interesada por el intercambio cultural creo que podemos hacerle un espacio a este narrador preso. Un intelectual que no ha dejado de escribir ni de defenderse sin tratar de imponer una escuela o una conducta o de proclamarse campeón ni maestro de nada. Un hombre con una obra reconocida que tiene un nombre y un sitio en la literatura de Cuba y de América Latina con títulos como Dichosos los que lloran y Los hijos que nadie quiso.
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