Haroldo Dilla Alfonso: La inmundicia cubana en la Cumbre de las Américas Panamá 2015
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Quienes se colocaron junto al régimen de La Habana en los actos de repudio en Panamá perdieron una oportunidad de ser parte del futuro: se convirtieron en parte del pasado
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Por Haroldo Dilla Alfonso
Santiago de Chile
10/04/2015
El título puede ser golpeante, desconsiderado y abusivo. Es posible que lo sea, pero es sincero. Es lo que me ha venido a la mente cada día que leo la actuación de lo que se ha llamado —con absoluta impropiedad— la delegación de la sociedad civil cubana a la Cumbre de Panamá. Porque lo que he visto —chusmería, intolerancia, pandillerismo, agresividad, malos modales— es una inmundicia que lacera mi condición de cubano y me fuerza a imaginar que más allá de estos pobres diablos forzados a la prostitución política, existe una sociedad que sabe mirar alto en el futuro.
“Que sabe”, lo digo en presente, como cuando Yoani Sánchez proclamó entusiasmada que esto podría ser una oportunidad para el diálogo en la diferencia con todo el espectro de organizaciones y personas que se darían cita en Panamá. Y cuando vi que existían personas decentes e instituciones merecedoras de respeto que se ubican en esa franja crítica pero leal al régimen político, que en algún lugar he denominado los acompañantes críticos del sistema y consentidos por éste.
Pero me equivoqué. El gobierno cubano nunca ha estado interesado en que se fomente diálogo alguno fuera de sus cuarteles. Por eso armó una tropa de condotieros dispuestos a reventar el propio funcionamiento de la Cumbre, y programada para apalear opositores, sea en Atlapa o en el Parque Porras. La intención nunca fue otra: entraron en zafarrancho de combate con las mismas cantaletas autoritarias y desfasadas de siempre.
Técnicamente casi nadie de esta gavilla de gamberros sin historia puede considerarse sociedad civil, pues son funcionarios estatales, o viejos informantes del MININT que han jugado por décadas a ser sociedad civil con organizaciones protegidas, como es el caso del CIERI, cuyo director por 30 años aparece llamando mercenarios a los opositores y agitando un panfleto con la cara desencajada y la mirada estrábica. Estaban encabezados por uno de los escritores cubanos más frívolo y aparatosamente mediocre, Abel Prieto, cuya filiación estatal es explícita como asesor cultural del General/Presidente Raúl Castro. Las fotos muestran a Miguel Barnet, sobre el cual huelgan los comentarios, empujando una puerta y gritando consignas, cosa que, por cierto, nunca hizo cuando en Cuba se perseguía y encerraba homosexuales en nombre de la moral revolucionaria.
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