REFLEXIONES. Jorge Riopedre sobre la situación cubana a raíz de las conversaciones de Barack Obama y el tirano Raul Castro
Tomado de http://www.nuevoaccion.com/articulos/reflexiones/
REFLEXIONES
Por Jorge Riopedre
8 de enero de 201
A lo largo del proceso cubano algunos acontecimientos nos han obligado a volver a la mesa de trabajo con los planos debajo del brazo a reflexionar sobre nuestros percances, evaluar lo sucedido, ajustar nuestra respuesta y anticipar, dentro de lo posible, el comportamiento de nuestro objetivo. El fiasco de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles en 1962, el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, exigió de nosotros buscar otras opciones para continuar adelante en busca de una solución al problema de Cuba.
Así surgió en la isla un movimiento pro derechos humanos que fue el germen de la actual disidencia y oposición interna; cubanos exiliados combatieron a los comunistas cubanos en el Congo; y empresarios cubanos del destierro ejercieron presión en los círculos políticos estadounidenses para crear Radio y Televisión Martí.
Ahora tropezamos con un nuevo obstáculo, la anunciada reanudación de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana como resultado de una conversación amistosa de sus respectivos líderes que resultó en el canje de Alan Gross por tres espías cubanos presos en Estados Unidos. Un cambio intempestivo en la política exterior de este país a cambio de nada por parte del gobierno cubano, interpretado sin embargo por la periodista de un diario local como “una llamada telefónica que cambió el curso de la historia”. Crear esa imagen era el propósito de la maquinaria mediática del régimen; volvemos a la mesa de trabajo para librar la batalla del futuro.
Empíricamente no podemos interpretar la movida cubana del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como una iniciativa que vaya a lograr algún cambio significativo en las relaciones con Cuba, porque nada se puede verificar en tiempo futuro. Lo que sí podemos verificar en tiempo presente es que el mandatario logró su verdadero objetivo: conseguir la libertad de Alan Gross.
La historia no ha cambiado su curso: la cúpula gobernante cubana no puede fomentar la libertad política y económica sin perder el poder, pero sí puede buscar en el cambio de política exterior de Estados Unidos (aún desconocemos todo lo que se acordó en un año de negociaciones) la sucesión del sistema tras la desaparición de Fidel y Raúl Castro. Esta inferencia encuentra asidero en el precedente de John F. Kennedy. ¿Y ahora, qué?
Esta no es una batalla de ideas, sino una batalla informática. La cúpula gobernante cubana perdió la batalla ideológica en todos los frentes, se sostiene por el terror que inspiran los cuerpos represivos y las bayonetas en los cuarteles, no por el respaldo de la opinión pública. Informar al pueblo de Cuba sigue siendo la clave de esta batalla en defensa de los derechos humanos y apoyo a opositores y disidentes que luchan en la línea del frente. ¿Por qué los derechos humanos? Porque la Declaración Universal de los Derechos Humanos comprende todos los valores que conforman la libertad y la democracia.
¿Por qué opositores y disidentes, sobre todo la población negra de la isla? Porque Cuba les pertenece. Pero no nos engañemos, esta cruzada, ya dilatada de por sí, será todavía más larga, tanto, que muchos de nosotros no alcanzaremos a ver su culminación. Pero eso no nos desalienta, por el contrario, acrecienta el compromiso con aquellos que asumirán la responsabilidad de continuar adelante y reconstruir el país.
No pretendo tener la respuesta a un proceso tan complejo como el nuestro, pero al menos tengo, desde hace años, una explicación plausible de su origen.
Como placas tectónicas presionadas una contra otra hasta provocar en ocasiones un terremoto, dos fuerzas culturales se disputaban la identidad de la sociedad cubana: una hispanista europeizante de cara al pasado y otra americanista de cara al futuro. “La primera respondía a un motivo histórico; la segunda a un imperativo geográfico” (Ramiro Guerra 1975:495).
La Cuba insurrecta inspirada en el modelo democrático de su vecino estadounidense ganó la guerra de independencia pero perdió la República por haber quedado aniquilada como resultado del proceso bélico, siendo desplazada por una emigración masiva de peninsulares sin interés natural por la independencia de Cuba y hostil por instinto a Estados Unidos.
Los descendientes de estos inmigrantes, nacidos después de 1898 con una edad promedio de menos de cuarenta años, muchos de ellos también hijos de exiliados republicanos, fueron los que tomaron el poder en Cuba en 1959, inspirados en la Guerra Civil española. Estados Unidos no empujó Cuba a la órbita soviética, Fidel Castro fue un agente de cambio formado por el ethos de los peninsulares que entraron en Cuba como resultado del Tratado de París, por miedo al negro.
En este sentido, Estados Unidos lleva en el pecado la penitencia. No obstante, los líderes de la Cuba del futuro deben tomar en cuenta la otra cara de la moneda, cómo se formó el pensamiento de los cubanos en el bando insurrecto.
http://baracuteycubano.blogspot.com
AUSENCIA CUBANA EN LAS CONVERSACIONES DE PARIS
A finales del año 1898 se reunieron en la ciudad de París las delegaciones de los gobiernos de Estados Unidos y España para negociar las condiciones de paz entre ambos países. Es muy frecuente en Cuba resaltar el hecho de que Cuba no estuviera representada en esa reunión. Sobre esto deseo plantear lo siguiente:
En primer lugar diré que soy del criterio que debió existir una representación cubana; pero también, soy del criterio, que debió existir una representación de cada uno del resto de los países cuya suerte se estaba definiendo (Puerto Rico, Filipinas, etc.); aunque reconozco la existencia de motivos que engendrarían objeciones de Estados Unidos y España en aceptar delegaciones de estos últimos países, y la particular situación cubana (en cuanto a los antecedentes de las luchas separatistas) con respecto a las de esos otros países.
(John Hay, Secretario de Estado de EE.UU., firmando la ratificación del Tratado de París)
Con relación a la ausencia de la representación cubana a esas negociaciones, diré que España era la más interesada en que no existiera una delegación cubana en esas conversaciones. La razón fundamental que movía a esa actitud española era económica: que los Estados Unidos le pagaran a España la Deuda de Cuba, la cual ascendía a aproximadamente $500 millones128. La Deuda de Cuba era, entre otras cosas, el monto de lo que le había costado a España la guerra de Cuba y las de otros países desde décadas atrás. Con una representación cubana en esas negociaciones, era evidente para España que los Estados Unidos no asumirían el pago de esa deuda, y mucho menos, lo haría, la representación cubana. El resentimiento español hacia los cubanos, por éstos combatirlos durante años, también fue otro factor que movió al gobierno español a no admitir una representación cubana. Por otra parte, los Estados Unidos ya habían decidido mediante una resolución congresional: La Resolución Conjunta, cual iba ser el destino de Cuba.
Quiero señalar además, que en caso de que España hubiera aceptado la participación de una representación cubana a esas negociaciones, se hubiera presentado un gran problema: ¿ Quiénes conformarían esa representación ?.
La representación cubana debía representar, valga la redundancia, todos los segmentos del pueblo cubano. El pueblo cubano estaba conformado, sin caer en posiciones sectarias o idílicas, por independentistas, integristas, autonomistas, pacíficos, anexionistas, etc. En uno de los 10 tomos de la monumentaal obra Historia de la Nación Cubana (escrita a muchas manos a principios de los años cincuentas del pasado siglo XX) hay una carta de esos años de, si mal no recuerdo, Méndez Capote a uno de los líderes independentistas, donde le dice que los autonomistas es la fuerza política más organizada y preparada en el país.
Ha sido una característica de la historiografía cubana el asumir implícitamente que la inmensa mayoría de los cubanos eran independentistas.
El historiador español Benavent, refiriéndose a un período anterior mediato a 1898, plantea:
... El liberalismo autonomista constituía la opción política mayoritaria de las clases medias cubanas; pero era una opción que no podía expresarse por las perversiones del sistema electoral y por el bloqueo político que la tupida red de unionistas, voluntarios del orden, integristas y conservadores, imponían.129
Pero es que aún dentro de las filas de tendencia independentista, existían serias discrepancias que dificultarían en gran medida la composición de una representación cubana formada por elementos de esta tendencia, o la elección de algunos representantes de esta tendencia para la conformación de una comisión mixta, donde las diferentes tendencias estuvieran representadas. Un ejemplo de lo anterior fueron las serias desavenencias que se manifestaron entre el Consejo de Gobierno cubano y el mando militar mambí durante la guerra, y las que después de terminada la guerra protagonizaron La Asamblea del Cerro y el Generalísimo Máximo Gómez y los seguidores de ambos. Debo señalar que la actitud del Generalísimo Máximo Gómez de desconocer la autoridad jurídica de la Asamblea, al entablar conversaciones con el enviado especial de McKinley, Robert P. Porter, sobre el asunto del empréstito para la disolución del Ejército Libertador, fue compatible con la decisión del gobierno de los Estados Unidos de desconocer toda agrupación cubana particular como representación del pueblo cubano, pues E.U. podía ser acusado de apoyar una u otra facción ( fundamentalmente por las potencias europeas ). Hasta que no se hicieran elecciones generales y libres, los Estados Unidos no reconocerían ninguna agrupación o institución como la legítima representación del pueblo cubano. Debo aclarar que la Asamblea ya había iniciado contactos sobre un empréstito con el señor Coen, quien en representación de entidades bancarias norteamericanas ofreció un empréstito suficiente para el licenciamiento del Ejército Libertador.130
Es evidente que todo lo anterior dificultaría el comienzo y la terminación de unas conversaciones cuyo objetivo inmediato era la firma de un tratado que diera un fin oficial y definitivo a la conflagración.
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