El ideal, el general y el regalo de Obama
Por Karyon Kumaenero
14 de enero, 2015
Cuba actualidad, Cataluña, España, (PD) Bajo una luz amarillenta, el general se dirigió a los súbditos de su finca. Discurso enfático para significar autoridad y razón, tono de actor de novela radial con tono sacerdotal.
El general hace su introducción rodeado de gastadas fotos familiares. Las paredes forradas en madera lo envuelven en un ambiente de sobriedad espartana, hermetismo de bunker y control.
La fecha ha sido cuidadosamente escogida. El 17 de diciembre es un día de profunda devoción, humildad y piedad popular; hay recogimiento y esperanza en el alma del cubano, flota una debilidad en el aire, respeto, petición y agradecimiento de favores.
En este escenario, el guión compartido sale a las ondas. El Santa Clauss Barack Hussein Obama se ha colado por la chimenea del Comité Central y ha abarrotado sus oficinas de regalos. Promete finalizar un supuesto embargo y hasta se intercambian varios pecadores por un justo.
El general hace su recuento particular y da una nueva orden: ¡Aplaudid, abrazaos!
Cambiamos de biberón, ya desfalcamos las propiedades de padres y abuelos en los años 60: hoteles, empresas, fábricas, fincas, negocios, casas, bienes; nos adueñamos de calles, nombres, fechas, costumbres, sueños; absorbimos de Rusia todo cuanto pudimos, gastamos el fondo perdido recibido de China y nos conectamos al suero del petróleo venezolano mientras ha durado su tiempo de bonanza. Así, pues es tiempo de decir al imperio brutal y revuelto como el cantante John Newman –con despliegue de violines, batería y coro- ¡Love me again!
Cuando usted escuche en boca de un tirano la palabra “ideal”, ¡mándese a correr! Porque usted no se empatará con nada concreto en los 20 ó 30 años que le queden de vida.
La palabra “ideal” es el santo grial de los dictadores, hay que encontrarla eternamente y para ello nos envían en su búsqueda y nos dejan perdidos en el bosque. Por eso, como es de esperar, el general ha dicho que ellos tienen un ideal que ha costado medio siglo para darle forma. Es un ideal tan alto que llega a los bancos suizos, a las propiedades que la cúpula, sus familiares y esbirros se han asegurado de sostener y engrosar –por ejemplo, en Europa-, aunque aseguran no soportar el capitalismo y advierten raudos y veloces que cuidadito con meterse Estados Unidos en los asuntos internos de la isla, que ellos no se meten en los suyos. Debe ser que no hay espías ni grupos infiltrados que pretenden influir en las universidades norteamericanas, que no hay apoyo militar en Centroamérica y otras regiones con estrategias para destruir a Estados Unidos, que no existe Ana Belén Montes, que es casual el corretaje a Washington y los falsos disidentes, además de los voceros apostados en negocios y medios de comunicación en todas las esquinas de Florida, comiendo pastelitos, con la oreja alerta y la agenda llena.
De alguna forma Cuba va a cambiar por fuerza de incompetencia, porque Cuba arde, y luego del desplome del precio del petróleo venezolano –el oro negro chavista que salvó al régimen del colapso en la pasada década-, el país no solo arde sino que se achicharra. Pero como ha pasado tantas veces –con la complicidad de esa empresa que se define cristiana conocida como Vaticano-, aparece un bombero pirómano que promete el fin de los males y un cheque en blanco. Es pirómano porque Barack Hussein se equivoca de objetivo siniestrado: no es a la cúpula a la que hay que salvar, no son las exigencias del régimen el preciso foco de atención para ir en auxilio.
De ser aprobadas por la mayoría republicana del Congreso de Estados Unidos las promesas, continuará el ciclo para perpetuar por 10 ó 20 años más la mordaza castrista.
Visto lo visto, y a ese ritmo de dinastía, hay fuego para rato. Sus hijos someterán a nuestros hijos y sus nietos a nuestros nietos. No importa que se hayan pisoteado los derechos, no importa saber que no hay esperanza de democracia para el pueblo esclavo.
Cuba tiene que ponerse de pie, no con muletas y migajas de turismo de cruceros y campos de golf para extranjeros o los nuevos ricos corruptos que lógicamente aparecen en estos capítulos. Eso suele ser un complemento. Una embajada, cuatro barcos y un puerto moderno no garantizan que mejoren las condiciones reales de la sociedad cubana.
El empleado de correos, el maestro, la enfermera, el médico, el jubilado, no cobrarán 400 ni 1 000 dólares en la Cuba de los Castro; los obreros, los profesionales y jubilados, sus hijos y nietos seguirán siendo esclavos y seguirán acostándose soñando con la idea de emigrar, aunque sea al Polo Norte.
La imaginación no nos traicionaría si visualizamos la cola de pretextos para mantener el estado de miseria. Argumentarán que hay que destinar las divisas para evitar los apagones, se inventarán peligros ajenos, fabricarán enemigos que combatir –si no los hay, habrá que inventarlos-, un ciclón, una crisis económica o en las altas capas de la atmósfera, un virus, la veda de leones en el Serengueti, la Corriente del Niño, la muerte del gran líder o el raro espesor del humo que desprende alguna infusión en una sospechosa bolsa de té por allá por Bután, porque mientras el castrismo impere, el caos inmisericorde que reina en el planeta siempre afectará el progreso de los cubanos y los efectos colaterales irán a paralizar su destino para mantenerlo neutralizado, idiotizado, ocupado odiando y justificando la carencia y las libertades que se niegan.
Cuba necesita un cambio de gobierno hacia la democracia, donde se cumpla el respeto a los derechos civiles, el pluralismo, la libertad de prensa, y quitarse de encima el síndrome de Estocolmo. Cuba necesita industrializarse para no ser una república bananera dependiente del turismo y las migajas que se rapiñen por casualidad; Cuba necesita de la libre empresa real y la confianza de los empresarios cubanos para invertir sin ser chantajeados ni extorsionados por los Castro; los cubanos se merecen salarios dignos, competentes a nivel mundial, para dejar de ser ciudadanos de cuarta categoría.
Cuba necesita sobre todo de los cubanos. Por más cruceros y norteamericanos que puedan viajar, un país no se levanta de su crisis si no confía y libera a sus propios ciudadanos.
Para Cuba actualidad: cosmovisionsiglo21@gmail.com
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